MASLEIDOS

martes, 15 de julio de 2014

Sólo falta voluntad



Los medios han hecho fiesta, armando otro bochinche de patio limoso y haladera de greñas. Hacer público el dinero del  que uno cuenta, en este país repleto de extranjeros secuestradores, clonadores y maleantes locales (de todos los perfiles) es absurdo.  Por razones humanas, debería considerarse un asunto de alta peligrosidad.  Pero insisten en el tema, como por venganza, morbo o quién sabe qué. Sin estar a favor del que pudo haberse rebuscado en el gobierno pasado, yo considero que la declaración debe hacerse en privado.  Fuera de la demagogia, los discursos de barricada, las actitudes triunfalistas y la mera rabia, declarar los bienes propios es un asunto de seguridad personal y familiar.  Lo cual tampoco implica no investigar.

¿Qué Endara lo hizo?... argumento a destiempo e inaplicable.  El tiempo hace diferencias insoslayables no sólo en las personas, sino en los pueblos también. Cuando Endara, tal vez vivíamos en un país quizás menos violento (recién habiendo sobrevivido a una invasión y a los reductos vandálicos de civiles armados) bajo el apoyo casi directo de las fuerzas armadas norteamericanas.  Que dicho sea de paso, lo brindaron en momentos álgidos de la nueva democracia débil e incipiente.  No como ahora, cuando el secuestro y la criminalidad en todos sus aspectos, parecen haberse globalizado como uno de los negocios más lucrativos del mundo.

¿Debemos esperar algo similar de Martinelli?, como él siempre dijo que “Entran limpios y salen millonarios”. Aunque también dijo que el PARLACEN era “una cueva de ladrones”, y terminó afiliándose en tiempo récord. Peor aún, recordando aquella vez que tuvo que llamar a trece notarios para que le creyeran lo de la reelección, y poco después la ex primera dama terminó siendo la vicepresidenta del continuismo. E inclusive, ya terminando su mandato, avaló una ley para subir la seguridad de los ex presidentes y algunos familiares. Luego, ¿Deberíamos esperar que Martinelli declare públicamente sus bienes, con lo riesgoso que esto significaría en nuestro Panamá violento de hoy? Hay mucha gente que lo querría así, por aquello de que “con la misma vara con que mides y un cuarto más serás medido”...  Pero, honestamente, si lo hace me sorprendería.

¿Yo Varela qué hago?, establezco un colegiado.  Convoco peritos externos (sin vínculos con el gobierno entrante o saliente) en crímenes de alto perfil y peculado.  Le pido a los gremios del país elijan y me manden representantes en: Contabilidad y auditoría, administración pública, jurisprudencia, banca nacional e internacional y economía. Convoco también garantes de las iglesias, universidades y sociedad en general. Todos sin afinidad política, que no hayan ocupado cargos en el gobierno actual o el pasado, ni sus familiares hasta el segundo grado de parentesco sanguíneo o político. Ellos recibirán en PRIVADO y almacenarán en bóveda la declaración de bienes de los funcionarios del gobierno entrante y del saliente que por ley lo requieran. Posteriormente los habilito para que inicien investigación de oficio sobre todos los funcionarios del gobierno saliente, durante dos años. Al término del plazo, disuelvo el colegio llamando a juicio a los que sugiera la investigación.  Lo cual deberá repetir cada nuevo gobierno.


Ahora bien, soñar no cuesta… aunque a veces hasta para soñar se requiere coraje.  Algún día, algún gobierno hará algo similar por el bien de todos nosotros.  Y a partir de entonces, Panamá empezará a ser diferente.  Sólo falta voluntad.

lunes, 14 de julio de 2014

Indolencia, corrupción e injusticia


Mucha gente tiene fe en el gobierno de Varela, yo en lo personal considero que son perezosamente ingenuos, los pobres… Esta “cosa” que pasó en Chitré y el río La Villa, misteriosamente no ha cobrado víctimas fatales aún.  Ni siquiera, aparte de los peces fallecidos, se ha conocido si existen o no enfermos. No, no he escuchado nada al respecto.  La noticia sólo se queda en que “regaron algo en el río”, pero no profundiza, ni siquiera cuestiona la cantidad de enfermos o posibles defunciones.  Entiendo yo que los reporteros reales se internan en las comunidades y viven un poco de la tragedia, mientras estudian a profundidad el caso.  No sólo en viaje de ida y vuelta, para pasear y apuntar tópicos sensacionalistas.  Pero bueno, asumo que en nuestro país gran parte del periodismo es sólo amarillista-rojo, y muy poco investigativo.  Un periodismo insuficiente.

