MASLEIDOS

jueves, 28 de junio de 2012

¿Ser o no ser negro en Panamá, racismo, hipocresía o payasada?




Según he escuchado, los resultados del pasado censo en el que se preguntó si uno se consideraba o no afro descendiente, no arrojó los resultados esperados.  Recuerdo que cuando me formularon la pregunta me hice el tonto, y la encuestadora procedió a explicarme muy amablemente: “Si usted tiene algún papá o mamá, abuelito o abuelita negra”.  Pensé en jugarle una broma, precisamente de humor negro, haciéndome el ofendido con algo que sonara a: “¿Qué si tengo algún chombo en mi familia?... (Que dicho sea de paso, sí los tengo y varios, chombos de piel y de actitud).  Pero no me pareció oportuno, ni necesario y tampoco estaba seguro de que la joven (mezcla de varias razas, incluyendo la negra) llegara a apreciar mi broma.  Pero resultó que en Panamá hay menos negros de lo que se ve a diario.  No sólo el asunto de que por cada “N” blancos sacan a un negro en televisión, sino porque el mismo país no se considera afro descendiente.  ¿Qué cosa más ridícula y racialmente hipócrita, no?. En Panamá uno voltea la vista y ve varios negros, negroides, afro descendientes, zambos, culisos, morenitos, timbos o como se les quiera llamar.  Pero la consciencia colectiva se considera cualquier cosa, menos negro o afro descendiente siquiera.  


Aclaro, aún para los que me conocen personalmente, yo sí soy afro descendiente y lo digo con orgullo.  Aproximadamente un 25% de mi constitución genética es negra, y el 75% restante se lo reparten el indio y el blanco.  El asunto es que tal vez muchos pensaron que ser afro descendiente implicaba exclusivamente ser hijo de negro o negra, chombo o chomba.  En Panamá el que no es chombo, en alguna fase de su vida ciudadana ha llegado a sentirse chombo.  Porque la forma de ser del panameño tiene muchos atributos negroides.  Como bien me explicara una persona hace algunos años atrás, chombo no es un color sino una actitud.  Y felizmente muchos de nosotros acogemos actitudes de chombo, casi sin pensarlo, o peor aún sin aceptarlo.  Me refiero a esa alegría expansiva y jovialidad tan naturalmente sencilla como festiva, de nuestra querida raza negra.  Por eso pregunto: ¿Cuál es la hipocresía? Afilemos un poco la vista, aprendamos a ser más honestos con nosotros mismos y los que nos rodean.  Aprendamos a ver más allá del maquillaje, las cremas, el alisado o la ropa, y veremos aún sobre la piel blanca una nariz aplastada, el cabello difícilmente domado, labios salidos y carnosos, y no pocas veces un hermoso y gran trasero. Pero bueno, como bien dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver…

Luego caemos en las situaciones tan públicas como ridículas (por no decir payasas) como el asunto de las trenzas en las escuelas públicas, o el desagradable incidente de la Doctora Camargo en el supermercado. ¿Es racismo, hipocresía o payasada?.  Hace algún tiempo alguien me dijo que en Inglaterra era más fácil para un negro casarse con una blanca, que en Panamá.  ¿Será acaso porque muchos panameños son natural y tontamente racistas, o porque en Panamá es mucho más difícil encontrar una “blanca” en todo el sentido de la palabra?.  Porque aquí hay culizas, cholas, teñidas, pintadas, desteñidas, morenitas, chombitas, yeyesitas, rabiblancas, rabiprietas (como diría Pedrito) pero ¿Blancas?...Habría que analizarles la sangre, aunque, obviamente no tantas como en Inglaterra.  De cualquier forma, el primer insulto que acuñamos en cualquier discusión subida de tono refiere directa o indirectamente al origen racial predominante en la persona.  Es decir, en Panamá el racismo consistiría no en ser negro (indio, chino, judío etc.) sino en qué tan negro (indio, chino, judío etc.)  se es.  Así un chombo blanco,  es moralmente apto de insultar racialmente a un negro.  Lo cual, más que racista suena estúpido.  En consecuencia, el racismo panameño no se trata de ser o no ser negro, sino de que tan hipócrita, payaso o estúpido se puede llegar a ser en un momento determinado.

