MASLEIDOS

viernes, 9 de noviembre de 2012

La más pura esencia de la mediocridad panameña


La educación pública en Panamá, otro ente satanizado por todos los gobiernos… ¿Pero qué hay de cierto tras el odio que le tiene el pueblo a los maestros huelguistas?  Dicho de otra forma, un pueblo que no espera más de la educación, que un tiempo-espacio para que otro les cuide a sus hijos “porque ellos trabajan demasiado” (o fiestean demasiado).  Para ser honesto, y no quiero decir que todos seamos así, mis previas y muy sinceras disculpas a quienes puedan ofenderse, pero en la educación panameña hay demasiada hipocresía involucrada, de los docentes, de los padres de familia y  autoridades. ¿Qué padre está verdaderamente al tanto de lo que estudian sus hijos?, tal vez muy pocos.  Peor aún, los que nos confiamos al pagarles “una escuela privada” a nuestros hijos, como si eso fuera garantía de: 1-Forjar de la mejor forma al chiquillo 2-Educar de la mejor forma al chiquillo 3-Cuidar de la mejor forma al chiquillo 4-Entretener de la mejor forma al chiquillo 5-Amar de la mejor forma al chiquillo.  ¡Santo milagro!, muchos panameños no quieren maestros, sino niñeros de alto perfil.  Cualquier cosa menos afrontar la responsabilidad en la educación y formación de nuestros hijos, independientemente  a la escuela en que los metamos (pública o privada).  Peor aún, si hay maestros mediocres (de preferencia huelguistas) sobre los cuales achacarles nuestros fallos formativos como padres.  Sólo habría que ver la disciplina, que ni los disciplinamos, ni dejamos que nos lo disciplinen los maestros, porque somos padres para consentir, regalar y relajear con nuestros hijos. Siempre con la excusa perfecta del proveedor incansable, que no tiene tiempo de calidad, ni de cantidad para sus hijos.  Porque en el fondo no quiere, y le cuesta aceptar que ser padre también implica dejarnos importunar por la intranquilidad, irritabilidad,  tozudez, y desobediencia de nuestros hijos (por y para lo cual, obviamente, necesitamos compartirles tiempo).  Luego, ¿Quién paga el plato roto?...lo primero que tengamos a mano: Los maestros.



Pero qué decir de aquellos maestros y profesores (públicos o privados) que bajo el amparo de las leyes protectoras de menores, sólo se dedican a embutir el cerebro a sus educandos, sin ejercer  la disciplina como factor formativo, sino  como antesala a la expulsión (el camino más fácil).  Aquellos maestros que no exigen, ni explotan la creatividad intelectual de los alumnos, apenas suscritos a un temario arcaico que no acepta variabilidad, ni diversidad de criterios.  Aquellos maestros y profesores que cuentan los minutos para que termine la hora (igual o más que sus propios alumnos), llegue el fin de semana o el día de pago.  Que no incentivan el diálogo, la discusión, la confrontación racional, los foros, las tertulias, la libertad y diversidad de opinión.  ¿Luego, cómo exigirles a los estudiantes que dejen de aspirar únicamente al pase, o a un pueblo que exija sus derechos y participe activamente de la democracia, cómo exigir la excelencia ciudadana cuando toda la vida nos han forjado como mediocres?  ¿Para qué crear estudiantes, si no forjamos humanos primero, para qué hacer profesionales si no creamos ciudadanos primero?.  Sin embargo,  hay un punto  insoslayable, tan eterno como los piojos en nuestra educación: La mala paga.  En Panamá, dada la pésima distribución de riquezas, la escala salarial no es muy buena.  A medida que pasa el tiempo (por ser Panamá un país de alto consumo y poca producción) las profesiones tradicionales se van estancando salarialmente, y las nuevas  (de preferencia tecnológicas-económicas) las van reemplazando.  Antes, ser docente era tremendo orgullo y estaba muy bien remunerado.  En nuestros tiempos, y bajo este gobierno peor, los maestros disputan su nivel salarial con las hormiguitas (que recogen basura en la calle) ahora que se les va a aumentar a quinientos dólares.  También lo disputan con taxistas, choferes de metro bus, operadores de callcenter, mensajeros y policías.


