MASLEIDOS

viernes, 15 de marzo de 2013

La verdad, algún día también resucitará.


Digo, no puedo iniciar mejor este artículo que exclamando: ¡Qué ridiculez!  Hace poco nos tenían pendientes a una chimenea en el Vaticano.  Lo cual me recordó mucho a “la alfombra roja” en la entrega de los premios de la academia.   Durante días enteros, medios impresos y televisados fotografiaron o filmaron la deslucida chimenea, a la espera del ansiado “humo blanco”.  Se contaron los humos negros, se tejieron intrigas, se habló de todo.  De la profecía apocalíptica del papa negro, especulando sobre los cardenales africanos.  Que si era de esperarse un papa negro propiamente hablando, o un papa que luciera (vistiera) negro etc. Pero hubo humo blanco.  Experiencia que hace poco vivimos de forma “natural”, tras la muerte de Juan Pablo II.  Pero la “fumata” de Francisco, igual o más publicitada, tiene picante extra.  Quedaron los medios parlando italiano, latín, Habemus Papam  bla, bla, bla… haciendo de la escogencia del nuevo papa un asunto político electoral.


 
La renuncia de Benedicto se vio bruscamente opacada por la muerte de Chávez.  Ahora surge este nuevo acontecimiento y el mundo tiene algo más de qué hablar…sino de asteroides, meteoritos y apocalipsis.  Fíjense ustedes, si el espectáculo es tan bueno,  entre papas que van y papas que vienen, que aún no  nos han evidenciado lo que estremece realmente a la iglesia.  Porque el público no desea ver lo que es, sino lo que quiere que sea.  Entendiendo que a mucha gente no le interesa que le mientan, sino cómo le mientan.  Lo que “es” reside exclusivamente en la realidad del actor, lo que “se quiere que sea”  reside exclusivamente en los personajes de cada obra.  Una cosa es la obra, otra la realidad.  Vivimos en un mundo que se ha acostumbrado a ver “la realidad simulada”, como los citado Reality Show.  Una realidad “lite”, “non fat”, “baja en calorías” que nos conmueve sin afectarnos (El pobre Benedicto, viejito cansado, papa emérito, bla, bla, bla)  Como aquellos especiales televisados en los que se explota la miseria humana, masificando la misericordia de aquellos que sólo se conmueven detrás de la pantalla electrónica.


Ahora el comentario más generalizado, y lo digo tal cual (porque lo he visto en medios locales e internacionales) es que el nuevo papa, Francisco, anda en bus.    Que rechazó el papa-móvil en sus primeros traslados.  Y que no se le debe llamar Francisco primero, sino Francisco a secas.  La noticia más comercializada es que se trata de un Jesuita muy humilde.  Fuera de todo lo bonito que esto pueda sonar, pregunto yo: ¿Acaso ser humilde implicaría ser débil? ¿En este momento, la iglesia necesita a una personalidad humilde o una aguerrida?   Tendríamos que preguntarnos si a una persona humilde, o sencilla, le gustaría sumergirse en las complejidades de la investigación y confrontación. Pero muy al contrario de lo extraño que esto pudiera sonar, yo considero que el nuevo papa bien pudiera ser humilde e igualmente aguerrido.  Es un papa que sube con demasiada expectativa, eso sí es cierto.  Después de la claudicación de Benedicto, quitando la apreciación subjetiva de lo del “Espíritu Santo”, Francisco tiene un largo camino por delante. 



El  primer latinoamericano  en ocupar el cargo, tremendo orgullo para nosotros.  Independientemente a lo que han dicho sobre su humildad, a mí me causó buena vibra.  Inclusive, le noté cierto parecido con Juan Pablo II.  Una ilusión más, una esperanza más para aquellos que aún creemos en el catolicismo.  Sin embargo, allí viene el asunto entre ser creyente o ser fanático.  El creyente puede dejar de creer, el fanático jamás dejará de creer. ¿Creer en qué?...en la mentira.  Recordando que la verdad nos hace libres, yo creo que aquí hay gato encerrado (por no decir papa emérito, o papa encerrado en Castel Gandolfo o donde sea).  Aquí hay otra historia que quieren ocultar en este vaivén papal, utilizando a los papas de yoyo.  Ahora vendrá todo este asunto sobre “la santidad del nuevo papa” y lo que nos quieran hacer creer.  Aún cuando los hechos refieran claramente un cisma eclesiástico.  Un conflicto interno que tal vez no sea de humo negro, ni blanco, sino rojo.  Rojo, color de la sangre humana.




Durante su primera toma pasada la elección,  lo noté contrariado.  Como quién dice: “¿Por qué a mí?”.  Y aunque no pueda meterme en su cabeza, ni en el vaticano, es muy probable que las mismas personas que de una u otra forma hicieron renunciar a Benedicto, nombraron a Francisco.  Sin embargo, como diría William Cowper: “Dios se mueve de una forma misteriosa, sus milagros realizará”. Y se ha formado tremendo espectáculo, tal vez no del todo promovido por  la misma iglesia.  Quizás sólo se trate de un espectáculo (Benedicto) generando otro espectáculo (Francisco).   Porque así opera el Show Business del capitalismo salvaje, que también  llega hasta allá.   Igual que con Pistorius, el atleta paralímpico que “asesinó sin querer a su novia”.  En las olimpiadas pasadas, Oscar Pistorius  fue positivamente explotado al máximo.  Y recién ahora acaban de destruirlo.  E independientemente a su culpabilidad, el gusto colectivo fue casi el mismo antes y después del homicidio.  La prensa, los medios, el consumismo, el capitalismo salvaje disfruta creando figuras para luego destriparlas.  Como tripas volvieron a Benedicto. De cualquier forma, Dios sigue vivo...y la verdad, algún día también resucitará.

martes, 12 de marzo de 2013

¡Vaya, qué cambio!