Queríamos un presidente, no un ilusionista


Dándole el beneficio a la duda, cosa que no se le niega a nadie… aunque con ellos no debería, me he preguntado si este gobierno tiene un problema de enfoque, visión, viveza (por los escándalos)  u orgullo…o tal vez un poco de todo.  Por cómo van las cosas, ya nada me sorprende.  Hace poco el ministro de economía dijo “que se le había pasado la mano en pollo”. ¡Pues claro! Recuerdo que en alguna entrevista de algún canal de televisión, algún funcionario gubernamental  habló de “pajas mentales”.  Desde que el actual gobierno subió al poder, nos han publicitado tanto los dichosos mega proyectos, que la suspicacia natural en la malicia panameña, hizo que todo aquello me sonara a “pajas mentales”  (parafraseando al ilustre funcionario en su momento).  Y es que llegaron pensando en “hacer”, disponiendo de un dinero, sin pedir autorización al dueño.  Me refiero a la venta de las acciones, terrenos y demás.  ¿Acaso tiene sentido hacer planes con un dinero que no se tiene, o peor aún, disponer sin permiso de dineros ajenos?.  Yo sólo dispondría de mí dinero, mis negocios e inversiones, pero hacerlo con la cosa pública…deja de manifiesto un problema de enfoque  y visión.  El presidente debe ser administrador, no dueño.  A no ser que yo me crea “el ungido” y pueda pasar por encima de todos y de todo lo que existe, para reinventar la rueda, desconociendo de primera mano qué hay de malo “CON LA CARRETERA”… porque yo soy yo: “El ungido”.  ¿Un problema de personalidad, de orgullo, no?.

Este gobierno (y los anteriores) me recuerda a aquella persona que busca un cargo laboral, siguiéndole el rastro a determinado salario.  “Se vende” al jefe del área  como lo mejor del mundo, e indispone a quien está actualmente en el cargo.  Pero esa persona ni siquiera se ha tomado la molestia de averiguar cuáles son las dificultades/limitaciones del personal actual, las necesidades que suple, ni en qué consiste el puesto para el cual aspira.  Ese empleado, ignorante total de su rol administrativo, empieza a improvisar, no hace lo que le solicita el jefe sino lo que él piensa que debe hacer y de la forma en que lo quiere hacer.  Sólo está allí por el salario, y teme tanto a que lo boten (porque conoce consciente e inconscientemente cómo llegó al puesto) que se vuelve por un lado “alegórico” (ficticio, mentiroso, propaganda)  y por otro lado agresivo e impositivo (agresión que en el fondo es miedo a ser sacado del puesto).  Las personas que suben a los gobiernos panameños, por lo general llegan haciendo oposición (indisponiendo al empleado actual) sólo les interesa los beneficios,  altos salarios y comodidades (el salario del cargo) y luego de nombrados desconocen al pueblo (el jefe/dueño). Terminan improvisando, o haciendo lo que les da la gana, menos resolviendo los problemas reales del estado (porque desconocen la naturaleza del cargo, sólo les importaba  los beneficios).  Lo malo aquí es que en esta empresa que llamamos estado, el jefe (el pueblo, que para nuestros efectos es el dueño también) no está pendiente de su negocio. Por eso nos toca aguantarnos cada administrador…


Yo hubiera creído que esto no iba a ser igual con el actual presidente, que fue funcionario público dentro de las vertientes políticas de mayor peso en el país.  Llegué a creer (aunque muy brevemente)  que acabaría con el monstruo, quizás por eso muchos panameños le dieron el voto, pero terminó convirtiéndose en un tumor para el cuerpo estatal.  Pero tal vez no se involucró demasiado tiempo con el pueblo (fuera de campaña) tal vez sobreestimó sus capacidades, o subestimó la burocracia, el sistema, no sé.  Algo le salió mal, algo nos salió terriblemente mal.  Si tan sólo se hubiera tomado un poco de tiempo para conocer realmente al pueblo, tal y como conoció las formas de gobernar del Arnulfismo y el PRD, hubiera enfocado su forma de gobierno a resolver problemas y no a cumplir promesas, hubiera dado la solución sin haberse sumado al problema.  Porque Panamá requería un presidente, no un mago ilusionista, no un prestidigitador (peor aún).

Queríamos que los diablos rojos funcionaran como debieron funcionar, no que nos vendieran una empresa de transporte más cara, insuficiente y extranjera.  Queríamos resolver el problema vehicular del país, no necesitábamos un metro, ni tantas calles rotas en supuesta reparación.  Queríamos resolver el problema del agua, no soterrar cables.  Queríamos una mejor educación, no portátiles, ni mochilas (y para las becas ya estaba el IFARHU).  Queríamos mejor salud pública, no crisis por KPC  ni un staff de lujo intimidatorio.  Queríamos los alimentos más baratos, no jumbo ferias (ya el PRD nos había dado las ferias compita, y tampoco llenaron). Queríamos mejores salarios, no mejor salario mínimo.  Queríamos mejor economía, no más edificios.  Queríamos más seguridad, no policías mejor vestidos.  No queríamos más impuestos, de hecho se nos dijo que había plata y malos administradores, pero  nos aumentaron las cargas impositivas.  Queríamos menos pobreza, no más casas para pobres.  Queríamos más seguridad, no más cárceles.  Queríamos que todo el país progresara, no sólo algunas personas. Queríamos más y mejores  empleos, no más empleos temporales. No pedimos pesar el pan, ni la impresora fiscal, ni el cambio de metraje, ni compatibilidad numérica, ni más aeropuertos, ni que creciera la cinta costera, ni un centro de convenciones nuevo. A mi parecer el gobierno actual se ha enredado en cosas innecesarias, y en las realmente necesarias no ha figurado adecuadamente.  Para rematar,  siempre envueltos en escándalos y vínculos tibios débilmente soslayados con “yo dije que no dije, que él dijo, que ellos dijeron que yo dije”…y al final de cuentas queda el sospechoso libre y el acusador demandado.  Como si los demás fuéramos estúpidos. De cualquier forma, los problemas no se resuelven con magia ilusionista y propaganda, sino con soluciones.  No votamos por un mago, sino por un presidente.  Exigimos realidad, no fantasía.  Un gobierno de verdad, no de pacotilla (parafraseando a aquel funcionario, en aquel tiempo).

lunes, 25 de junio de 2012

¿Qué nos enseñan los extranjeros?