Lo que pasó en ese río, bien pudo pasarnos en Panamá y aquí nadie pregunta: ¿Están las potabilizadoras adecuadas para afrontar un caso de intoxicación o envenenamiento semejante?  El resto de los ciudadanos del país sufre de lo que yo denomino el síndrome del jarabe tóxico.  Mientras se sepa a quiénes mata y en dónde mata, al resto nos importa un carajo. Y el nivel de acción y reacción social, sólo se limita a colectar agua en garrafones. ¡Vaya! Ha de ser que al pueblo sólo le interesa Azuero para ir a carnavalear, y el resto del año, pues…no.  Todos enfocan la culpa y el tópico de la noticia, en el hecho de que “algo se echó en el río”, pero nadie parece ver que la potabilizadora no era lo suficientemente buena, para limpiar el agua de beber o bañarse de los pobladores afectados. ¿Y qué si algo así pasa en Panamá, en la capital?  No que nos envenenen un río, sino que suelten algo en la represa, que luego no puedan filtrar, y de un momento a otro borran gran parte de nuestra población.

¿Habrá justicia? ¿Cómo podrá haber justicia, si ni siquiera se conoce la verdad?  Ahora la excusa es que el nuevo gobierno está recién instalado etc.  ¿Pero acaso podemos confiar en que ya instalados se sepa qué ocurrió y cómo evitarlo a futuro?  Es verdaderamente tentador limitarme a pensar que sí, y entregarme a la pereza social disfrazada de tolerancia que tanto nos caracteriza.  Pero, la verdad es que siendo este pueblo, uno tan lleno de gente inteligente como la que votó en las elecciones pasadas, muy en el fondo todos sabemos que no habrá justicia.  No de ahora, sino desde hace mucho, y repito mucho tiempo atrás, no se puede confiar en la justicia, y no sólo panameña, sino humana en términos generales.  Vivimos inmersos en un mundo corrupto e injusto, en el que pareciera mejor ser una mala persona.  ¿Sin embargo, cómo serlo si no está en nuestra naturaleza?  Quizás, por ser tan buenos, cedemos terreno a esas fichas que terminan apoderándose de todo.  Porque están tan enfermos, que en su enfermedad ya no aspirar a curarse, sino a enfermarnos a todos.

Por si no lo hemos visto aún, la corrupción es el tóxico que ha envenenado al río de la vida panameña. Autoridades injustas, sucias e inoperantes, son el principal síntoma de nuestra corrupción social. ¿Luego qué nos queda? Protegernos a nosotros mismos.  Levantar una sociedad más consciente, menos corrupta y mucho más solidaria, que en lugar de volverse dependiente de la enfermedad (el sistema político-gubernamental) se limpie, sane y se salve a sí misma de la indolencia, la corrupción y de la injusticia.

Extranjeros redefiniendo al panameño

 
A los panameños nos invitaron a una celebración, pero por no llevar la vestimenta adecuada  nos cerraron la puerta en la cara.  Tratar de predicar sobre lo mismo, sería llover sobre mojado.  Pero nuestros vecinos sí fueron al mundial, e hicieron excelentes representaciones.  Sobre todo Costa Rica, que sin tanta fanfarria, como equipo y sin “superestrellas”, se le cuadró dignamente a Holanda. Quisiera decir lo mismo de Colombia, pero lo que le hicieron a Neymar, quebrándole con saña una vértebra, desluce todo el esfuerzo del equipo y su goleador.  Tal vez para neutralizar al contrario, o cuando menos eliminar competencia con lo del mayor goleador y James.  Que dicho sea de paso, aún no entiendo por qué pronuncian en español un nombre de habla inglesa…  Pero bueno, sabrán los colombianos, o sabrá él mismo (James)  A mí me preocupan más  los panameños, que de la noche a la mañana empezaron a llamarle de esa forma, cuando en Panamá a los “James”  los pronunciamos en inglés. Panameños que apostaban al triunfo de Colombia con insultos, confrontaciones y apasionamientos ridículos, como si ofendieran más que los mismos colombianos.

Panamá, como crisol de razas y todo lo demás, recibe mucha influencia internacional.  Siempre ha sido así, pero ahora más,  con esta “colombo-domini-venezolanización”  que nos impuso el gobierno pasado con su política de puertas abiertas. Como he dicho antes, el ballenato y la bachata han reemplazado a nuestro típico.  Colombia y Venezuela (a través de sus novelas vacuas, vulgares y violentas) nos están re-culturizando.  Si tuviéramos un organismo de estudio demográfico serio, podríamos evaluar qué hemos ganado aceptándolos.  Definitivamente, hay buenos inmigrantes, que aportan dinero y muchas cosas buenas al país.  Definitivamente, por razones humanitarias hay que ayudarlos.  Sin embargo, habría que ver qué y cuánto han aportado ellos al país, sobre todo por los que vienen diciendo que “el progreso de Panamá se debe a los extranjeros”, olvidando que ellos se mudaron a Panamá precisamente por su progreso.  En consecuencia, el progreso panameño existía antes de que llegaran.  Pero como siempre he dicho: “La ingratitud sufre de muy mala memoria”  En la mayoría de los crímenes  más innovadores, crueles y salvajes reportados, casi siempre destacan extranjeros. Y para colmos vienen de imprudentes, chabacanos y groseros, exigiendo a voz en cuello, como si fueran dueños del país.