Así como dicen que “las obras se ven”, del cambio también se ven otras cosas y peores.  Hoy mi barriada amaneció sin agua.  Antes del cambio, el agua se nos iba pocas veces.  Después del cambio, el agua se nos va muchas veces.  Antes del cambio, el agua se iba a lo sumo algunas horas.  Después del cambio, el agua se nos va por días.  Refiero una barriada de clase media.  Cuando el cambio dijo que iba a mejorar la calidad de vida de los panameños, pensé que la clase pobre iba a acercarse más a la media, no la media a la pobre. Comenzando por el agua, me parece que nos han desmejorado la calidad de vida terriblemente.  Antes del cambio, el agua del grifo se podía beber la mayor parte del tiempo.  Después del cambio, han dicho ya en varias ocasiones y  durante varios días que no se puede beber. Esta inseguridad nos ha llevado a comprar agua embotellada.  Ocho  garrafones al mes, treinta y dos dólares más sobre el costo del agua.  ¡El agua!,  líquido vital humano.  No el metro, ni el metro bus, ni la cinta costera III, ni el reordenamiento vial... ¡El agua!  Entonces podríamos decir que la calidad del agua ha desmejorado, y aún así tenemos que pagar más por ella (al tener que comprar la potable) ¿Acaso así se mejora la calidad de vida del panameño, pagando más por un producto de menor calidad? ¡Vaya, qué cambio!



Muchas veces oigo la propaganda de “qué hace el gobierno por nosotros”.  Mencionan el subsidio de gas, pero no dicen que eso NO fue obra de este gobierno.  Y no mencionan que ahora pagamos más luz (por  la reducción en el rango del subsidio de electricidad)  Sin importar que las fluctuaciones eléctricas parecen ser cada vez más constantes, y los apagones (igual a lo del agua) ahora afectan a todo Panamá.  Es decir, después del cambio pagamos más por un peor servicio eléctrico.  La mayor parte de tanta propaganda  gubernamental gira alrededor de sus “obras”.  Pero pregunto yo: ¿Qué ha hecho el gobierno por el costo de la comida?  Las jumbo ferias (que ya ni suenan ni truenan) iniciativa criticada en otros gobiernos (ferias compitas) tampoco han representado gran diferencia para nuestros bolsillos.  Al contrario, inhumanas filas, viscerales filas (aún bajo lluvia) para comprar productos a un precio “justo”.  Como si éste fuera un país del quinto mundo.  Como si éste no fuera el país del “grado de inversión” que tanto pregonan.  Como si éste fuera un país lleno de pordioseros o pepenadores.  La comida ha subido de precio terriblemente, y el gobierno de “las obras” no da soluciones definitivas sobre como bajar y congelar el precio de los alimentos y artículos de primera necesidad.  Comida y electricidad más cara. ¡Vaya, qué cambio!



Mejor ni hablar del combustible.  Mejor ni hablar del costo de las escuelas, y de los útiles.  ¿De qué sirven las mochilas y la beca, si los niños y sus padres no comen bien porque la comida ha subido de precio? El cambio ha dado la beca universal, pero qué compensación monetaria le da a todas las personas que tienen a sus hijos en escuelas privadas.  Recordando que hay muchísimos panameños que aún siendo pobres, hacen tremendo sacrificio para mandar a sus hijos a planteles privados, queriendo evitar que un sindicalista-huelguista les de clase.  Tratando de que sus hijos aprendan en un lugar seguro, sin cierres de calle, tiradera de piedra, fibra de vidrio y condiciones sanitarias deplorables.  ¿Qué respuesta le da el cambio a todo eso? ¿La transformación curricular?... Peor si hablamos del combustible.  Danza macabra al ritmo de complacencias “ajenas”, que a todas luces perjudican al pueblo.  ¿Qué hace el cambio con relación a esto?   De qué me sirven las obras, la cinta costera III, la reparación de las calles si no puedo recorrerlas por el costo excesivo del combustible.  O acaso vamos a comer dos o tres capas de asfalto, en lugar de alimentos de primera necesidad.   Las incomodidades pasan y las obras quedan.  Pero el hambre, la inflación, la deuda, los muertos y la ignorancia también quedan. ¡Vaya, qué cambio!



Antes del cambio yo iba y regresaba del trabajo en dos horas.  Ahora me toma 3.5 horas.  Gastando gasolina en tranques eternos, e irreverentes a cualquier hora del día. ¿En qué ha mejorado “el cambio” el transporte nacional?  Desde que subieron al poder, han pregonado el metro y el metro bus en tremendo lavado cerebral ¿Pero necesitaba Panamá, realmente, que lo retorcieran tanto en la elaboración de un metro? ¿Qué ha ocurrido con el metro bus? ¡Desastre!.  Traen los autobuses antes de las paradas.  Traen pocos autobuses.  Se forma un escándalo de corrupción durante las indemnizaciones.  No hay rutas suficientes.  Más y peor demora.  Queja permanente en el trasiego de las tarjetas, quejas del sistema de recarga. ¿Se han erradicado los diablos rojos?...pues no, todavía siguen y parecen ir en aumento.  ¿Qué ha representado para Panamá “el cambio” en el transporte? Más tranque, más demora, más gasto, más escándalo e insatisfacción del usuario.  Dicho sea de paso, dados los problemas anteriormente expuestos, muchos ciudadanos han optado por caminar largos trechos ubicando una parada más efectiva.  Cosa que no hacían tan frecuentemente antes del cambio.  ¿Acaso eso representa una mejoría en el estilo de vida? Qué decir de la salud pública, el sistema judicial, la seguridad y el aseo.  ¿Qué de bueno ha traído el cambio para Panamá?...más conflictos con empresarios, medios,  gremios y  pueblos.  Más muertos en los conflictos.  Más escándalos de corrupción.  Más escándalos en el servicio diplomático.  Más improvisaciones, dificultad, complicación, crisis y desgaste para la vida del ciudadano.  ¿Y así piden cinco años más en el poder?... ¡Vaya, qué cambio!