Frecuentemente escucho a varios paisanos decir que el panameño es vago, perezoso, grosero, tramposo, congo, lento, de todo.  Y que los extranjeros son audaces, trabajadores, luchadores, educados, rápidos etc.  Sobre todo en lo relativo al área de servicio.  Obvio, también escucho los tradicionales estereotipos, que si alguien es de una nacionalidad es narco, prostituta, loco, grosero y así.  Como buenos seres humanos, repletos de virtudes y defectos, siempre hablamos de más y no pocas veces conociendo menos.  



Yo me pregunto si en Colombia, Venezuela, Estados Unidos, Perú, Costa Rica  no habrá gente vaga, perezosa, tramposa, lenta y grosera.  El sentido común me dice que sí, como en cualquier otro país del mundo llámese Rusia, Corea, China, Arabia, Noruega, Israel, Japón.  Tal vez  los panameños que opinan tan mal de los panameños,  no han vivido suficiente tiempo en el extranjero.  Sin embargo, cada país tiene su idiosincrasia y nosotros la nuestra, nuestra “indio-sin-gracia”.  No hay dos países iguales, como tampoco hay dos personas completamente iguales en el mundo, tanto para bien como para mal.  


 ¿Acaso los extranjeros que han venido a Panamá,  nos dan suficiente base estadística para creernos mejor o peor que ellos?  No lo creo.  Los extranjeros que llegan al istmo son un tipo bien definido de cualquier especie: Emprendedores;  y no pertenecen a ninguna nacionalidad exclusivamente.  El emprendedor corresponde al tipo de persona que sale de su país en busca de un mejor futuro. Tan emprendedores podrían ser los miembros de la familia del actual presidente de Estados Unidos, como algunos balseros provenientes de Cuba.  Sin embargo el solo hecho de dejar atrás toda una vida, un país y familiaridades en busca de “una vida mejor”, dice mucho de cualquiera de estas personas.

Personas que vienen de localidades con mayor densidad poblacional que la nuestra.  Países con más personas y peores problemas existenciales.  Individuos que aceptaron el último reto de supervivencia humana: Migrar.  No es justo comparar al nacional común, con el extranjero emprendedor.  Sería mejor comparar emprendedores con emprendedores y nacionales con nacionales.  Entonces  establecer alguna relación proporcional, pero que jamás nos lleve a creernos mejor o peor a nadie, como muchos de nosotros hacemos tan alegremente contra  nosotros mismos (panameños).


Sin embargo, Panamá tiene algo que la diferencia de muchos países en lo que  a migración se refiere.  La flexibilidad de sus políticas migratorias.  Bien lo dijeron nuestros ancestros: “Pro mundi beneficio”, una política migratoria más de piernas que de puertas abiertas.  Nosotros le facilitamos mucho las cosas al extranjero, que para rematar,  antes de llegar al istmo ha sido previamente llamado o captado por un grupo migratorio preexistente, de cierto poder adquisitivo, social y político que le facilita ampliamente el proceso de adaptación y progreso.   Gracias a Dios, históricamente hablando, dada nuestra posición geográfica no pudimos hacer mejor cosa que utilizar las corrientes migratorias a nuestro provecho, en cierto proceso de asimilación natural históricamente practicado por los panameños.  Aunque ello nos haya dificultado el levantamiento y mantenimiento de cierta identidad cultural, entre otras cosas.  


Panamá parece ser de los panameños… y de los judíos, chinos, indios, colombianos, venezolanos, peruanos, gringos y de todo aquel que tenga cojones de vivirnos. ¿Es un cáncer o una bendición?  No puedo asegurarlo, pero sí hay algo cierto.  Todos esos emprendedores se apoyan entre ellos y en un par de generaciones se superan como grupo social. ¿Acaso hacemos lo mismo los panameños? No creo, nosotros nos atacamos mutuamente;  tal vez por eso no progresamos.  Quizás tengamos que aprender ese pequeño detalle de los emprendedores, aquella “nimiedad” que ellos  tuvieron que aprender  a la brava, expatriados, exiliados, huyendo de su país: La solidaridad.

¿Publicidad engañosa o gobierno?