¿Estamos verdaderamente conscientes de la importancia que se le da a la educación de nuestros hijos? ¿Luego, cómo exigir excelencia educativa, o peor aún, cómo imponer una transformación curricular?... eso es ser demasiado hipócrita (acudientes y autoridades educativas). Sin embargo,  ello no justifica la mediocridad, por más que se martirice a “la vocación”.  La salida más digna sería buscar otra profesión.  Y así está ocurriendo y ocurrirá, hasta que se privatice completamente el sector educativo, o “alguien” (llámese pueblo o gobierno) reaccione.  A mí me parece que nuestras autoridades desean reemplazar la educación por el entrenamiento, so pretexto de la “bendita modernidad”,  dado el énfasis de esta administración por el uso de las computadoras y el inglés.  Caso tal, no habrá más químicos, matemáticos, físicos, ni biólogos.  Y en algún lapso de tiempo-espacio, saldrían arquitectos, ingenieros y médicos panameños, educados por otros arquitectos, ingenieros y médicos.  Y así hasta la obsolescencia, o colapso total del sistema educativo nacional.  A no ser que, nuestro flameante gobierno, decida también importar la educación (dada la tendencia a importarlo todo)…  o terminemos (todos) viviendo como comerciantes ignorantes y embrutecidos. De cualquier forma, nada  justifica la mediocridad palpable en algunos docentes que “luchan por luchar”, “cobran por cobrar”, “faltan por faltar”, “enseñan por enseñar”  y viven de huelga en huelga.  Los cuales dan la excusa perfecta a padres de familia recostados, y a los pésimos gobiernos,  de satanizar a nuestro sistema educativo, otrora orgullo nacional.




De cualquier forma, ¿Si en este país hay plata para subirle el salario a los comisionados y subcomisionados de la policía, por qué mantener a los docentes mal pagados?...Allí entra, pues, la  hipocresía del gran ente “insuficiente”, por no decir, inepto o mediocre  de nuestro gobierno (éste, los anteriores, y posiblemente los que seguirán implantando la más pura esencia de la mediocridad, en nuestros jóvenes).  El lado que no ven (o no quieren ver) los cómodos padres de familia,  recostados a nuestro pobrísimo sistema educativo (hipocresía retroalimentando hipocresía)  es precisamente el monstruo que se oculta tras la mediocridad docente: Nuestro gobierno nacional.  Que en esta administración se ha vuelto tan histriónico-mediático, como político y absurdamente “obtuso”.  Nos venden la idea propagandística de una transformación curricular, que no repara escuelas, ni muros…  Una transformación curricular que a la fecha no ha dado serios resultados.  Una administración que además de promover la mediocridad en su más pura esencia (por acción y omisión de nuestras mismas autoridades, docentes y acudientes) refuerza el paternalismo a las más tempranas edades, mediante becas que NO promueven  la excelencia, y mochilas o computadoras que aportan quién sabe qué, o a quién...  Pero, ¿Qué hay de supervisar verdaderamente la calidad de enseñanza, y depurar las malas fichas del sistema docente? ¿Qué hay de la responsabilidad ineludible, ante el deterioro de la educación en sí, y los centros educativos? ¿Qué hay de los sueldos tan pobres que ofrece?.  No, la transformación curricular yo no sé a quién esté transformando, ni qué haya logrado, ni cuántos “concursos” haya promovido, pero nada de eso (igual que el resto del gobierno) parece haber sido substancial, ni positivo siquiera.  La calidad de la enseñanza se ha deteriorado progresivamente en todos los gobiernos, y esto lo digo como profesor universitario que fui, pero más aún como alumno que recuerdo haber sido.   Como sea, diremos entonces que “todo es preferible” a luchar larga y visceralmente  por revertir un mal tan longevo.  Imagino pues, que la solución más fácil y práctica sería  ofrendar nuestro futuro social  (la educación y formación de nuestros jóvenes)  a esta maligna trinidad, que nos consume en la eterna hipocresía de padres, maestros y gobiernos.