martes, 5 de marzo de 2013

Complicidad político-ciudadana



Yo crecí en tiempos de la dictadura militar.  Cuando sus personajes más grotescos, eran los legisladores que acuerpaban al gobierno.  Entonces vi al ahora ex-embajador de Panamá en la OEA, protagonizar vergonzosas situaciones a lo interno del parlamento.  Luchando por la democracia.  En aquel tiempo reinaba la maleantería en el país.  Casi pudiéramos decir que entonces se puso de moda ser maleante, ser gorila (porque dar golpes pagaba bien…)  La bota militar trajo la institucionalización de la chusma, del lumpen.  Cuarenta años atrás los modales, las buenas costumbres, el respeto y otras muchas cosas se perdieron con el modelo que implantaron ellos (fuerza bruta, descerebrada y abyecta)  Es decir, tomarse a la fuerza algo que no era suyo, y repartirlo como si fuera piñata bajo la pírrica excusa del “revanchismo social”.  Y triunfó, aunque por la fuerza, la maleantería.  De allí en adelante muchas generaciones han adoptado este patrón vivencial como “natural” en nosotros.  Me refiero al famoso juega vivo, los vivos pendejos, la imposición etc.  Con esto no digo que no hubiera maleantes antes de los militares, ni corruptos, ni juega vivo.  Sino que a partir del militarismo lo vimos como una “gracia” (cuando antes daba vergüenza) interiorizándolo en nuestra conducta, reitero, bajo la patética excusa del “revanchismo social”.  Y con esta filosofía, muchos legisladores compraron votos repartiendo colchones, bloques, zinc, comida.  Muy posiblemente utilizando las arcas del estado.



De cualquier forma pregunto: ¿Cuánta agua ha corrido bajo el río?...para que sigamos navegando en la misma barca.  ¡Da tristeza!  Los maleantes siempre han existido, pero de allí a que la maleantería se halla instaurado en la conciencia colectiva del panameño, es aún mucho más triste.  La cosa pública se repartía desde antes de los militares, a un menor grupo de gente.  Al abrir el alcance de “los beneficiados”,  repartiéndola a mucha más gente, los militares enquistaron en nuestro comportamiento social   “el derecho a tomar y repartir lo que no es mío”. ¿Cuántas generaciones han pasado justificando, racionalizando esta forma de pensamiento?  Cada “lucha” que se da en este país, sobre cualquier cosa por la cual no hayamos trabajado, es simplemente eso.  Apropiarse de lo ajeno, so pretexto social.  Como lo hace el invasor de tierra, así mismo lo hace el invasor político, y así mismo piensan los que los reeligen: “Tomar lo que no me pertenece, porque yo también tengo derecho”.  Me apena mucho como ciudadano, que aún sigamos viendo a estos legisladores del militarismo, reencarnados en varios diputados actuales.  Con la misma chabacanería, la misma maleantería y el mismo pretexto social, aprovecharse de la miseria ciudadana, negociar amoralmente con el pueblo, vendernos lo más barato posible, como si fuéramos mercancía de supermercado. Pareciera que la actitud demostrada en el saqueo del 89, afloró del subconsciente colectivo de entonces (y de ahora) haciendo al que no saqueador, sí un buen cómplice.



¿En dónde quedó eso de ser pobre pero honrado?  Ya no importa ser honrado, sino dejar de ser pobre (así fuere a cuesta de la propia honradez)  La cruzada civilista nos decía “acepten todo lo que les den, pero voten en contra”.  Hoy tristemente, seguimos bajo el mismo esquema ¿Qué carajo hemos aprendido entonces?  Si seguimos votando por un jamón, un pedazo de zinc, bloques etc.  ¿Seguimos aceptando las migajas de lo que en realidad es nuestro, del estado?  ¿Qué ha ocurrido con el panameño de entonces hacia acá?  Deberíamos entender, que aceptar lo que no nos hemos ganado con el esfuerzo (aunque sea público) es también robar.  Y tanta pantomima de que “lo merecemos porque es nuestro”  no es más que la racionalización del delito.  ¿Podemos merecernos a nivel individual, lo que nos pertenece a todos a nivel social?  Si fuera una distribución justa, equitativa y en base al esfuerzo común, pues sí.  De a dedo, jamás.  Pero como lo han hecho los políticos y gran parte del pueblo panameño, sólo cabe una palabra: complicidad.  Complicidad en el delito.  Corrupción.  Será que en lugar de evolucionar, hemos entrado a un proceso de involución social.  Lo vemos a diario cuando alguien nos tira el auto (porque se cree dueño de la vía pública) o viola una señalización “porque todos lo hacen”. Lo vemos al tirar basura en la calle.  Lo vemos en la intolerancia individual hacia la diversidad del ser.  Lo vemos al no considerar a los demás ciudadanos, porque creemos que el país es nuestro.  Sí, desde entonces hasta ahora hemos repudiado a los dictadores.  Sin embargo, cómo nos gusta  sentirnos “pequeños  tiranos de la vida” frente al resto ciudadano... Odiamos la corrupción, cuando no nos favorece.  Es tanta la hipocresía social en nuestro país, que nos mantiene divididos. Y de esa división, precisamente, se nutren los parásitos políticos.


En nombre del progreso



Hace siete meses atrás, aproximadamente, conversaba con una persona que me hablaba de la falta de fluido eléctrico en el sector “oeste”.  Esa persona alegaba que tuvo que comprar reguladores de voltaje y baterías, para evitar que los aparatos eléctricos se dañaran.  Desde que los puso el equipo suena y pita constantemente,  indicando severas fluctuaciones eléctricas.  Recuerdo que entonces pensé: ¿Así, de eso nos sirve el progreso?... ¿Para tener problemas declarados y recurrentes de luz y agua?  En definitiva, el sector oeste ha recibido un crecimiento poblacional insoslayable, en consecuencia sería injusto evaluarlos en base a tiempos pasados.  Sin embargo, ¿Cómo progresar sin una buena plataforma que lo sustente?...Hay nuevas urbanizaciones, centros comerciales, crecimiento etc.  Pero esas poblaciones singuen teniendo problemas de aseo, ornato,  agua y fluido eléctrico.  ¿Entonces a quién beneficia un mall?, al dueño del mall obviamente.  Muchas de estas comunidades son lo que, desde el punto de vista citadino, llamaríamos “pueblitos”.  Pueblitos en franco crecimiento.  Pero cómo crecer, si se tiene todavía problema con lo básico.  Y tal es la pregunta que bien pudiéramos extender al resto del país: ¿Para qué progresar, si todavía tenemos serios problemas con el agua, la electricidad, el aseo, la seguridad, la salud y la educación?


