MASLEIDOS

viernes, 27 de junio de 2014

La democracia no sirve si no se vive.




Los pueblos apáticos y conformistas prefieren las hieles de las dictaduras a las mieles de las democracias.  Porque la democracia requiere compromiso, acción y solidaridad.  El pueblo es el molde sobre el que se cuaja la democracia.  Nosotros ponemos los límites y decidimos como queda a lo largo del proceso.  No sólo votando cada cierto tiempo por un rey mago que nos llene de regalos.  O por un “Santa”, que milagrosamente resuelva todos los problemas sociales que ignoramos a diario con “el juega vivo”.  Votamos por una cara o una marca publicitaria, votamos consciente y voluntariamente por una mentira, siempre que esa mentira no exija mayor compromiso al de votar cada cinco años.  Sin embargo, todo necesita mantenimiento para que funcione bien, y la democracia tampoco es la excepción.  Nuestro pueblo (cada vez más consumista y menos productor) no posee la cultura de cuidar y mantener, sólo comprar y cambiar según el mercado y la moda (las encuestas)  De forma similar entendemos la democracia, usar lo que nos dé durante cinco años y luego cambiarla por  otro modelo. ¿Pero dónde queda el compromiso personal de hacer lo correcto, luchar por convicción propia y cuidar los logros?  Por esa falta de compromiso es que varias personas lloran con resignación derrotista, que el gobierno va a ganar por las encuestas…  ¿Luego,  y qué con la convicción personal de cada ciudadano?

Si vemos la política como una carrera hípica, entonces dejaremos que las encuestas voten por nosotros.  Seremos fácilmente sugestionables con tan pobre concepción del deber ser, y nuestra debilidad de carácter nos impida actuar por convicción propia. Con esa actitud tan entregada y ajena al problema en sí, con esa falta de compromiso, rindiéndonos antes de que comience la contienda, no importa a quien elijamos (el mejor o el peor) pronto, y de seguro mucho más pronto de lo que pensábamos al elegirlo, resultará tremendo fiasco.  Porque lo más seguro es que cuando se degrade “el milagro electo” y tienda a volverse dictador, no estemos allí para frenarlo.  Se necesita la misma fortaleza y convicción personal para elegir “bien”, como para allanar la senda de nuestras propias decisiones.  Aquí el menor problema son los candidatos sino la actitud del votante, antes y después de las elecciones.  Como los novios que se casan engañados, hacen tremenda celebración y en breve se divorcian.  Porque uno no adquiere un compromiso engañado, ni engañando.  Porque todos los compromisos se conservan manteniéndolos.  Llámese matrimonio o gobierno, se requiere honestidad, compromiso y acción, de lo contrario la relación quedará sentenciada al fracaso desde su génesis.  No podemos engañarnos, mientras el interés personal mande sobre el social, esto no funcionará, sin importar lo que digan las encuestas o los hechos.  Y el interés personal no sólo prevalece en los sobrecostos de una MEGA obra, sino también al mirar para otro lado porque “algo” no me afecta directamente.

¿Sin embargo, cómo practicar la democracia a nivel político, si no la practicamos en las casas, escuelas y trabajos, con nuestros cónyuges, hijos, compañeros y colegas?  La democracia no sirve si no se vive, quedando reducida al mero circo mediático y al engaño oportunista de quienes gustan mentir, y de quienes gustan ser engañados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario