MASLEIDOS

viernes, 27 de junio de 2014

Una simple cuestión humana




Hasta qué punto el ser humano puede sacrificar su bienestar por la comodidad, es una pregunta que siempre me he hecho.  Donde yo vivo hay más de diez salones de belleza-barbería, y tan sólo tres clínicas ¿Por qué? ¿Será que nos gusta estar bonitos, o enfermos? O tal vez confundimos la salud con la belleza, y peor aún, la belleza artificialmente resaltada.  Porque, indistintamente a la habilidad del peluquero, subyace la belleza humana, de lo contrario el negocio no resultaría provechoso. Aún así,  las mujeres van donde alguien que “les haga la magia”, totalmente ignorantes de su propia hermosura. Ahora bien, ¿Es mejor un cabello bien arreglado, a una sonrisa espléndida y espontánea? ¿Un seno, aunque pequeño delicioso al tacto, a otro inflado de artificio excesivo?  ¿Dependerá su bienestar final, de  cada mujer que la envidie, o de cada hombre que la desee, o finalmente… de su propio ser?  Las mujeres de la tribu africana Mursi, se deforman el rostro siguiendo preceptos propios de estética femenina. Las geishas también lo hicieron con sus pies.  En consecuencia, no es cuestión de tiempo, ni de cultura, sino de humanidad.

Una cosa es lo bonito (que nos gusta)  otra lo bueno y otra lo que debe ser. El deber ser, es independiente a lo bueno o a lo bonito.  Lo bonito y lo bueno, en ese mismo orden, son objetos de mayor a menor subjetividad. “El deber ser”, es lo finalmente bueno para el ser y su entorno.  Porque si bien es cierto que algo puede ser feo (no bonito) y bueno para mí, no necesariamente implica que sea lo que debe ser. ¿Qué nos da el deber ser, entonces? El individuo y su relación con el entorno.  Un ser que se ignora a sí mismo o a su entorno, jamás actuará de la forma que debe ser, eligiendo siempre lo bonito o lo bueno para sí mismo.  De igual forma, la necesidad es una cosa, el poder otra, y la necesidad de poder otra... Hace poco vi a una mujer defender su bolso de alguien que intentaba quitárselo apuntándole un revólver a la cabeza.  Hace poco un actor de carrera de autos, murió estrellado y explotado en un deportivo que ni siquiera conducía. Una cosa es lo que la vida es, y otra cosa es lo que queremos que sea.  Nos hemos acostumbrado a percibir la realidad a través de figuraciones ajenas, olvidando nuestra propia naturaleza y su interrelación con lo que le rodea. De allí proviene el dolor existencial y la necesidad de suplirlo adquiriendo “cosas”.  Porque tal vez ignoramos que no se suple el ser teniendo, sino  siendo. Yo criticaba a mis paisanos consumistas, pero el pasado Black Friday me confirmó que no sólo somos nosotros, sino otras naciones también, y aún de economías mucho más pobres.

Lo cierto es que ahora tenemos un crecimiento que resuelve muy poco, y nos ha llenado de nuevos y peores problemas. ¿Qué hay del bienestar y la tranquilidad social?  Dormimos mucho menos, nos sentimos más inseguros, el costo de la vida se incrementa, los tranques nos abruman, vivimos a contratiempo y estresados. La deuda material crece de la mano a la moral, arrastrando políticos corruptos, como aguas malas en la marea del “crecimiento”.  Porque aparte de los sobrecostos, subyace la total incapacidad de entender los problemas sociales, porque ni siquiera entienden (ni quieren hacerlo) al medio, ni a la gente que los rodea (más allá de la zona de adulación)  ¿Luego, para qué construir grandes cosas si perdemos al humano?   Aclarando que, todo crecimiento sirviéndose del individuo (y no al revés) jamás deberá llamarse progreso. Así como “paliativo” tampoco es solución, ni mandatario implica necesariamente liderazgo. La falta de claridad existencial en la persona, crea y sostiene a los malos gobiernos.   ¿Queremos un buen gobierno?.. aprendamos a discernir, porque el futuro nace de nuestras decisiones actuales, individual y socialmente hablando.

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