martes, 6 de noviembre de 2012

El último amigo que les queda



Que un comisionado y subcomisionado gane lo mismo que un ministro y viceministro de estado… ¿Cuál es el trasfondo de esto?.  El gobierno actual le ha dedicado mucha atención a la policía, me refiero a los aumentos de salario, discursos y demás motivaciones para “mantener la moral de la fuerza en alto”, y como promesa electoral pendiente.  ¿Pero, a qué se debe tanto énfasis en un organismo  que los otros gobiernos mantuvieron “a segunda mano”?.  La policía tiene un valor social indiscutible en Panamá, definitivamente.  La tropa ha merecido los aumentos que le han participado, y es muy probable que los comisionados y subcomisionados también lo merezcan.  No es motivo de este artículo generar juicios morales, ni de cualquier otra índole, ni mucho menos  señalar, o indicar si se merecen o no los aumentos.  Cualquiera que haya estado en una situación de  peligrosidad, fuese a nivel personal, familiar, en una riña tumultuaria, o situaciones por el estilo, aprecia de muy buena fe la intervención policial, obviamente, más aún cuando se trata de ciudadanos responsables, honestos y comunes. ¿Por qué mandaron a una policía militarizada (no así a la tropa urbana) a reprimir manifestaciones civiles (no del todo delincuenciales)  en Colón y/o Panamá, Bocas, Chiriquí etc.?...es una cuestión muy reprochable que quedará en el entendimiento y la conciencia de ellos mismos y de quiénes los mandaron.  Ver artículo Lo que trajo la ley 72.  Lo que yo cuestiono en este artículo, es el extraño proceder de nuestro gobierno, para con la fuerza policial.  Sobre todo a la luz de los últimos acontecimientos, en los cuales se habló de golpe de estado.



Yo recuerdo la vez que renunció el ministro irrevocable, ver artículo Hacia dónde carajo vamos.  Sus declaraciones inmediatas, no así las mediatas, pintaron una especie de insubordinación de los altos mandos policiales.  Se habló de “cerrar filas” inclusive.  Entonces, el gobierno demoró en manifestarse oficialmente, y el país quedó a expensas de una gran marejada de nefastos rumores.  También se habló de golpe de estado, hubo una rotación de personal y el irrevocable regresó, pero, no se oyó que hubiera habido destituciones en el organismo policial.  Fue algo así como “un empate técnico”.  Y me quedé con la gran pregunta: ¿Por qué no se ratificó la ordenanza civil, claramente en aquella situación, que todos catalogamos crítica?.  De entonces hasta ahora, si no me falla la memoria, ha habido galardones y aumentos para la entidad policial, y el ministro aquel quedó en un tercer plano.  En consecuencia, el tiempo parece haber favorecido a la policía, y enterrado al civil.  El viernes aquel, cuando se ejecutó el saqueo en Calidonia, el día comenzó sin autoridades que supervisaran de cerca las protestas del sindicato de obreros.  Consecuencia inmediata y natural a la falta de presencia policial, fue un tremendo caos, paralización del país y saqueo expansivo.  Igual a la vez del evento de “cerrar filas”, el gobierno demoró en manifestarse oficialmente.  Esta vez, la sensación que nos quedó fue bastante desagradable, el presidente estaba fuera del país, había un caos en el país y la policía demoró en actuar.  Definitivamente se habló de golpe de estado.  Ambas situaciones se dieron de Marzo a Octubre del 2012, muy poco tiempo entre ambos acontecimientos. ¿Luego, qué ocurre tras bastidores?




Un gobierno con serios desafueros populares, y una acción policial “inespecífica” (dados los dos acontecimientos antes relatados) no da pie a nada, genera muchísima suspicacia e incertidumbre.  Sobre todo por el extraño coqueteo del gobierno para con dicha fuerza, léase  los aumentos, las promociones, los reconocimientos, ¿Sólo para mantener la moral de la fuerza en alto, o por una promesa electoral?... ¿Por qué tan extraño coqueteo?  Todos los que tenemos cuarenta años o más, podemos recordar con cierta claridad, cómo se llevaban las cosas en el país antes de la invasión, léase, durante la dictadura.  Cómo los militares nombraban presidentes de trapo, presidentes títeres, puestos y depuestos al antojo de las fuerzas de defensa.  Cómo habiendo un “gobierno civil”, detrás mandaba una dictadura militar.   Luego, vinieron los norteamericanos a quitarnos lo que ellos mismos nos pusieron (una dictadura militar, en respuesta al alto grado de corrupción, desorden y golpes de estado  que existían entre los gobiernos  civiles anteriores  a los militares). No es saludable para la democracia, ni da buen aspecto al actual gobierno, seguir generando tanto ambiente de anarquía en el país, tanto desagrado popular, y a la vez, tanta “afabilidad” para con la policía. Pero a esta altura ya nada me sorprendería, dicho sea de paso.  Tengo tantas hipótesis en la cabeza,  que por prudencia prefiero no publicar, sin embargo, todo dice que “nada es lo que nos quieren hacer ver”.  Analizando el desorden político, los golpes de estado, la dictadura militar y la invasión, yo diría que en Panamá, aún siendo un país tan relativamente joven y pequeño, hemos visto demasiadas cosas (incluyendo una guerra con la otrora primera potencia  mundial, que de ser nuestra amiga, pasó a ser nuestra peor enemiga y luego nuestra libertadora… ¡Que patético!)  Veinte años de democracia y progreso lineal, no constituyen ni siquiera la cuarta parte de nuestra historia republicana (109 años) . ¿Qué otra cosa más pudiera ocurrirnos, o repetirnos? .  De cualquier forma, a mí no me corresponde decir qué.  Pero este gobierno ha levantado tantos frentes de choque al mismo tiempo y por todos lados, como obras planificadas para antes del 2014 (incluyendo el nuevo monorriel en el área oeste…)  El desprestigio, la corrupción y el desagrado que los rodea, técnicamente los ha dejado solos. ¿O será que la fuerza policial es el último amigo que les queda? ¿Eso es posible? ¿Dado los antecedentes, acaso eso sería lo mejor? ...

viernes, 2 de noviembre de 2012

¡De eso se trata la democracia!




¿Qué tan vinculadas están nuestras autoridades de la realidad pública? ¿Cuántos buses han tomado en toda su vida? ¿Cuántas veces han utilizado los servicios públicos, fuera de aquellos de entonces como el agua, la luz y el teléfono?... Porque, en campaña electoral la gran mayoría dijo “tener las mejores propuestas” y al final (en lugar de arreglar)  empeoraron todo.  Porque los que no saben del asunto, inventan locuras, y los que de verdad han sufrido las penurias populares, jamás están para recordarlas...  ¡Al presidente le duele el dedo!... porque le cerraron la puerta del monorriel de Japón sobre la mano.  Que cierren la puerta de un transporte colectivo en la mano de alguien, es algo tan común para el panameño, que me extraña que el presidente haya tenido que viajar a Japón para sentir algo así.  Y no sólo gente con manos o brazos rotos,  por la imprudencia de los choferes de diablos rojos, sino por  la gran cantidad de muertos, mutilados, lesionados, ultrajados, robados, asesinados y demás.  De otra forma, que hablen los muertos del jarabe, la KPC, o los quemados del bus. Sin embargo, por no ser negativo, digamos que aquello (lo del dedo)  fue de buen augurio.  Porque el presidente, aunque fuera en ese instante, quizás pudo volver a sentirse “pueblo”, repito, quizás pudo (no necesariamente tuvo que ser así)  Ya casi no recuerdo, entre tantas cosas que ha dicho de entonces hacia acá, la última vez que hizo alusión a “los zapatos del pueblo”.  O será que como estamos a un año y sencillo de las elecciones, el excelentísimo trata  de calzárselos de nuevo.  Aún así, el problema es que tal vez el pie le haya engordado demasiado desde entonces...  No así con el pueblo, de tanto esperar metro bus, corretear diablo rojo o taxi pirata, evitar las reparaciones de calles o aceras, esquivar la basura, y finalmente, el costo de la vida (que ya a algunos, ni les permite cambiar de zapatos)



Es un gesto loable que el señor presidente haya querido atenderse en el hospital  de la 24 de Diciembre, como cuando comía empanadas, hacía raspados, pegaba bloques y saltaba de cama en cama durante La Cáscara.  Dicho sea de paso, en su visita aseguró públicamente que la atención en el hospital  fue de primera, y estaba en buenas condiciones (o algo por el estilo).  Pero digo, en honor a la verdad, no es “Pablo Pueblo” el que se está atendiendo, sino el presidente de la república.  ¿Cómo no lo van a atender bien?...  En un país como el nuestro (y muchos otros)  el ciudadano presidente, jamás será tratado de  la misma forma que a cualquier ciudadano.  Desde el “bien cuidao”, hasta los médicos de cualquier hospital, en Panamá la atención pública (e inclusive la privada) cambia mucho si se llega rodeado de un grupo enorme de seguridad y manzanillos.  Mucho peor aún, si se trata del presidente de la república.  Porque en este país no existe permanentemente  la equidad, ni la igualdad, ni nada de esas cosas que suenan tan bien en la teoría, pero que en la práctica se deshacen cuando las abanican los billetes.  


Si el presidente quisiera conocer en carne propia y de primera mano, la verdadera atención que ofrecen diariamente nuestras entidades (hospitales, ministerios y demás instituciones)  al pueblo, yo lo invitaría a despojarse de tanta gente alrededor, y a que se disfrazara de panameño común (para que no lo reconozcan).  Entonces sí, debería anotar todo lo relativo a: Trato, abastecimiento, demora y efectividad.  Si el señor presidente consiguiera como ciudadano común (inclusive, ni siquiera como empresario pudiente) que le den trato presidencial, o dicho de otra forma, si como presidente  consiguiera que lo trataran como a cualquier otro ciudadano (de esos que ahora llaman “de a pie”) yo diría que estamos en una verdadera democracia.  Porque de eso se trata la democracia: Que al presidente se le trata como a cualquier otro ciudadano, y a cualquier otro ciudadano se le trate como al presidente.

Una tortilla, por setenta y ocho hamburguesas


La población actual de Estados Unidos oscila entre 312 millones de habitantes, y la de Panamá de 4 millones (con un pronóstico demasiado optimista).  No soy economista ni nada por el estilo, pero me parece que para establecer cualquier tipo de competencia, los competidores deben ser de categorías similares y  deben competir en condiciones  similares.  Yo quisiera saber a cuántos gringos les gustaría comer tortillas panameñas, y a cuántos panameños les gusta comer hamburguesas gringas.  Dado el carácter imitador de nuestro pueblo, en lugar de que  los gringos empiecen a comer tortillas panameñas (haciendo rico a nuestros productores) los panameños, inclusive en el mismo Panamá, terminaremos comiendo  más hamburguesas que tortillas (dicho sea de paso, muchas  más de las que ya consumimos). ¿Por qué? Porque nos veremos tan invadidos de hamburguesas, que los productores de tortillas terminarán viendo mucho más rentable la importación de hamburguesas.  Tal y como yo veo las cosas (aunque se me diga negativo, no puedo cegarme)  los pequeños y medianos productores panameños, sin capacidad de competencia para con los productores gringos, van a quebrar.   Van a succionar al mercado local, castrando a la producción nacional.  Sin importar la capacitación que les den los MEGA técnicos Vietnamitas que traerá el actual gobierno, y los incentivos que mencionan las autoridades del agro, sobre regalar plasmas y otras cosas (lo vi hoy en la TV, ¡Beca universal, para los productores!...este gobierno todo lo resuelve como oferta de supermercado o feria popular) La industria local se va a arruinar en muchos rubros, y los pocos productores que puedan, van a terminar convirtiéndose en importadores.  Esos importadores, al poco rato descubrirán un tope de ganancias muy inferior a las que obtenían anteriormente como productores.   ¿Por qué?, porque ya el mercado actual tiene enormes tiburones, que se dedican a la importación masiva, contra los cuales jamás podrán luchar los nuevos importadores ex productores.  En consecuencia, perderán los productores, y sistemáticamente, se irá reduciendo, dada la naturaleza del mismo tratado, la cantidad de importadores actuales.  A tal punto que, finalmente se favorecerán los grandes importadores locales, léase, los mismos de siempre y que no hace falta mencionar, porque todos ya conocemos.