El carácter consumista de los panameños, nos hace imitar muchas cosas.  La persona que consume en exceso, muchas veces lo hace sólo por “no quedarse atrás”, porque vio o escuchó a otro.  Muchas de sus adquisiciones no reflejan necesidades reales ni cambios positivos en sus vidas, sino superfluos. Y por imitación se endeudan, dejan a un lado lo propio y nos satanizamos entre nosotros mismos, sobrevalorando lo ajeno, sugestionados e intimidados por todo lo extranjero. La persona que imita mucho, lo hace por síndrome de aceptación y rechazo, porque no tiene valor ni carácter propio.  Presta más atención a su relación con los demás (lo que le dan o recibe económica, física, mental o emocionalmente) que a su relación consigo mismo.  Si escalamos el modelo, las personas hacen pueblos, gobiernos y forman estados. Los estados  de pobre producción interna, que todo lo compran o importan del extranjero, obedecen a (y generan) pueblos sin identidad e imitadores, fácilmente asimilables por estados más grandes. 

Mi mayor recomendación al nuevo presidente, que dice tener sangre campesina en sus venas,  es que regule la inmigración, y  anteponga el agro y la producción nacional a las importaciones. En lugar de seguir globalizando, repatríe y genere más industria nacional. Deje de apuntar a las IFIS, y voltee su mirada al pueblo.  Retome pronto los valores nacionales, antes que los extranjeros redefinan  lo que significa ser panameño.  Y como decía Arnulfo: “Panamá para los panameños”.

viernes, 27 de junio de 2014

¿Fragmentar o solucionar?




En Panamá existe cierta limitación en el intelecto colectivo de nuestras autoridades, que tiende a complicar aún más las soluciones de índole social.  En lugar de resolver los problemas, los fragmentan y multiplican.  Uno fragmenta los problemas grandes tratando de encontrar pequeñas soluciones, que replicadas a escala lo resuelvan totalmente.  Pero ellos no, lo fragmentan para multiplicarlos, pensando que al atenuar los síntomas se corrigen las enfermedades. Semejante tara (por no decir menos, ancestral) se debe a tres factores fundamentales: 1-Pobre capacidad analítica 2-Falta de proyección 3-Fuerte tendencia a la imitación.

Muchas empresas compran costosos sistemas computacionales que ven funcionando en otros sitios,  para solucionar problemas propios, netamente humanos y organizativos. Después de una gran pérdida de tiempo, apenas les queda la enorme deuda, mucho equipo subutilizado y el problema agravado.  ¿Por qué? Porque en la desesperación y el apremio, intentan romper la nuez con un mazo.  Y no pocas veces terminan cogiéndose la mano, mientras la nuez permanece parcial o totalmente intacta.  Luego, cuando la primera solución empieza a dar problemas de escalabilidad (producto de los mismo emparches que forzaron su implementación) reinvierten en otro sistema, igual o más oneroso que el anterior.

Así pasa con los buses nuevos y los piratas. Como la primera solución (que trajeron de otros sitios, e impusieron sin aclimatar siquiera) no se adapta a la realidad ni es escalable, tuvieron que legalizar a los piratas.  De este comensalismo o simbiosis, han podido responderle mediocremente al panameño.   Y la autoridad del tránsito, muy lejos de resolver el problema de raíz, ahora ha acogido un papel de “garante del equilibrio”  Como una especie de antibiótico o antiviral, para que los diablitos piratas no proliferen hasta robarle el mandado a la gran concesionaria extranjera.  

Pero el problema infeccioso subsiste y subsistirá agravado,  en el fondo o en la superficie: Hacinamiento, desorden vial, exceso de velocidad, imprudencia en el manejo, impunidad y corrupción.  Para resolverlo requerimos un gobierno con suficiente solvencia moral, no uno que compre y cambie el problema por otro peor.  Mientras los gobernantes sigan intentando resolver nuestros temas sociales, sin análisis ni compromiso racional, sin considerar la escalabilidad de las soluciones propuestas,  imitando modelos ajenos e impuestos a la brava…los problemas, lejos de solucionarse, se multiplicarán.

En las empresas, el costo organizacional de las malas soluciones es algo que se nota de pequeño a mediano plazo, pero en el país puede demorar mucho tiempo.  El costo social que hemos pagado eligiendo gobiernos mediocres, se traduce a la larga en lo que ya todos conocemos como mala distribución de las riquezas y empobrecimiento en la calidad de vida.  Urge que cambiemos el enfoque de nuestros problemas, pensemos un poco más antes de correr a resolverlos, y convirtamos la imitación en emulación sin perder de enfoque nuestra propia realidad.

¿Metro Rojo o Diablo Metro?