Recientemente, el fluido eléctrico ha estado demasiado inestable en el área donde vivo.  La tragedia de Panamá oeste, que tanto salió por televisión aquella vez,  parece estarse replicando incipientemente en las afueras de la ciudad.  Los bajones de luz son muy frecuentes.  Tanto así que yo también he tenido que comprar reguladores, baterías y protectores de voltaje para los aparatos eléctricos más sensibles de la casa.  Curiosamente, ahora que disminuyen el rango de subsidio y aumenta el costo de la luz,  el servicio empieza a fallar mucho más seguido.  Quejarse en este país, es lanzar una moneda al infinito y esperar a que caiga de canto.  Sin embargo, hay que hacerlo.  Estoy en eso,  elaborando la queja.  Recién este sábado despertamos a media noche, casi inmersos en aquella película “Experiencia paranormal”.  La luz bajaba y subía de brillo, los reguladores traqueaban, las baterías pitaban…parecía que algo iba a explotar en la casa.  Y tampoco ha sido la primera vez.  Recientemente quedamos así  desde aquel famoso apagón.  Aunque igual antes nos ocurría, con menos frecuencia entre fluctuación y fluctuación eléctrica.  Los detectores siguen traqueando constantemente, como si fueran triqui traques. ¿Será que algo no quedó bien resuelto de aquella vez, será que nos quedamos energéticamente cortos, será que es premeditado?


Para los días del apagón, tal vez uno o dos días antes, se anunció una enorme mancha solar del tamaño de seis veces la tierra. ¿En qué nos afectan las manchas solares y las llamaradas solares?  Daños eléctricos, magnéticos y electro-magnéticos, precisamente. Se afectan los sistemas de comunicación, computacionales, eléctricos etc. ¿Tendría algo que ver eso, con el gran apagón?  Pues, nuestros flameantes expertos dicen que no, que fue un cañaveral en llamas… ¿Les creemos?  Yo le creo más al dueño del cañaveral, porque este gobierno tiene muy poca credibilidad a mi parecer.  Además, tampoco le encuentro sentido a que un fuego afecte cables de alta tensión,  que pasan por áreas de quemas programadas y reiteradas.  Sencillamente no creo que un fuego haya causado ese apagón.  En ese momento también se habló de que, al momento de ocurrir, se registró un consumo altísimo de energía.  Eso tendría más sentido, mucho más sentido.  Las capacidades energéticas no son infinitas en Panamá, ni en ningún lado del mundo.  Hace algunos años presencié cómo un edificio pequeño se quedaba sin luz, después de que una persona conectaba una aspiradora común y corriente.  Es decir, la demanda de una simple aspiradora colapsó todo el sistema eléctrico del pequeño edificio.  Luego supimos que habían sobrecargado el sistema, desconociendo los planos eléctricos originales de la instalación. Digamos entonces que “alguien” conectó “algo” en el país, y PLOP…se fue la luz.  Una excusa demasiado tonta para un país “con grado de inversión”, en pleno crecimiento, progreso, obras y bla, bla, bla...


¿Qué habrá detrás de este “súbito apagón”?  Si tuviéramos una entidad investigadora seria y responsable, en la que pudiéramos confiar al respecto… Pero no, no la tenemos.  Aquí las entidades de “defensoría” social, no sirven más que para defender a los poderosos de siempre.  De cualquier forma,  entre poderosos y poderosos siempre queda fregado el pueblo.  Tal parece que “esto” que llamamos progreso, en lugar de mejorarnos el acceso hacia los servicios básicos, lo ha empeorado.  Ahora cuando tenemos agua (si es que no se va) hay que rogar porque venga limpia.  Si no, comprar agua potable (más o menos veinte dólares al mes, para una familia pequeña)  Entonces nos salen con este problema eléctrico, que a mi parecer pudiera ser implantado.  Implantado para generar “otros tipos de acciones”, que a su vez generen “otros tipos de acciones”,  o ganancias a terceros ocultos inclusive, encarecer costos, y finalmente trasquilar al pueblo en nombre del progreso…

Sin luz, sin agua y sin autoridades en Panamá



De hace un tiempo para acá he dicho que nuestras autoridades están algo desfasadas para con la realidad tecnológica nacional, y tienen un concepto no pocas veces antagónico y anacrónico.  Los últimos eventos climatológicos hicieron que las direcciones de los estamentos de seguridad ciudadana, emitieran uno que otro comentario adversando el uso masivo e indiscriminado de las redes sociales.  Cuando el sindicato único de trabajadores marchó aquel Viernes (¿Negro?...) y luego se produjo el saqueo de los locales comerciales en Calidonia, también escuché pronunciamientos adversando la utilización de las redes sociales.  Ayer, durante y después del apagón también.  Mientras el presidente parece estar muy cómodo con el uso de la tecnología comunicativa, sus subalternos no saben lidiar con ella. ¿Por qué?...porque los deja atrás. Ha quedado una vez más en evidencia, que este gobierno no está preparado para afrontar ningún tipo de emergencia.  No sólo por su tardía pronunciación, sino por su aún más tardío accionar.  ¿Por qué demoran tanto en manifestarse?  La respuesta es obvia: No manejan suficiente, ni oportuna información, que los lleve a comunicar y desenvolverse con certeza, a la medida, y al corto plazo de los acontecimientos.  Tal vez por el desorden interno en las mismas estructuras institucionales, tal vez por la falta de autoridad o mando, responsabilidad o delegación.  Tal vez por la simple burocracia.  O sencillamente porque nadie habla,  ni nadie se mueve, hasta que el presidente reaccione.