Esto me recuerda mucho al cruel cuento de la globalización, que dicho sea de paso, no ha traído la “optimización” que se esperaba en el mundo.  En lugar de “subir los estándares de vida” de los pobres, lo que ha hecho es bajar los de la clase media (mismo esquema de nuestra actual administración) generando aún más pobreza, y haciendo a los más grandes y poderosos, aún más grandes y poderosos.  Hoy escuchaba por la televisión a esa autoridad poner de ejemplo a Perú…uno de los países más pobres de sur América.  Yo no he escuchado mucho revuelo con esto, tal vez porque viene de otros gobiernos, pero le cae como anillo al dedo al actual.  Yo no sé si el frente por la democracia y las demás fuerzas “vivas” del país, no han visto la potencialidad negativa de todo esto.  Peor aún, en un país donde las riquezas están tan mal distribuidas, en uno de los peores países del mundo en dicho aspecto, nuestro tan querido y abusado Panamá.  Esta es otra triquiñuela, ahora implantada en nuestro territorio como aquella MEGA tormenta Sandy, como una segunda invasión, esta vez, económica. ¿Y qué debemos esperar de ese “noble” intercambio comercial?  Productos y bienes especialmente fabricados para importarse al tercer mundo… Por suerte, como dijo el sujeto de la televisión hoy, Panamá tiene altos niveles de regulación fitosanitaria, mejores que en la misma gringolandia. ¡Ya aburren con ese cuento, que vienen repitiendo desde la pasada administración!  El asunto no es qué controles tenga Panamá, sino con qué frecuencia y a qué cantidad tendremos que estar “aguantando” goles de Estados Unidos, ¿Tendremos la capacidad?.  En un abrir y cerrar de ojos, contemplando la reactividad y baja pro actividad de nuestras autoridades, en lo que un exportador masivo de esos nos meta un producto dañado, y los panameños nos demos cuenta…tendremos a media población intoxicada.  Recordando el caso funesto del jarabe envenenado, ahora posiblemente multiplicado a la “N”, con el TPC.  Estos esquemas de erradicación y exterminio gradual, que implantan las “modas” de las grandes potencias, sobre los países menores (tercermundistas) siempre encuentran eco y aceptación en gobiernos impopulares,  débiles, de baja justicia social, no pocas veces represivos, y muy  proclives a la corrupción o a las torceduras de brazos.  Así lo han implantado en algunos países de Latinoamérica, y cuando Latinoamérica tenga la capacidad de “hacer recuento de daños”, entenderá por fin que se vendió a muy bajo costo.

El silencio de la defensora, y el lamento de los inocentes


"Le prometo al pueblo panameño que así como prometí de niña hacerle justicia a mi padre, le haré justicia a cada ciudadano y ciudadana de este país, que sus derechos serán respetados y que exigiremos la justicia, porque la justicia no se pide, sino se exige"….palabras de Patria Portugal.


La defensora del pueblo, Patria Portugal,  prefirió no dar declaraciones mientras ocurrían los disturbios pasados,  para “no echar más leña al fuego”…según noticia publicada en www.prensa.com,  el 2 de noviembre de 2012 en artículo de Ana Teresa Benjamín.  Este tipo de argumentaciones, son las que no hacen cuadrar mi sentido común, para con el proceder de nuestras autoridades.  Este gobierno se ha caracterizado no por ser dirigido por un hombre “intenso” tal y como dice de sí mismo, el presidente de la república.  Sino por  la suma informalidad con la cual han llevado, y opinado sobre muchos asuntos álgidos.  La formalidad, aunque no se crea así, los protocolos, los procedimientos, controles y demás, más que un efecto decorativo, no pocas veces generan una barrera de protección del ciudadano para consigo mismo, una barrera de protección del individuo para con su propia “animalidad” (sobre todo, cuando opera en masa).  Peor aún si hablamos de “la cosa pública”.  Claro que, en los diferentes gobiernos se ha venido abusando tanto de la dichosa “formalidad”, que han generado lo que ya todos conocemos como coágulo burocrático.  La burocracia impide muchas veces que los procesos públicos fluyan con prontitud y efectividad.  Lo cual no ocurre en ciertas empresas privadas, en la que eventualmente “el dueño” agiliza cuanto proceso se le interponga en la ejecución de determinada obra.  El problema aquí,  es que el estado panameño no tiene “dueño”, por un lado (razón que quizás le cueste mucho entender, a este gobierno de corte privado).  En consecuencia, no se pueden obviar los controles y procedimientos gubernamentales “así porque sí”.  Y como el estado panameño no tiene dueño, y como el estado es de “todos”, o mejor dicho, todos somos el estado… si se cancelan los procedimientos y controles, la cosa pública se volvería tremendo desorden.  Desorden del cual bien pueden surgir eventos lamentables, léase corrupción y otros.  En consecuencia, las medidas de control, seguridad, procedimientos y protocolo, tienen su razón de ser.