Es increíble, como el gobierno actual refuerza su tesis de los diablos rojos en la implementación del metro. Como proyecto emblemático del actual gobierno, y siendo una de sus vacas sagradas, tan populista como se ha vuelto, cuestionar el metro es un insulto a la moral colectiva. Pero a la fecha, todavía no he escuchado a un vocero del gobierno que me explique cuál era la necesidad real de construir un metro en Panamá. La obra es tremendo trabajo ingenieril y fue llevada con mucho profesionalismo, pero ¿Era necesaria? La efectividad del metro no va a ser “tal”, ni aún después de construidas las líneas dos y tres. Porque el metro actual es demasiado pequeño para poder asegurar que solucionará nuestros problemas de transporte. Ni aún consiguiendo más trenes (vagones) más grandes. Porque el metro, en ninguna parte del mundo, es solución completa al problema del transporte. 

Escuché gente diciendo que el metrobús complementando al Metro, solucionarían el tránsito en la ciudad. Supongo que aún estarán haciendo los análisis, para ver si meten más metrobuses... ¿O será que están esperando a que pasen las elecciones? Supongo que la solución es compuesta, algo del Metro, algo del Metrobús, algo de los Metropiratas etc. Pero entonces, ¿Por qué emocionar al pueblo vendiéndole falsas expectativas? O peor aún, ¿Por qué meternos en un proyecto tan costoso, de satisfacción tan comprometida? O peor aún, ¿Por qué seguir guardando silencio sobre lo que realmente costará subsidiarlo? Aún recuerdo la terquedad de aquella gobernante, para inaugurar el Centenario antes de finalizar su mandato. Y siento que, caímos en lo mismo: Otro proyecto “ego”. 

Escucho a muchos defensores del gobierno decir que es válido viajar de diez a veinte minutos en condiciones terribles (dado que el metro se llena demasiado) pero gratis y llegar rápido. En menos de veinte minutos muere una persona, le roban y la ultrajan. Entonces me pregunto, ¿Ahora sí se acepta la filosofía del diablo rojo, rápidos y anegado? ¿O será que este gobierno no puede dar jumbo soluciones, sin filas ni apiñamientos? Es prudente alejar la propaganda electoral, y reflexionar al respecto. Serle honesto al pueblo, refiriéndoles la realidad de primera mano. No me parece justo que nos mantengan encaramados en falsas expectativas y verdades a medias (como el costo del pasaje) exigiéndonos “metro cultura” La manera en que el gobierno está tratando el tema después de entregado el metro, es típica al tratamiento del resto de sus obras: Todo a medias (porque no resuelve el problema inicial por el cual se nos planteó, resolver el tranque) y en desagradable suspenso. Independiente al marasmo electoral, el gobierno no debe perder interés en la obra. De otro modo, cómo pensar en las otras líneas, si no trabajamos con solidez y transparencia sobre la que nos hicieron.

Las dos caras del hambre en Panamá


Cuando le dieron las “camisas gubernamentales” a empresas cercanas al presidente, Cambio Democrático apenas estrenaba el poder. Ese pequeño gesto  (a través del cual se ignoró a muchos panameños humildes y necesitados,  para supuestamente favorecer a un reducido grupo de allegados al poder) me dio un avance de lo que serían los próximos años.  Son los detalles, los pequeños gestos, las cosas como esta, las que definen el proceder no sólo de una persona, sino de un gobierno también.  Apenas precisamos de cierta agudeza, meditación y reacción oportuna, no cinco años después. Atención, razonamiento y reacción; en lugar de distracción, emotividad y pasividad masoquista.   


Dicen que uno de los retos más importantes del presidente entrante es la canasta básica, porque el pasado gobierno nos aumentó considerablemente el costo de la vida (incluyendo los alimentos)  Las jumbo ferias fueron una respuesta mediocre e indigna, según el común popular. La contracara del encarecimiento progresivo de la vida,  la presentó el gobierno de Cambio Democrático como si fuera progreso.  Pero nadie se alimenta directamente del progreso...  Aún así, Varela encontró la forma de que el panameño vinculara su alimentación al progreso, prometiendo la congelación temporal y una rebaja substancial del precio de los alimentos de la canasta básica. Y como ganó, ahora las personas le exigen el abaratamiento inmediato de su alimentación.


La otra cara del hambre en Panamá, corre con la otra mitad del fracaso continuista de Cambio Democrático.  El tan flameante “progreso” del gobierno saliente, produjo una sombra mucho más grande que el tamaño de sus propias obras.  Y nos maltrató a todos por igual.  Ese alboroto, el ansia de construir, de reparar, de “hacer” que estranguló nuestra paz social estos cinco difíciles años, edificó una caja de música que apenas sonaba en la boca de quienes la construyeron.   Los sobrecostos, escándalos de corrupción, impunidad, confrontaciones, persecuciones, irresponsabilidad verbal, injusticias  etc.  Es como si hubieran intentado vestir de gala al país, dejándole las axilas apestosas y un cuerpo (la distribución de riquezas) raquítico.  Porque todos los subsidios que dio este gobierno, lejos de fortalecer la economía popular, apenas aumentaron su dependencia.  Sin embargo, la tufarada y el raquitismo social se les notaron por encima de la ropa.  No pudieron taparla, y el pueblo votó que NO.


Varela debe entender y trabajar simultáneamente  las dos caras del hambre en Panamá, hambre de comida y hambre de justicia.  Justicia en todos los sentidos: Social, jurídica etc.  Si el nuevo presidente sólo se dedica a bajar el costo de la canasta básica, pasando por alto tantas voces de corrupción relacionadas a los pasados gobiernos, o el clamor masivo de justicia, entonces no hará un buen gobierno, y en breve tendremos que entender que votamos por otro fracaso.  Digo en breve, porque si el gobierno nos sale malo,  de nuestro tiempo de respuesta social dependerá qué tan malo nos resulte. Recordando siempre que los pequeños detalles, finalmente cuajan los más grandes y graves errores.

Mi disque ensayo sobre mediocridad, aspiración y ambición.



Sin ponernos técnicos, se entiende por persona mediocre a aquella que no tiene mayores aspiraciones  en la vida y deja todo “mal y a medio camino”, le cuesta emprender (y aún mucho más finalizar) cualquier acción que implique algún grado de compromiso personal, por mínima que parezca.  Se entiende por persona con aspiraciones, a aquella que lucha por conseguir “algo más allá de lo que tiene”.  Y finalmente, se entiende por persona ambiciosa a la que “daría cualquier cosa por tener algo más allá de lo que tiene”. 

En Panamá todos estamos bien familiarizados con la mediocridad, desde nuestras autoridades hasta las empleadas domésticas básicamente.  Incluyendo a profesionales de toda índole, religiosos, artistas, deportistas, músicos y comerciantes.  De hecho, el juega vivo es producto de esa mediocridad, y también la causa.  Y en Panamá ha alcanzado niveles epidémicos, igual o mayores al dengue.  Pero hablar de eso, es llover sobre mojado.
Hablemos mejor de cierto enredo de nuestra clase media, relacionado a confundir  los términos  “aspirar” y “ambicionar”.  Llevo poco más de una década desenvolviéndome en sectores financieros de cierto perfil, donde la competitividad a veces raya en lo absurdo. Lugares en los que se promociona la ambición como si fuera algo saludable, llegando a tildar de mediocre al que aspira sin ambicionar.  Todo envuelto en cierto canibalismo surrealista, por no decir ridículo,  de gente destazándose a tripa suelta, por un par de reales de diferencia.  Mientras un tercero se enriquece desproporcionadamente, a cuesta del empobrecimiento de la calidad de vida y sanidad mental de estos infelices.  No sé qué tan conscientes sean de ello, pero, de cualquier forma parece no importarles.  Algunos les llaman “liderazgo”, otros “competitividad”, para mí es sólo ¡Mala vida!
¿Se puede aspirar sin ambicionar,  y sin ser considerado mediocre?  Yo diría que sí, pero tal parece que el término aspirar se ha quedado en los practicantes o aspirantes, y los profesionales nos debatimos entre ser mediocres o ambiciosos.   Y en el medio de estos dos polos, donde supuestamente debería vivir la aspiración, hay un saco lleno de hipertensión, úlceras, impotencia, matrimonios destruidos, alcoholismo, desviaciones sexuales, drogadicción y éxito modernista. ¿Pero qué diferencia la aspiración de la ambición?  Diría yo que la intensidad del deseo, y la veracidad de nuestras expectativas. Para ser veraces en nuestras propias expectativas, hay que conocerse y aceptarse a uno mismo.  La irrealidad de las expectativas, nacen en su mayoría de vivir sueños ajenos, y de un vacío en el ser interior. 
Por otro lado, en el ambicioso “el deseo de tener” es tal, que no le importa perder lo que sea en su afán de obtenerlo.   Y como sus expectativas son tan irreales (eventualmente imposibles) en el proceso termina perdiendo mucho más de lo que invirtió.  Por eso siempre se siente vacío y jamás deja de ambicionar.  Como aquel dibujo animado que trepa ávidamente por una escalera, mientras los peldaños que rebasa se destruyen a su paso. Cuando por fin llega a la cima, se da cuenta que lo ha perdido todo.  O como aquella persona que intenta desesperadamente llenar un saco roto en el fondo (la personalidad del ambicioso) Nunca lo llenará, y mientras más le eche, más lo perfora.  El ambicioso es un ganador pírrico, o dicho de otro modo, un perdedor demasiado estoico.   
Uno puede aspirar a una vida de paz, serenidad, tranquilidad y equilibrio.  Pero no ambicionar una vida de paz, serenidad, tranquilidad y equilibrio.  El mismo término “ambición” hace ruido a la imagen de paz y equilibrio. Sin embargo, sí se puede ambicionar una mansión, un auto lujoso y tremendo salario.  Aspirar está más vinculado a cuestiones que HACEN al individuo, y la ambición hacia cuestiones que utiliza el individuo.  Una va hacia dentro de la persona (lo nutre) la otra se utiliza por encima de ella. Algo así como la comida vs la ropa.  No pocas veces la ambición viene muy condicionada al concepto de aceptación social (del individuo hacia la sociedad) mientras que la aspiración va condicionada a la aceptación personal (del individuo hacia su fuero interno).  Son dos cosas muy diferentes, sin embargo, nuestra cultura de competitividad subvalora al que aspira, y sobrevalora al que ambiciona.  Llegando inclusive a intentar estigmatizarnos o tratarnos de mediocres, a los que nos vale un rábano la ambición.  Sin que por eso hayamos dejado de aspirar.  ¿Por qué? Porque aunque parezca mentira, el individuo que ambiciona es más manipulable, reutilizable, sobornable y desechable que el que aspira. Porque no es menos sólido por dentro (como el saco roto)
Los dos términos se parecen, y se utilizan frecuentemente como sinónimos, sin embargo no son lo mismo.  ¿Cómo diferenciarlos? De una forma bastante fácil, con algo de olfato y atención.  Por lo general la ambición causa alguna forma de dolor a uno mismo o  a un ser querido, la aspiración causa regocijo a uno mismo y a nuestros seres queridos (si de verdad nos quieren)  Así que, si usted siente que alguien no envidioso, sufre por sus aspiraciones,  evalúe mejor si se trata de una aspiración o de una ambición.