Cualquier emergencia nacional, llámese inundaciones, apagones o saqueos generalizados, NO da tiempo para reaccionar lerdamente.  La escalada de eventos poblacionales masivos, si no es bien manejada, empeora considerablemente su solución.  Cuando muchas personas son  afectadas negativamente por factores desconocidos, requieren de algún tipo de liderazgo que las ayude a no empeorar aún más la situación, lastimarse entre ellas, o simplemente generar una estampida humana.  A ese punto, un buen gobierno habría de manifestarse breve, clara y contundentemente  a través de sus autoridades. Pero qué hacen las nuestras, reaccionar tarde, mal y criticando las redes sociales.  Es curioso, pero ¿Un gobierno tan mediático, de tanta propaganda, fallando de semejante forma,  al momento de comunicar o manifestarse en una situación crítica nacional?. Entonces, qué están haciendo nuestras autoridades, en qué se enfocan, si a la hora de velar por la ciudadanía, se duermen y despiertan peleando contra el más congo (el ciberespacio). Hubo mucho sensacionalismo, y algo de pánico colectivo.  Muchos medios, ante la falta de pronunciamiento oficial optaron por  ignorar el tema, o exagerarlo.  Obviamente, los medios sensacionalistas corrieron a exagerar los acontecimientos, con mucho de irresponsabilidad e inconsciencia nacional.  Mientras que los otros, sencillamente siguieron “poniendo música”.  La costumbre radio-bembística del panameño, reforzada cuando el gobierno militar cerró casi todos los medios de comunicación, ha hecho al bochinche nuestro medio de comunicación favorito.  Ahora, potenciado por  la Internet esa. ¿Pero qué opción le queda al gobierno?... ¡Actualizarse!  Por otro lado, si en Panamá nos hemos enterado de nombramientos y destituciones a través de las redes sociales…  ¿Las redes sociales son buenas o son malas?



Como sea, un gobierno superado por las posibilidades tecnológicas  del común popular, no es más que anarquía.  Y la anarquía no le luce a un país que tanto “aspira” al primer mundo.  Quisiera yo que estas flameantes autoridades de “grado de inversión”, que proyectan a Panamá como la gran metrópoli de las Américas (después de Nueva York o Río de Janeiro)  o aquellos economistas que dicen que en Panamá casi no hay desempleo (y que los raspaderos ganan dos mil quinientos dólares al mes)  si una simple  quema de cañaverales puede dejar sin corriente eléctrica a todo un país...   Fuera de las alucinaciones de nuestras autoridades y  sus acólitos, queda claro que la realidad de tanto “progreso”, no es consistente a  la totalidad del estado panameño, ni mucho menos.  Digan lo que digan sus propagandas, los hechos sólo demuestran insuficiencia, mediocridad, mentiras y locura.


Más vale político manco, que mujer estéril.




Cuando esta gente decía que los locos eran más… tal parece que no era broma, lo de “locos”.  Ahora sacan este asunto de esterilización femenina. ¡Pero qué bonito!...reducir la población, para que no tengamos que distribuir mejor nuestras riquezas.  El acaparamiento de tierras, la desigualdad de oportunidades y la pésima distribución de las riquezas, son clásicos síntomas del tercermundismo.  Por eso es que no me cabe en la cabeza, cómo osan aspirar al primer mundo, con mentalidades tan esclavistas, viciadas y pobres.  Uno de los principales terrores del latifundista y de todo acaparador de riquezas y tierras, uno de los grandes miedos de todo esclavista es que sus esclavos crezcan en proporciones no manipulables.  Digamos pues, en los tiempos de antes, en los que la esclavitud era más evidente, un hacendado con capacidad de armar a cincuenta mayorales, podría llegar a tener cientos de esclavos…pero no tantos, ni pensar en miles.  La ventaja de las armas nos permite amedrentar y someter a un grupo finito de individuos; curiosamente proporcional al alcance y tecnología del armamento utilizado.  Y así mismo ocurre en los países con gobiernos tiránicos o dictatoriales, las minorías armadas  sustentan los regímenes, en contra de una gran mayoría desarmada o menormente armada.  



 
Si hiciéramos una distribución equitativa de riquezas en Panamá, digo yo que todos los ciudadanos tendríamos un pedazo de tierra decente dónde vivir, comer y criar a nuestra familia.  Pero, como unos pocos se adueñan de las tierras, los productos, las ganancias etc., si el resto seguimos creciendo, nos constituiremos tarde o temprano en una amenaza casi declarada para ellos y para su fortuna.  Porque, en determinado momento, la historia dará otra vuelta, y los “esclavos” volverán a violentar a sus patrones, tomando a la fuerza lo que les quitó ancestralmente la mala distribución de riquezas.  Ese es  el valor agregado de la mala distribución de riquezas en cualquier lugar del mundo, no sólo Panamá, donde haya hambre e injusticia como factores causales o productos internos del ciclo retroalimentado.  Luego, si éste es un país donde los raspaderos ganan dos mil quinientos dólares al mes, hay un excelente progreso, grado de inversión y estamos tan, pero tan bien, ¿Por qué esterilizar a las mujeres, siendo Panamá un país tan poblacionalmente precario?   Entonces, en este drama definitivamente hay alguien que no está diciendo la verdad… 



Y van a esterilizar a las panameñas…por qué no a las extranjeras, que vienen de países muy poblados a tener hijos en nuestro país obteniendo la nacionalidad a cualquier costo.  Dirán que porque las panameñas “aún” son más que las extranjeras y el crecimiento poblacional es mayor en nosotros que en los extranjeros.  Pero, por qué mejor no restringir la entrada a tanto extranjero que representa capital en fuga (no los que generan capital corriente en nuestro país). Muchos de estos grupos, que ni siquiera se mezclan con nacionales, sino que tienen sus hijos entre ellos para luego acreditarse la ciudadanía a “la fuerza circunstancial” de tener que parir un chiquillo en suelo patrio.  Sin embargo, he de recalcar que el control poblacional mediante esterilización,  no es invención de los explotadores y usurpadores locales.  En todo el mundo se están dando estos casos de restringir el crecimiento poblacional a como dé lugar.  Así fuera controlando la producción de alimentos, como aquella semilla estéril, de una sola cosecha, que se ha distribuido en países aún más pobres que el nuestro.  El objetivo es que el pobre, o mejor dicho, el esclavo no se reproduzca en proporciones alarmantes.  Si no se puede impedir la reproducción, entonces propician la muerte a través del “hambre controlada”.