Escucho decir a muchas personas, que este gobierno por lo menos está haciendo “algo”, haciendo cosas.  Que los otros gobiernos esto y lo otro, y que este gobierno…bla, bla, bla.  El discurso es que tenemos que agradecerle al presidente, ojo,  no al gobierno, ni a los otros gobiernos, sino directamente al presidente la bonanza de Panamá.  Digamos pues que los otros gobiernos hicieron nada, si nada podría llamarse a la Cinta Costera, si nada podría llamarse al Puente Centenario, si nada podría llamarse la ampliación del canal, si nada podría llamarse recuperar al país después de una guerra con la primera potencia del mundo.  Todos los gobiernos han reparado calles, las jumbo ferias de este gobierno son las ferias compita del otro, el metrobus de uno es el transmóvil del otro.  Es un discurso absurdo, desgastante, aburrido, repetitivo.  Cansa oír la voz del presidente en cada propaganda, en tantas propagandas, hablando tan pausado, como si nos estuvieran hipnotizando o lavando el cerebro.

 Pero el gobierno está haciendo “cosas” eso no se le puede negar: La beca universal, el ángel guardián, metro bus, metro, carreteras, soluciones habitacionales, cien a los setenta, las computadoras, salario mínimo  etc.   Digo, sin contar que el mismo pueblo lo haya solicitado o sea el capricho de alguien (caso del metro) sin poder evaluar la efectividad de cada solución, sin contar que sean medidas que benefician a un sector de la población y no medidas que  promueven al país en general, se puede decir que “se está haciendo algo”.  Pero, ¿Acaso esa no es la obligación de todos los gobiernos, hacer algo?    

No es un favor que nos hace el gobierno al comportarse de esa forma, primero que todo, no es un favor que hace Martinelli, ni Cambio Democrático, es una obligación gubernamental hacerlo.  En consecuencia, esto no es cosa de dar gracias (porque no son “limosnas”) sino de responsabilidad, obligación y deberes.     En la empresa privada se trabaja por lo que se devenga, y aunque las gracias no son obligatorias, el empleado debe ser consciente de cuál es su responsabilidad, para qué lo nombraron y para qué le pagan.  Los  “ungidos”, “indispensables” o “intocables”, sencillamente no la llevan bien e igual son destituidos, o reemplazados por alguien que hace más por menos. Luego, ¿Por qué exaltar la figura del presidente, o del gobierno en el cumplimiento de sus responsabilidades? No son dioses, ni héroes, ni emperadores, ni monarcas, ni santos, sino empleados públicos comunes y corrientes.

 
Gran cantidad de esas “obras” que tanto pregona el gobierno,  sale directa o indirectamente de nuestros bolsillos, de nuestros impuestos. No proviene de ninguna persona en especial, empresa o fondo privado (a no ser que se hable de una donación, no pocas veces del extranjero). No, nos regalan nada.  Al contrario, siempre se ha especulado lo contrario, que nuestras autoridades “venden” demasiado “alto” sus servicios al estado.  Fuera de todos los escándalos relacionados con la cosa pública, en los que frecuentemente se ven involucrados.  E inclusive, nosotros también costeamos  tanto atiborramiento de anuncios, dando a conocer la gestión gubernamental (por no decir casi beatificándola) Es como si yo utilizara mi jornada laboral, para pregonar por los pasillos “que trabajo demasiado”.  Algo que en lo personal me parece demasiado ridículo.
He escuchado a personas decir que “hacer cosas” implica que no nos están robando, o nos están robando poco, porque las obras se ven… Aparte de que tampoco podemos probar que así sea  (que nos estén robando, o no) el consuelo me parece realmente patético.  ¿A qué hemos llegado como ciudadanos, cuando como pueblo aspiramos sólo a que un gobierno nos robe poco, o no nos robe,  y ya por eso lo catalogamos bien?  Eso es algo terriblemente deprimente, si como sociedad amparamos la mediocridad o la ineptitud de nuestras autoridades bajo el consuelo de ser o no ser ladrones.  Aquello me recuerda tanto a aquel eslogan de “meter la pata, pero no la mano”… como si nuestros representantes apostaran a la mediocridad. ¿Acaso eso es correcto?


  ¿Finalmente, aquello de “hacer obras” justifica la estrangulación económica de todo un pueblo?...  Obras que benefician sólo a diversos sectores, maltratan profundamente a la clase media, obras que nadie ha solicitado, obras que de pronto se hacen todas al mismo tiempo sumiendo al país en un terrible enredo existencial, colapso urbano, en medio de tranques vehiculares, escándalos, deuda,  gastos, desesperación, inflación y no sé qué cuántas cosas más... ¿Todo por el simple hecho de “hacer cosas”?, no tiene sentido.  Uno tampoco puede volver su presente tan miserable, para después decir que se hizo gran cosa.  Sobre todo porque la “gran” cosa esa, parece dar soluciones de tercera mano al común de los panameños, volviendo aún más ricos a los ricos y poderosos de siempre.  El país está revuelto, las medidas que se aprueban son totalmente repudiables, cada vez se nos hace más difícil vivir en Panamá aunque se diga lo contrario y el pueblo se esconda. 