Tesis de un gobierno paralelo



Hablan de “los retos del nuevo presidente”, como si Varela fuera una especie de mago.  Tal parece que fuéramos completamente ignorantes de la naturaleza humana y su inherente fragilidad individual. El nuevo presidente es un ser humano y como tal, bien podría sucumbir a las lides del ego y la corrupción. ¿Hasta qué punto el panameño común pide un presidente, y hasta qué punto alguien que le recoja la basura que “tira en la calle”?  Es cierto que el presidente (como máximo empleado público) debe obedecer al pueblo, pero si la sociedad no se involucra, o si él no involucra a la sociedad… de nada servirá habernos librado de “la locura” y la chabacanada hostil de estos últimos años. 

Todo dependerá de nuestra madurez política, ya que si bien rechazamos de plano la continuidad,  esto apenas comienza.  Hay que seguir vigilando que “el nuevo administrador” no posponga los intereses nacionales a los propios, o a los de sus allegados.  Recordándole  en todo momento, quién manda. No podemos sencillamente desvincularnos “del negocio” dejándolo hacer lo que le plazca, para en cinco años pasarle factura.

Dicen que los gobernantes son el reflejo de sus pueblos;  yo diría que en democracia, los gobiernos deben ser hechura de sus pueblos.  Pero si la apatía nos gana y seguimos viendo la política como un proceso de enamoramiento, infidelidad y despecho, ajenos a la realidad nacional y el despilfarro de la cosa pública, tarde o temprano cosecharemos otro conato de dictador.  Que Varela no olvide quién lo puso allí, no es tarea exclusiva de él mismo, ni de los que mejor apoyaron monetariamente su campaña, sino de nosotros mismos también. Abortemos ya esa aberrante práctica de culto a la personalidad y al poder presidencial, fino caldo de cultivo de dictadores.  Porque la realidad social de cualquier república moderna y democrática, no admite vasallaje ni señoreo.  

Hace cinco años el pueblo votó por el presidente saliente de una manera apoteósica.  Todo el mundo vio bien sus cosas, que mientras más escandalosas mejor. Luego vinieron las confrontaciones, hostilidad, insultos, escándalos de corrupción, megas obras de efectividad comprometida y rumores de sobrecostos etc. Hace cinco años Panamá soñó algo, que luego le parecería tremenda pesadilla. ¿Acaso no es momento de que empecemos a ver la realidad como algo que se hace, y no que se sueña?  Mientras no lo hagamos, no dejaremos ser miel de oportunistas.

Con menos de cinco millones de habitantes, y después de semejante lección de sabiduría democrática en las elecciones, no sería muy complicado constituir un gobierno paralelo de civiles que se contraponga y regule los excesos del gobierno administrativo. Activando y organizando a la sociedad, retomando los foros públicos y cabildos.  Obviamente, ese papel debería hacerlo la oposición, sin embargo...  ¿Podríamos confiar en aquellos que despedimos otrora, por negligentes y corruptos? Mientras sigamos delegando nuestro futuro a politiqueros mediocres, con gobernabilidad o sin ella,  la efectividad de la democracia panameña no pasará del  0.05% (24 horas, el día de la elección, contra 5 años de gobierno)

Interiorizando la derrota


Desde que el pueblo dijo NO a la reelección matizada de continuismo, he visto al presidente aparecer en televisión varias veces.  Digo, habrá que ser muy testarudo para insistir en figurar, dadas las condiciones en que perdió.  Con una publicidad tan agresiva, aunque ahora digan que fue mala, con tantas obras, aunque ahora digan que somos ingratos, aún habiéndose gastado tanto dinero en asesores de campaña extranjeros, aunque ahora los repudien, perdieron, ¡Perdieron!  El ridículo culto a la personalidad quiso invertir roles, exigiéndonos  pleitesía  al presidente y  “sus obras”.  Sin embargo, el pueblo, único dueño y soberano,  se manifestó magistralmente despidiéndolo. ¿Será eso tan difícil de entender, o de aceptar? 