Pero si lo vemos bien, y si hablamos de “dañar a un país en grandes proporciones”, ¿Quién dañaría más a Panamá, un político mentiroso y ladrón, o un niño hambriento?  Gente que aprueba leyes que nos afectan masiva y negativamente.  Gente que nosotros mismos elegimos.  ¿Acaso el potencial dañino de cien niños hambrientos, es más grande que el de setenta legisladores corruptos?...  Existen países que han progresado social y políticamente aprobando leyes de mayor calibre en contra de sus funcionarios y políticos corruptos.  Digamos pues, sin desear parecer sanguinario, por qué no cortamos la lengua del político mentiroso, o la mano del ladrón.  Definiendo en el paredón, la reincidencia en cualquiera de sus formas.  Porque es más fácil reventar siempre contra la mujer, porque inconsciente todavía pensamos que la mujer es el origen de la mayor parte de nuestras desgracias sociales.  Así nuestras autoridades no existen para educarlas en la planificación familiar, darles un empleo,  protegerlas del agresor conyugal, o del agresor silvestre, pero sí para esterilizarlas como si fueran algún tipo de ganado. No, no me parece justo.



Habría que ser ciego, o muy bien pagado por el gobierno, para no verlo.  ¿Acaso este tipo de ley es productivo, o más bien castrante?  Sin contar el daño moral y salubre, de tener a más mujeres cohabitando con muchos más hombres habiéndoles mermado en gran escala el sentido de la responsabilidad sexual (al esterilizarlas) , pregunto: ¿Por qué en lugar de “capar”, no se educa mejor (desde la escuela) ?  Porque tristemente vivimos en una sociedad castrante, del intelecto, de la opinión, de la libertad, la justicia y como siempre castrante de sus propias mujeres.  Una sociedad cobarde, que siempre termina abusando de la mujer.  Una sociedad a la que le va mejor destruir, que construir.  A una sociedad a la que le conviene “liberar” más que “formar”  a sus ciudadanos.  Teniendo una perspectiva social tan pobre, cómo aspiramos a que el beneficio de “tantas obras” de “tanto desarrollo” sea igual para todos, partiendo de la injusticia social para con uno de sus géneros.  Panamá no es un país superpoblado, Panamá es un país con una pésima distribución de riquezas.  Antes que capar a nuestras mujeres, deberíamos pensar primero en cómo frenar primero a los grandes acaparadores, corruptos y esclavistas de nuestro país.

El atributo indeseable de la justicia panameña


Hace algún tiempo atrás aprendí que no hay mejor forma de ejercer la autoridad que con el vivo ejemplo.  Porque uno no puede predicar lo que no practica.  Hacer lo opuesto o contrario a lo que se dice, da una tremenda sensación de falsedad e hipocresía.  El ser humano aprende  mejor según  “el ejemplo”, desde que nace en adelante.  Así aprendemos las cosas buenas y malas, siguiendo  el ejemplo de otros.  No se trata de regañar, forzar, doblar el brazo, imponer una norma conductual.  Toda autoridad debe predicar con el ejemplo.  Entendiendo por autoridad, ya fuera el ejemplo de los padres en casa, los maestros hacia sus alumnos, y los gobernantes hacia sus gobernados.  Panamá es un país bueno, pero de cierta naturaleza hipócrita.  Porque aquí todo el mundo está acostumbrado a hacer lo que le da la gana, sin embargo, para todos los resultados no siempre son los mismos.  Digamos pues que “alguien” entra a una tienda y roba algo, de comprobársele el evento podría o no, ser castigado.  Sin embargo, a medida que vamos aumentando en la categoría del delito o la reincidencia, la certeza del castigo debería fortalecerse.  Lo cual no ocurre necesariamente así, en Panamá.  Por lo general, los delitos de alto perfil son cometidos por personas de cierto nivel, que todos sabemos, jamás serán castigados.  Dicho sea de paso, y es curioso pero así debe ser dicho, de la misma forma en que se establecen las pandillas delincuenciales de barrio, así mismo se establecen las pandillas delincuenciales a niveles superiores.  Porque delito es delito, independientemente a quiénes delincan.