¿Pero a qué viene toda esta parrafada de informalidad vs formalidad?... ¿Cómo es posible que la defensora del pueblo hable de esa forma, refiriéndose a acontecimientos tan crudos y lamentables como los que vivimos en Panamá hace menos de un mes ?.  “Echar leña al fuego”… lo mínimo que uno espera de una autoridad con investidura similar, es un poquito más de vocabulario, algo de cadencia tal vez.  Pero bueno, supongo que si este gobierno tiene a un individuo como “aquel”,  de presidente de la asamblea legislativa, y a un ministro bachiller, y a la máxima autoridad hablando de “pajas mentales”…¿Qué podemos esperar del léxico de la defensora del pueblo?.  Tengo entendido que la joven estaba en uno de los últimos años de derecho, o ya era abogada cuando la nombraron.  De igual forma pregunto, porque no es cualquiera que se gradúa de una universidad, y menos de tal profesión:  ¿Es preciso que nuestra defensora del pueblo, hable de “echarle leña al fuego”?, ¿Será que no pudo decirlo de otra forma?.  Sin embargo,  eso no fue  lo peor.  Lo peor surge del análisis completo  de todo lo que dijo, que prefirió no dar declaraciones por “no echar más leña al fuego”.  Hay un viejo refrán que dice: “El que calla otorga”, y me permito recordarlo en este preciso momento.  Siempre queda algún tipo de vínculo entre el ejecutor de una maldad, y quien sabiéndola, no la denuncia (peor aún, si es su responsabilidad).  Bien dijo Gandhi, que  “Lo peor de la gente mala, es el silencio de la gente buena”.  Si la defensora del pueblo de Panamá, prefiere callar por no polemizar, o por no empeorar el asunto… pues, ¿De qué nos sirve tenerla allí, pagando su salario de nuestros impuestos? ¿Para qué nos defienda en silencio (por no echar más leña al fuego)? ¿O para defender al pueblo, con liderazgo y valentía, independientemente al momento que sea?.  Porque mientras ella pensaba en “no empeorar el asunto”, hubo gente muriendo, que dio su cuerpo a las balas por defender nuestra razón social.   Pero no, nuestra defensora del pueblo, no defendió a nadie, sino que prefirió callar, por “no echar leña al fuego”, ¿Qué clase de actitud es esa? ¿Qué clase de excusa es esa? ¿Qué clase de defensora es esa?


Ahora manifiesta un informe preliminar (ni siquiera el definitivo, después de dos semanas) alegando que “prefirió no echarle leña al fuego”… ¡Qué bien!.  Entonces, llamemos al Chapulín Colorado.  Además, no sé si la defensora del pueblo sepa, que “justicia tardía, no es justicia”. Defender a un pueblo no se trata de contar bajas y heridos.  Defender a un pueblo no se trata de hablar “lo más informal” posible.  Ser defensora de un pueblo, no se trata de hacerse la “histérica” en otras situaciones de índole público.  No se puede defender a un pueblo callando cuando la situación aprieta,  “por no echarle leña al fuego”.  Cuando ella fue elegida, yo pensé que la elección había sido correcta, pese a la marejada de comentarios en contra (por su falta de  formación en el área, nivel académico etc.).  Ahora pienso que el puesto le quedó demasiado grande, no tanto así por la manera cómo se expresa y su precario recurso verbal, o por su nivel o tipo de preparación, o por su experiencia, sino por la misma trascendencia de los mismos acontecimientos, como dicen por allí “de palabra, pensamiento, acción u omisión”.  Bien lo dijo la Biblia: “Por sus frutos los conoceréis…” Mateo 7, 15-20.