Un gobierno en reversa y un pueblo que avanza


Como dicen por allí, que en las procesiones se camina dos pasos hacia delante y uno para atrás, o al revés…este gobierno cada paso que da, lo hace para retroceder.  Es un gobierno en reversa, aunque se jure lo contrario.  Pero no mintieron,  si mal no recuerdo, un eslogan del presidente actual era que en su gobierno se podía “meter la pata”, pero no la mano.  El asunto de “meter la mano”…no estoy por discutirlo en este instante, pero lo de “meter la pata” se ha convertido casi en un modus operandi.  Es un gobierno en reversa.  Los veo ir y venir, rebotando de un lado a otro como pelotas de tenis, escándalo tras escándalo.


Hoy nos despierta el ministro de economía diciendo que “se les pasó la mano en pollo” en la previsión de ingreso.  Digo, qué falta de todo ¡! ¿No?...  Tal vez si consultaran un poco más al pueblo cada asunto y no aceleraran de tal forma,  para luego chocarse de frente no sólo con la oposición, no sólo con el pueblo, sino peor aún con la realidad.  Una realidad que les grita que equivocaron la aplicación de sus agresivos  conceptos de empresa privada, que no funcionan en la empresa pública.  Para entonces retroceder, ¡Huy qué pena!!! Nuevamente a contradecirnos, ¿Qué nos queda?...pues, seguir en lo mismo, culpar a la oposición y culpar al pueblo.  ¿Será que les falta bastante conocimiento en administración pública? No podría afirmarlo, tampoco es mi materia, pero los hechos cuentan otra cosa.

La cámara de tránsito en Costa del Este, aquella que pusieron para luego quitarla… Digo, es una empresa loable reconocer errores y corregirlos, pero equivocarse tantas veces… ¡No es sano!  Como aquellos pájaros que mueren golpeándose contra los vidrios de los edificios, porque no entienden rápidamente que el cielo no continúa, y que seguir el reflejo a veces duele,  o mata según la ocasión.  ¿Acaso este gobierno sigue el reflejo de sus ilusiones?...pues sepan que cuando se administra la cosa pública, hasta para soñar, hay que aprender a hacerlo en grupo. ¿Por qué?  Porque no son finanzas privadas, sino públicas precisamente, y no se pueden administrar como se administraría un capital privado, asumiendo riesgos por el simple hecho de “vivir en eterna tensión, riesgo y confrontación”.

 
A este gobierno, entiendo por fin, no le interesa imponerse.  Tal parece que más le interesa la confrontación en sí, ganando de primera mano (con una buena imposición) o por insistencia (cito la lucha indígena).  Parece que existiera una condición patológica, cierta necesidad obsesiva de confrontar y ganar en cualquiera lid.  Sin importar el desgaste que se desprenda de este tipo de actitud, o los beneficios o maleficios que se obtengan de ella.  Con todo lo que pasó la semana pasada, la violencia, lucha popular y demás, me llama poderosamente la atención una noticia que quizás pasó desapercibida: El sobreseimiento definitivo en el caso de Juan Hombrón.


 ¡Este país es éste país!  Balaceras a figuras públicas, el pueblo en franca lucha, un país que parece retorcerse sobre su eje democrático y el presidente bailando como Bernnie. ¿Tiene esto sentido? ¿Nos engañaron? No lo creo, por allí decían: “Los locos somos más”…ahora resulta otra cosa.  Y cuando ya no sean estos, serán otros los que nos manipulen, y así seguiremos resolviendo nuestros días entre insatisfacciones y comodidades. Que cada cual cargue su santo, o lleve su cruz al hombro, en “esto” que no sé llamar procesión o vía crucis. Y de tanto “baile” nos va quedando la pregunta de siempre: ¿Avanzamos o retrocedemos? O mejor dicho ¿Quiénes avanzan y quiénes retroceden? De cualquier forma, es sumamente positivo saber que aún tenemos capacidad de unión y peso como sociedad, como panameños.

lunes, 18 de junio de 2012

Rendirse al que gane de la pelea

Ahora sí debo reconocer la capacidad milagrosa de Martinelli, sólo por unir “en su contra” a quienes han sido enemigos eternos. O esto va muy mal y hay que unirse como pueblo, o Martinelli es un santo y no lo sabemos aún. Es increíble que enemigos de toda una vida política, se sienten a hablar sobre el futuro de la democracia en Panamá reaccionando al proceder del gobierno actual. Lo curioso es que todas esas personas que se reunieron, en su época de gobierno (o auge político) fueron considerados nefastos también. Pero entre todos, de una u otra forma, han contribuido a crearle el prestigio a nuestro estado y la excelente plataforma operativa al actual gobierno. Que le dieran grado de inversión a Panamá, y todos los consabidos privilegios de una de las economías más fructíferas de Latinoamérica, no fue obra exclusiva del actual presidente y su vertiente política, sino de sus predecesores y sus vertientes políticas también. Y para ser justos, deberíamos decir que más aportaron los anteriores que el actual, por el balance cronológico (veinte años de democracia, anterior a Martinelli) Es decir, por más que hubiéramos criticado a esas personas, de una u otra forma aportaron algo positivo al país. Imagino que el actual presidente, cuando sea historia dejará su aporte también. Lo que me preocupa es que todas las vertientes políticas opositoras tengan que unirse “por lo que está pasando en el país”… 