Si la certeza del castigo no existe, apenas para los niveles bajos que NO poseen la “capacidad” de torcer la justicia, se va desarrollando el factor “impunidad”.  El factor impunidad es un evento de naturaleza replicable, por no decir CONTAGIOSA.  Por ejemplo, si alguien ve llegar tarde a una de las “vacas sagradas” de cualquier trabajo, reiteradas veces y si ningún tipo de castigo, a mediano o corto plazo esa misma persona empezará a llegar tarde también.  Porque no existe la certeza del castigo.  Son muy pocos los humanos acostumbrados a hacer las cosas por deber, y no por castigo.  El problema no está en nuestra naturaleza, sino en el comportamiento que aprendemos socialmente.  Y la sociedad panameña, dentro de su juega vivo, aprecia la impunidad.  Ya fuera por “no ser pillado”, viveza o suerte…de cualquier forma, lo vemos como una gracia.  El problema y la rabia vienen cuando precisamente esa “gracia” es mayor para otros, o nos afecta negativamente en cualquier forma.  Entonces reaccionamos clamando “justicia”, como si la justicia fuera atributo exclusivo de la inequidad de la injusticia.  La impunidad ha sido enquistada en nuestro sistema social-político, como “el atributo indeseable” de la justicia panameña.  Cuando muchos sufren por el accionar de pocos, sin castigo de ningún tipo, entonces las personas se acuerdan de “la justicia”.  No para reconstituirla, protegerla, rehacerla, sino para sencillamente: Llorar, quejarse, berrear, o solicitar la nivelación proporcional a distintas injusticias (que todos suframos por igual) ¿Pero a qué nos lleva la impunidad?  Pues a nada más que absoluto desorden, caos, retroceso y muerte.  Muerte de cualquier forma de justicia, o protección humana.  Aunque también la impunidad nos lleva al ridículo.  Sí, a hacer el ridículo.  Hace poco desalojaron a una barriada de precaristas conocida como “La Martinelli”.  Suena irónico que un grupo de invasores le pongan a su barriada el apellido del presidente del país, pero por qué lo hicieron...  Tal vez para ganar gracia, quizás por azar.  Pero, ¿Cómo es posible que al fruto del delito, lo nombren como al presidente?  En qué cerebro cabría, por más humilde y desesperado que esté aquel grupo de personas, hacer eso.  Pues no; tal parece que ni locos ni estúpidos.


Pienso yo que le pusieron así para llamar la atención de las autoridades.  Pero, por qué un grupo de personas delinquiendo querrían llamar la atención de las autoridades, o peor aún, la del presidente de la república.  Supuestamente todo delincuente debe “esconderse” durante su fechoría, pero esto no fue así.  Son comunes los casos de damnificados (no precaristas) que, posterior a su desgraciada pérdida, son gratificados con viviendas y enceres.  Pero pregunto yo: ¿Será que los precaristas invasores han empezado a pensar bajo la misma óptica de los damnificados?...  Sin embargo, la diferencia es mucha entre un damnificado y un invasor.  Técnicamente el precarista es víctima de la adversidad del destino, y el invasor es un delincuente (obviando toda la tragedia social de la mala distribución de las riquezas, falta de oportunidades etc.)  Luego, si los delincuentes del país apelan a la máxima autoridad para su retribución (cualquiera que sea) durante la ejecución delictiva, ¿Qué esperar de nuestros ladrones de saco y corbata? ¿De la racionalización del delito en Panamá? ¿Qué esperar entonces, de nuestro futuro social vs la impunidad y la gratificación del delito?


¿Evolucionar o reprimir?

Algunos mandatarios han redoblado esfuerzos contra la libertad de expresión.  Es cierto que hay periodismo prepago, malintencionado y desinformativo.  Existe la crónica roja y la amarilla, los tabloides, que inclusive lucran del morbo social.  También están las televisoras, las emisoras de radio, los foros de internet.  Por cualquier medio que pueda comunicarse el humano, podrá haber tergiversación y manipulación de información. En cualquier actividad humana existe inherente el riesgo de la corrupción.  Así como también existe la corrupción en los sistemas judiciales, y en las esferas de mando, desde que el hombre se estableció en comunidades organizadas.  En los países como el nuestro, donde siempre ha existido todo este oleaje de escándalos, los pueblos terminan perdiendo credibilidad en los gobernantes y sus respectivos sistemas judiciales.  Mientras los políticos dicen palabras y muestran papeles, los medios de comunicación adicionalmente muestran fotos y videos. En nuestra actualidad (de comunicación en línea y tecnología de punta) el manejo de la información ha dado mucho más poder a los medios, del que tenía cuando se le acuñó el distintivo de “cuarto poder”.  Los pueblos parecen haberse acostumbrado a creer más en la televisión que en las sillas presidenciales, en las novelas que en las asambleas legislativas o senados, y en los periódicos que en cualquier carta magna.



Sin embargo, algunos regímenes desfasados no notan (o no quieren notar) que la humanidad está cambiando.  Que los esquemas de gobiernos represivos de tipo jerárquico-patriarcales, individualistas y autoritarios ya no se sostienen por sí mismos.  Gracias a la tecnología, el humano (que originariamente se expresaba en términos de naciones, encerrado cada cual en su propia cultura) ha empezado a proyectarse como hijo de una misma especie.  Conceptualización demasiado peligrosa para ciertos tipos de autoridades.  Digamos pues que los miles de millones de “esclavos” de estos sistemas de poder y control, han empezado a interactuar entre sí, de extremo a extremo del planeta, inclusive salvando la barrera del lenguaje.  Dicho esto, según el viejo refrán que la unión  hace la fuerza, a los poderes tradicionales ya no le resulta tan fácil ocultar sus acciones, ni sembrar división (recordando el viejo adagio, divide y vencerás) ni maltratar “en privado” a sus pueblos.  Por eso, varios gobiernos (incluyendo Estados Unidos) han tratado de penalizar la Internet y las redes sociales.  La naturaleza tecnológica de la comunicación en masa bien aplicada, impide de facto la aplicación de los controles tradicionales represivos.  Bajo tales conceptos, los viejos regímenes de este tipo seguirán cayendo.  Porque cada vez se les hace más difícil engañar a la gente; no se dan abasto.  


