MASLEIDOS

viernes, 27 de junio de 2014

Políticos ciegos, pueblo indolente


 
Yo siempre he pensado que no hay mejor forma de contrariar a quien intenta llamar la atención, que ignorándolo. Porque en su afán de ser atendido, la desesperación lo lleva gradualmente a cometer errores letales,  que tampoco ve por estar demasiado “involucrado” en su rol.  Errores que exponen debilidades, las mismas que ocultaba tratando de llamar la atención, y otras más profundas. Sólo basta un poco de paciencia, maña y defensa. El agresor exhibicionista tarde o temprano se desnuda a sí mismo, en desventaja a todo lo que le rodea.  Así es como súbitamente empieza a perder fama, se descubre encerrado y en capilla ardiente. Pudiéramos pensar que a nuestro pueblo, gran parte aficionado a las contiendas de cualquier índole, le aburriría una situación así, sin embargo es algo que habría que considerarse.  El panameño piensa más de lo que habla,  aguanta demasiado sin ser cobarde, somos unos pelos más emotivos que racionales y no sabemos trabajar en equipo.  En tales condiciones, intentar arrearnos como ganado tendría media probabilidad de fallo para quien lo intente.

Escucho a mucha gente que se dice “de oposición” comentar a diario el circo que nos arma el gobierno, sin darse (o sin querer) darse cuenta que le hacen la propaganda gratis. Porque les gusta hasta cierto punto el bochinche, la controversia y necesitan audiencia. Todos los días el gobierno nos inventa una sicosis nueva, de poco o gran arraigo en el consciente (o inconsciente) colectivo. Los medios oficialistas la disparan, y los opositores la amplifican. Así se genera una especie de corto circuito comunicativo, y la señal originalmente emitida, en lugar de desaparecer, se retroalimenta en ciclos infinitos del haber nacional.  Parece un juego de tontos sin fin, porque los actores internos no generan condiciones de control sobre dicho ciclo. ¿Luego qué queda? Una condición de desbordamiento, saturación y  cansancio que puede generar cualquier tipo de fallo. Escuchando atentamente los programas oficialistas uno observa que bajo el cascarón de insultos personales, jerga de poca monta, culto a la personalidad   y el eslogan repetitivo de las obras, no hay substancia.  Increíblemente, es la oposición quien le da vida a la propaganda del gobierno.

Fue la oposición la que proclamó al oficialismo como “locos”.  ¿Sabrán ellos aquel viejo adagio que dice que a los locos no se les hace caso? O habría que estar aún más loco (o desesperado) para discutir locuras con los locos.  Si nuestra oposición fuera un poco más proactiva y menos reactiva, esperando cada cinco años para ofrecerse al pueblo.  Si repartieran un poco de sus millones en obras sociales, aterrizando su compromiso con el ciudadano común, no sólo con el copartidario.  Si hicieran más que repartir puestos, cuando se vuelven gobierno. Si el panameño viera un compromiso permanente y real, no sólo político y oportunista, de sus candidatos.  Si la oposición pudiera hermanarse al pueblo, en lugar de presentarse como un mesías libertador, para luego convertirse en un producto peor al que reemplazaron... todo sería diferente.  El problema de la política panameña no es la virtud de la oposición, ni lo pecaminoso del gobierno, sino la falta de visión a mediano y largo plazo de nuestros políticos.  Porque la indolencia de nuestro pueblo, es en gran parte reflejo de la ceguera de nuestros políticos.

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