Esas personas que figuraron política y gubernamentalmente, y de igual forma se adversaron entre ellos, tuvieron el consenso de trabajar en la misma línea de acenso económico nacional. Pese a sus adversidades, supieron trabajar en grupo siguiendo en cierta forma una línea de estado. Que jugaran con el pueblo para “rotarse” democráticamente en el poder, tal y como lo hicieron los militares antes de que llegara Noriega y se destapara lo que se destapó. Dicho sea de paso, algo de la “rotación de mando” sonó cuando el conflicto entre Diaz Herrera y Noriega, y también pudo haber sonado en el conflicto entre Noriega y los militares golpistas. Él no quería salir, el país estaba revuelto y el pueblo dividido. ¿Acaso esto nos suena conocido? ¿Qué tiene el poder que obsesiona a las personas, y los hace creer eternos?…no sé, pero siempre es bueno recordar que el único eterno es Dios. Ningún humano es eterno, aunque sea militar, aunque sea civil, aunque sea millonario o pobre, presidente o presidido. En la actualidad tenemos dos figuras internacionales de alto perfil, que han comprobado humildemente, que nadie es eterno. Lo curioso del panameño es que votó por un “Cambio”, porque estaba cansado de estos viejos esquemas, y ahora son estos “viejos esquemas” los que han salido en su rescate. Pero bueno, será acaso que salen en rescate del pueblo, o en rescate de su futuro económico como fuerzas políticas o de gobierno... 


No podemos engañarnos, y es precisamente por no ver las cosas claramente, por obnubilar la razón con las emociones, por no aceptar la responsabilidad de manifestarnos como un solo pueblo, el divisionismo, el interés y el conformismo de migajas, que ahora tenemos este terrible problema electivo, y seguimos reciclándonos entre lo malo de antes y lo peor de ahora. De cualquier forma (malos viejos o malos nuevos) son representativos de los poderosos de siempre. ¿Y qué dice el pueblo?, seguimos sumidos en el tremendo letargo, este reality show descerebrado, en plena desidia, al asecho de rendirnos al que gane “la pelea”. Y nos pelean a nosotros, pelean la productividad del panameño, nuestros impuestos, la comida de nuestros hijos y la nuestra, la educación de nuestros hijos, la salud de todos, como si de una u otra forma, el estado sirviera al gobierno y no el gobierno al estado. Pueblo esclavo, perezosa y cobardemente esclavo. ¿Qué hemos hecho como personas, mejorándonos como individuos, con una visión a largo plazo, para tener mejores elecciones, mejores gobernantes?. Sólo hemos “esperado las próximas elecciones”. Porque la institucionalidad panameña se traduce en poderosos rotándose, y un pueblo esclavizado. Y eso es lo que viene, la mejor salida para Cambio Democrático, es que se una a la rotación de mando (La continuidad, tal y como están las cosas en el país no es saludable en nuestro entorno político actual). En consecuencia, la variabilidad gubernamental se daría entre tres fuerzas políticas (Panameñismo, PRD y Martinelli y amigos, a mi parecer Cambio Democrático no opera por sí como fuerza política). Nada bueno para el pueblo, sólo un grupo más de poder que alargará el ciclo de sometimiento popular.

Por el momento he de concluir este artículo diciendo que, para ampliar nuestra gama de opciones a mediano o largo plazo es preciso un cambio individual a gran escala y en efecto cascada. Léase, ser mejores personas, mejores individuos, mejores ciudadanos. No tener más cosas (plasmas, teléfonos inteligentes, tablets etc.). Necesitamos un cambio, pero un cambio personal, asumiendo responsabilidad y compromiso con uno mismo y con el país (desde cómo votamos, hasta no tirar basura en la calle). Nadie asumirá jamás ese cambio por nosotros, aunque cada cinco años nos prometan el cielo, la luna y las estrellas. Finalmente he de sugerirle a los opositores que se están reuniendo, que lo hagan en un gimnasio a modo de foro o cabildo, haciendo participativo al pueblo. Por favor no utilicen al pueblo exclusivamente como fuerza de choque contra antimotines, denle participación en la toma de decisiones también. Claro, no podremos participar los tres millones de panameños, pero sí alguna facción representativa (dada la devaluación moral que sufren nuestros partidos actualmente). Reúnanse de forma pública sin utilizar a los medios (consabidos traidores) de filtro. Busquen el esquema para hacerlo a la libre, clara y participativamente. Porque si se reúnen en privado, usando a los medios de “voceros” y al pueblo sólo como carne de cañón, fracasarán, pues, volvemos a lo mismo, a lo de siempre, a la misma “tragedia” panameña. De líderes que negocian a espaldas del pueblo, y a lo último se venden.