Mientras más intenten reprimirlos, más débil será la fuerza que podrán ejercer, evidenciando su vulnerabilidad, incapacidad e ineficiencia.  Por eso la desesperación de arremeter contra los medios.  Sienten que se les va el poder. Y esa sensación es… asfixiante.  Hemos comenzado el año consternados con la renuncia del papa, un traspié demasiado significativo en uno de los organismos mayoritarios de fe y control mundial. Algunos meses atrás descubrieron una roca enorme (2012 DA14) viajando en dirección a la tierra.  Los sistemas de rastreo más eficientes, sólo abarcaban objetos “grandes” como planetas, satélites, sistemas solares, galaxias etc.  Ahora, ante el reciente paso de dicho asteroide y los mil heridos del meteorito en Rusia, la ciencia ha empezado a  repasar la peligrosidad de estos  “pequeños”  objetos. Es decir, lo que antes  parecía pequeño, ahora lo consideramos grande. ¿Estamos o no frente a una realidad que a simple vista nos presenta dos opciones: Evolucionar o Extinguirnos?...Luego,  ¿Por qué insistir en estos esquemas de gobierno tan viciados, involutivos y retrógrados?  No tiene sentido ir en contra de la naturaleza,  forzar, intimidar, ocultar, oponerse al flujo de la vida y sus acontecimientos.  Van a hacer el ridículo y llevan todas las de perder.  Empiecen a considerar a los pueblos y a sus entornos, sumen en lugar de restar, compartan en lugar de quitar, liberen en lugar de apresar, muestren en lugar de ocultar,  o terminarán execrados del futuro de nuestra especie.


¿La valentía ajena, o la cobardía propia?


La política panameña está cayendo en un tremendo absurdo.  Los políticos no respetan al pueblo (con o sin pacto electoral) Los gobernantes no respetan al pueblo, a cada rato explotan escándalos de corrupción por doquier, como si estuviéramos dentro de una hoya de pop-corn con aceite muy caliente y maíz aún más sensible.  Tal parece que a nadie, y con eso me refiero al pueblo en general, a los cientos de miles de panameños humildes y honrados de este país, todo parece importare un bledo. ¿Y así queremos aspirar a una “cosa” mejor en las próximas elecciones?  Digo, habría que ser muy cínico, socialmente hipócrita o ingenuo, si todos queremos que “las cosas cambien” sin ir más allá de la comodidad de nuestras oficinas, el anonimato de nuestras casas o la dulzura del propio juega vivo (digo propio, porque tal parece que el que nos joroba es únicamente el ajeno)  Deprime ver la actualidad social de nuestro país, y aterroriza aún más, mucho más el futuro que le estamos “empollando” a las futuras generaciones.  Y digo empollando porque sólo hacemos eso, después de sufrir la ardua parida de tremendo huevo cada cinco años, este pueblo sólo se sienta encima a calentarlo, y a ver qué sale luego…



¿Cuáles son nuestras mejores opciones? La mal llamada oposición, una comparsa de maleantes, igual o peores a lo que ellos mismos critican.  Que inclusive, tienen vínculos comerciales con las personas que critican y adversan diaria y públicamente.  Esta oposición hipócrita, con cola de paja, techo de vidrio y tremendo pasado oscuro,  ¿Esta es nuestra mejor opción para el 2014?  El peor enemigo de nuestra oposición no son los auditores que les manda el gobierno, para ver qué tan corruptos andan.  El peor enemigo de nuestra oposición son ellos mismos. ¿Qué no tenemos mejores opciones?  Pues no, no es así.  No tener mejores opciones, es muy diferente a no querer verlas.  Porque nos hemos acostumbrado a ser guiados por ese tipo de gente, o peor aún, a ser abusados… por ellos.  Pero eso es muy diferente a no tener opciones, porque Panamá está llena de buena gente, gente inteligente, honesta  y capaz.  Pero no queremos verla, porque siempre vamos por el que más escándalo hace, el más perequero, bravucón,  chabacano o  payaso.  Dicho sea de paso, inclusive así ocurre en nuestras conversaciones, al que no habla gritado o golpeado, al que muestra modales, no se le presta atención (sin importar que tenga o no la razón).


Siempre lo he dicho, somos una sociedad de rofeo.  De “malos” que aguantan como hombres, “callaos”…  Porque quejarse es una cosa de mujeres,  o de hombres débiles y aquí todos somos hombres.   Yo digo que ser hombre no tiene nada que ver con ser pendejo, cobarde o mudo.  O peor aún, ser hombre no tiene nada que ver con ser esclavo.  Entendiendo por esclavitud, la  sumisión perpetua y absoluta, voluntaria o impuesta,  a cualquier manifestación opresiva (intelectual, física o emocional)  e independientemente  al color de la piel, poder adquisitivo, credo, nivel social, sexo, o creencia política.  Ayer vi una película, recreación de aquellas del antiguo oeste. Los esclavos negros, curiosamente,  eran los más dóciles (excluyendo a los mandingos luchadores) en un mundo de violencia tremenda.  Y cuando surgía de pronto una violencia aún mayor a la que los esclavizaba, para liberarlos, al quedar libres los esclavos no se atrevían a salir de sus jaulas.  


Yo había oído eso de los pájaros.  Que de tanto estar encerrados, después de cierto tiempo con la jaula abierta, el pájaro no escapaba hasta chocar casi accidentalmente con la salida.  Pero jamás pensé eso de los humanos.  Porque supuestamente, lo que diferencia a un humano de cualquier animal es su inteligencia y espíritu.  El problema es que, cuando uno es esclavo (de lo que sea) la inteligencia y el espíritu se supeditan al miedo precisamente.  No sé si se han dado cuenta, aún siendo una sociedad de rofeo, aquí no reina la valentía, sino el miedo.  En la mayoría de los casos no gana, no nos gana el más valiente, sino el que más miedo mete (no gana la valentía ajena, sino la cobardía propia)  Vivimos del miedo, no del pensamiento ni del espíritu. En consecuencia, nos animalizamos cada vez más, y los abusos van a ser cada vez mayores.  En proporcional aumento de la insensibilidad, indolencia y cobardía social. Y mientras más violento y estúpido se vuelva el agresor, más estúpido y sumiso se volverá el agredido.  No sé si lo ven como yo, pero estamos en el camino de la imbecilidad rumbo a la auto extinción. Mientras el hombre continúe enterrando su espíritu bajo una mente descontrolada (tiránica)  y un cuerpo débil (concupiscente) mientras el hombre no se libere a sí mismo de sí mismo primero (no que venga  una religión o religioso a liberarle) siempre será esclavo de sí mismo, y en consecuencia natural, de cualquier otro individuo.