El fútbol panameño, hoy ve el mundial desde la casa.  Mucho se dijo y mucho se hizo para mejorar nuestro nivel, y perdimos como perdíamos siempre: En el último instante.  Mucho se dijo del técnico, los jugadores y hasta de la barra, cuando lo único cierto fue que nos faltaron goles.  Sin goles no se gana, todo lo demás es excusa.  Cambio Democrático hizo buenas llegadas a portería, pero no completó los goles.  A grandes rasgos digamos que hizo muchas obras de infraestructura vial y aumentó visceralmente el tranque, dio subsidios (beca universal, cien a los setenta, ángel guardián) pero encareció absurdamente la vida.  Aumentó la empleomanía, y llenó el país de extranjeros para que la aprovecharan.  Eliminaron los diablos rojos y trajo el Metro, pero nos dejó la tragedia actual del transporte público. Hicieron los hospitales, no trajeron médicos.  Crearon los aeropuertos, no trajeron aviones. Nos dio grado de inversión, y excesivos escándalos de corrupción. El asunto de jugar bien y no anotar, es un problema de definición.  La definición en la vida nos la da nuestra propia actitud para con nosotros mismos, y para con los demás. Cambio Democrático perdió por su propia actitud, porque jugó a confrontar, y no a ganar.  Hubo conflictos con los gremios, los indios, los medios, la sociedad civil.  Amenazaron e intimidaron al pueblo, nos llamaron vagos e ignorantes y hasta nos insultaron en programas de prensa internacional (diciendo que éramos bochinchosos etc.)

El presidente panameño, dijo que se retiraría tras pasar las elecciones.  Ahora dice que la derrota política lo obliga a mantenerse.  También dijo que cuando se retirara, iba a tener aún más poder.  Ahora pide escolta por más tiempo.  Pregunto, si el presidente fue tan magnánimo y  su gobierno hizo “más en cinco que en cincuenta”  ¿De quién tendría que cuidarse? ¿De los narcotraficantes y maleantes que enjuició o sentenció? ¿Tendría que cuidarse él, o más bien los jueces, magistrados y procuradores?... Me alegró mucho verlo aceptar la derrota sin extremismos, pensé que lo haría con dignidad y entereza.  Sin embargo, desde que perdió, con eso de ir al tribunal electoral a “ver el proceso”, las entrevistas y todo lo demás, tal parece que no. Y para rematar, ahora está el asunto de los camarones de la asamblea…

El pueblo le dijo que no, sin estridencia pero digna y muy claramente.  Sería bueno que el presidente interiorizara la derrota, dejando a un lado el proceso de duelo, luto y negación.  Dándole un respiro al país y al mismo Cambio Democrático, que al parecer no soportó el peso de sus propias acciones.  Esta lección nos queda a todos, pero cada uno avanzará según lo que aprenda de ella, o mejor dicho, cuánto aprenda de ella.