domingo, 10 de junio de 2012

Los muertos no tienen voz, y los vivos prefieren olvidar

A ninguna persona se le deben negar sus derechos humanos, menos si está viejo y enfermo, pero… ¿Debe Noriega pasar a arresto domiciliario o algo por el estilo?  ¿Cuántos viejos y enfermos habrá en las cárceles panameñas?.  A cuántas personas (inclusive ancianos y enfermos) se les negaron sus derechos humanos durante la dictadura militar completa.  Hay quienes hablan de Torrijos como “un dictador blando”.  Yo no creo que haya dictaduras, ni dictadores blandos ni nada similar.  Eso es una antítesis, una mentira que han querido hacer grande como aquella de que “todo es relativo” (dado que el todo lo es todo, en consecuencia jamás podría ser relativo)  Pero en este país, mientras más “sabrosa” parezca la mentira, todo el mundo la repite con ánimo y sin conciencia. 


Gracias a lo que pasaba en el país para esos años, yo pasé navidad comiendo en latas, ocultándome en mi propia casa, durmiéndome con explosiones, temblores, olor a pólvora, terror.  Porque los supuestos “libertadores” eran otros asesinos igual o peores a los depuestos.  Aquí no hubo nada blando, que se ha querido olvidar es otra cosa.  Que nadie quiere hablar de ello porque existe una complicidad extraña entre quienes hayan solicitado la invasión, quienes la hayan provocado y quienes la hayan ejecutado, es otra cosa.  Pero aquí no hay, ni hubo nada blando.  Tal vez lo único blando sean los cadáveres y desaparecidos de toda la dictadura militar y su deposición con broche de oro y aviones especiales tirando bombas genocidas.  El tiempo y las leyes, el sistema legal corrupto y los famosos “derechos humanos” nos impiden llamar las cosas por su nombre directamente, pero reitero,  aquí no hubo nada blando.
Que Noriega solicite arresto domiciliario, vaya, un escándalo más con el cual vender letra roja y o prensa amarilla.  Yo recuerdo que antes de que ocurriera todo, los gringos lo querían mucho.  De hecho lo entrenaron y distinguieron.  Pero en poco tiempo empezaron a decirle cosas muy malas.    Luego vino lo que ya todos sabemos, el asunto de la cruzada civilista, la paralización económica del país y el cerro de muertos que trajo todo.  A mí no me corresponde contar la historia, pero es que se habla muy poco del asunto y todo informal.  Yo nací en pleno apogeo de los militares, la democracia que conozco me la enseñó Endara y siguientes.  Pero viví y participé de la gesta civilista, fui a marchas, toqué pailas, respiré lacrimógenas, me escondí de los antimotines  etc.  Familiares míos pudieron haber muerto en la invasión, y eso me hace preguntarme: ¿Merece Noriega algún tipo de especialidad, llámese arresto domiciliario, depósito hospitalario o lo que sea?.  No me parece, y si este gobierno se lo concede, pues será lo peor que puedan hacer.  Aunque, para ser honesto, tampoco me extrañaría.


Lo que pasó en Panamá no fue un juego.  Si por alguna razón ya mucha gente olvidó, aún habiendo dicho que era “prohibido olvidar”, pues yo no olvido porque alguno de los míos pudo haber muerto en el evento.  Y tampoco me parece que gente que aupó la invasión, amigos y enemigos de Noriega, ahora anden por allí “queriendo olvidar el tema”, vistiéndose de blanco, haciendo el ridículo de que ahora  son civilistas.  Hubiera sido bastante bueno y sano para el país poder determinar cuántos militares panameños  y civiles, mujeres, niños y ancianos murieron en la invasión, pero como dicen por allí que la historia la escriben los vencedores…jamás lo sabremos.  En este país ha muerto gente, el problema es que los muertos no tienen voz, y los vivos prefieren olvidar.  Pero, ¿Merece Noriega arresto domiciliario o depósito hospitalario?...por los muertos, de los que nadie habla, los de la invasión y los de toda la dictadura, a mí me parece que NO. Y me parece que no debemos permitir que esto se repita.

Adjunto material gráfico sumamente crudo.  Si usted es una persona sensible, favor no reproducir los siguientes videos.









Ricardito Cause
No es un secreto que los peores dictadores o personajes más nefastos de Latinoamérica y otras partes del mundo, han recibido algún tipo de instrucción militar (y no militar) norteamericana.  Por ejemplo, Rafael Leonidas Trujillo en Dominicana, Manuel Antonio Noriega en Panamá, Bin Ladem en Afganistan, Gadafhi en Libia.  Todos estos militares coquetearon con los americanos, mientras sometían y abusaban de sus pueblos.  Luego, por alguna razón peleaban con sus tutores, y finalmente perdían el poder y control de las naciones.  De allí pudiéramos creer que el tío Sam, dejara de instruir dictadores a diestra y siniestra por todas partes del mundo. ¿Pero acaso lo hizo?...