La paradoja del cambio que no cambia


La maldición del fútbol panameño, parece haber alcanzado a cambio democrático. Jugaron como nadie (Metro, Cinta Costera III etc.) y perdieron como todos. Luego escucho a los técnicos  silvestres analizar la derrota, despechados, culpándose entre  sí y culpando a los demás de su absoluta falta de visión.  Porque el ego hinchado del líder, hace invisible lo evidente. Entonces no entendemos qué pasó, y nos ponemos más técnicos que nunca, complicándolo todo.  ¿Por qué a pesar de su “apoteósico” gobierno, el pueblo votó como si hubieran hecho nada? ¿Será que el panameño es ingrato? ¿Será que los estrategas de Varela eran demasiado buenos, y los otros terriblemente malos? Esto es tan sencillo como que uno no puede hacer algo con la izquierda y destruirlo con la derecha. El gobierno, detrás de cada cosa buena que hacía, cerraba con otra peor.  
Como buenos capitalistas salvajes desestimaron los factores abstractos, fijándose obsesiva y crónicamente en los concretos.  Por eso el pueblo los despidió en casi igual proporción a como los contrató (60%)  Y aunque hicieron mucho, parece que hicieron nada.  Paradoja producida por expectativas irreales, megalomanía, y muy poco conocimiento popular. Porque  de habernos conocido un poco más, sabrían que este pueblo condena callado. ¿Cómo enamorar a una persona dándole de todo (cien a los setenta, beca universal, mochilas etc.) y al mismo tiempo maltratándole e ignorándole? Este gobierno, a la mitad del camino dejó de escucharnos, y prefirió escuchar a sus aduladores.
 La obra emblemática y faraónica, el metro, la construyeron pasándonos por encima.  Sin importar incomodidades, tranques o rabias.  Al mismo tiempo repararon todas las calles de la ciudad, sin el mínimo cuidado, afectando nuestra paz social.  Por comida barata nos dieron filas viscerales, bajo sol y lluvia, como si fuéramos ganados.  Se confrontó a los partidos políticos, medios, gremios, e indios,  utilizando eventualmente violencia letal.  Se le abrieron las puertas a los extranjeros, satanizando a los ciudadanos de vagos e ignorantes.  Nos amenazaban con multarnos, nos impusieron impresoras fiscales, cambios de medida y hasta una moneda.  Irrespetaron al pueblo con permanentes actitudes chabacanas y vulgares.  Enlodaron aún más la política nacional. Botaron a un procurador, a un alcalde, e intentaron con un vicepresidente. Casi nos ahogan en deuda, inseguridad social, basura y aguas negras.  Siempre inmersos en ruidos de corrupción y sobrecostos. Redoblaron los tranques, nos degradaron la calidad de vida, subieron el precio de los alimentos, alborotaron la KPC.  Y reemplazaron el sistema de transporte por uno mucho peor, aunque con aire acondicionado. Finalmente,  apelaron a la lucha de clases y a la división de nuestras familias, polarizaron al país como en el tiempo de los militares (si no eras amigo, eras enemigo) explotando hasta el ridículo el culto a la personalidad.
Por apenas un puñado de obras, nos borraron la paz social y destruyeron la institucionalidad. ¿Así quién no pierde?  Desde que Cambio Democrático subió al poder, remó en dos sentidos opuestos, uno a favor y dos en contra de ellos mismos.  E inconscientemente hicieron lo justo y necesario para perder. Por eso el pueblo los trató como si hubieran hecho nada. Tal fue, la paradoja del cambio que no cambia.

¿La historia se repite o los pueblos no aprenden?



La última vez que vi climas electorales tan parecidos al actual, fue en la época de los militares.  Recuerdo las elecciones del 89, en que se postularon Endara (por el Liberal Auténtico) con Arias Calderón (por el PDC) y Billy Ford (por el MOLIRENA)  Esta vez el MOLIRENA parece haberse unido  al “lado oscuro de la fuerza”  Aunque también pudiéramos decir que el PDC, hoy PP, vivió su oscurantismo junto al PRD.  Recuerdo también las elecciones del 84, de Fraudito, como le llamaban entonces a Nicolás Ardito Barletta, contra Arnulfo Arias.  La gente decía que “Fraudito” iba a ser un títere de los militares.  Ahora tenemos a “Mimito” y la gente dice que va ser títere del presidente. Pero independientemente al hecho de ser o no ser títere, sí hay algo cierto, la efervescencia, agresividad y fanatismo de los seguidores del CD se asemejan mucho a las huestes del Noriegato.  En esa elección se habló de fraude, en la de ahora el término fraude no deja de retumbar insanamente en nuestras cabezas. 
E inclusive, se ha rumorado que el señor Gerardo Barroso , candidato independiente, es apoyado por el gobierno para restarle fuerza electoral a la oposición. En 1988, igualmente, se rumoraba que el Señor Hildebrando Nicosia (el hombre de las culebritas bravas) se había tomado el partido Arnulfista ayudado por los militares, para restarle peso a la oposición en las elecciones del 89. Independientemente a la veracidad de todo esto (si fueron o no postulados por las fuerza de poder, en contra de las fuerzas opositoras)  ambos candidatos, Gerardo Barroso e Hildebrando Nicosia, proporciones muy guardadas, y cada uno en su tiempo, fueron polémicos, políticamente discordantes y escandalosamente cuestionados.
Más recientemente, en las elecciones pasadas hubo gente que satanizó a Balbina Herrera, favoreciendo la alianza panameñista  – CD.  Al bajarse Varela, se consagró como el primer tránsfuga de la historia reciente.  Pero igual, la mayoría del pueblo votó por la alianza panameñista  - CD, ignorando la opción más benévola de entonces: Endara.  Hoy hay grupos satanizando al CD bajo la tesis de la reelección, proponiendo histriónicamente otra alianza.  Hoy también, la gente tiende a ignorar la opción más potable: Jované, por no considerarla viable en la práctica.  Entre tanto yo me pregunto: ¿Si antes votamos aterrados y ahora tenemos a Martinelli, qué garantía tenemos de que eso no vuelva a ocurrir votando contra el terror de la reelección? ¿Un pacto, la cruzada civilista (la cruzada PRDista, ahora desde el lado oscuro de la fuerza)???
Sí, la historia se repite.  Por lo menos en Panamá  ¡Claro que se repite!  Digo, siempre que los pueblos no aprendan, la mala historia seguirá repitiéndose.  Porque lo que bien se aprende, jamás se olvida.