Retrocediendo un poco en el tiempo, recordaremos a un partido de proporción poco respetable, compitiendo contra dos enormes fuerzas políticas tradicionales en Panamá.   Me refiero a Cambio Democrático, contra el panameñismo y el PRD ¿Qué oportunidad pudiera haber tenido?...  Virtualmente, Cambio Democrático era el estorbo necesario para que el PRD le ganara las elecciones al panameñismo.  Aún así, poco tiempo después de una reunión con la embajadora norteamericana,  se anunció la alianza Cambio Democrático-Panameñismo con Ricardo Martinelli a la cabeza, y un supuesto pacto de rotación de mando para las elecciones del 2014 a favor de Juan Carlos Varela.  ¿Por qué el panameñismo aceptó que la figura del partido minoritario, Cambio Democrático, encabezara la alianza?...no lo sabemos, pero se especuló que fue por la presión ejercida por los norteamericanos.  En resumidas cuentas, Martinelli ganó  las elecciones por la supuesta intervención de los americanos, la gran cantidad de gente que adversaba a Balbina y la gran cantidad de gente que apoyó al panameñismo.  No porque la gente lo quisiera.

Pero retrocedamos un poco más en el tiempo. Ricardo Martinelli fue funcionario del PRD y del Arnulfismo (Panameñismo)  De ellos aprendió directamente lo bueno, lo malo y lo feo de la política tradicional panameña.  E inclusive, aprendió de la mano del propio pueblo panameño, lo que significaba no ser querido como presidente de la república (en campañas pasadas)  Todo esto sin contar la millonada que debió haber invertido en dicho proceso. Aún así, queda la pregunta: ¿De quién más, aprendió Ricardo Martinelli?  Se ha comentado que su forma de gobernar, inclusive es muy  parecida a aquella que sometió al país durante veinte años: La dictadura militar. Ahora bien, ¿Pudo Ricardo Martinelli haber aprendido de los militares, o más bien de aquellos que le enseñaron a los militares?...



Sigamos retrocediendo en el tiempo. ¿De quién aprendió inicialmente Ricardo Martinelli?... Ricardo Martinelli obtuvo su bachillerato en Stauton Military Academy, Staunton, Virginia, Estados Unidos.  Una academia militar, reitero, “una academia militar”.  Stauton Military Academy, fue una academia militar que graduó a algunos líderes políticos y militares de América.  Por otro lado, Ernesto Pérez Balladares estudió administración de empresas en Notre Dame, Estados Unidos.  Mireya Moscoso estudió diseño de interiores en Miami Dade Community College, Estados Unidos.  Martín Torrijos obtuvo títulos en Ciencias Políticas (1986) y Economía (1988) en la Universidad Texas A&M, Estados Unidos.  Pero, curiosamente, Guillermo Endara Galimani obtuvo título secundario en el Black-Foxe Military Institute de California, Estados Unidos. Digo “curiosamente” porque, al igual que Martinelli, Endara se tituló en una escuela militar norteamericana.  Curiosamente, Endara fue presidente producto de una alianza opositora contra el PRD, igual que Martinelli.  Curiosamente Endara ocupó la cabeza de la alianza pasando encima de una gran figura como Ricardo Arias Calderón (Universidad de Yale y París). Algo similar ocurrió con Martinelli, que ocupó la presidencia pasando por encima de Juan Carlos Varela.  ¿Por qué los norteamericanos siempre han merodeado la realidad política panameña? ¿Será porque varios de nuestros mandatarios han recibido formación académica o militar en Estados Unidos?  No podemos asegurarlo.   

Ahora adelantemos hacia el presente, ¿Cuál es la relación actual del presidente Martinelli con los Estados Unidos de América?  Hace algún tiempo se comentó, según cables de WikiLeaks, que la embajadora norteamericana (la misma de aquella reunión…)  se quejó del proceder de “su amigo” ante el departamento de estado. Más o menos, por ese mismo tiempo se comentaba que el presidente estadounidense, Barack Obama, no quería recibir al presidente panameño.  Algún tiempo después, se creó la moneda que ahora se conoce popularmente como “los Martinelis”, con el valor de un Balboa (hubo quienes especularon que esto se hacía para sacar de circulación al dólar).  Según se planteaba la situación, las cosas entre el gobierno gringo y el panameño andaban de mal en peor.  Pero después de la reunión entre ambos presidentes (Abril del 2011, si no me equivoco) todo pareció cambiar drásticamente para Panamá.  Entró al tapete la negociación de bases militares estadounidenses, se adquirieron los escandalosos radares que polemizaron tanto a Mulino.  Y otras cuestiones, que pudiéramos considerar positivas para el istmo, el NY Times nos promovió como mejor sitio turístico, se aprobó el TPC con Estados Unidos, etc.

¿Ahora bien, estarán promoviendo los norteamericanos, la remilitarización de Panamá? ¿Qué opinarán de la situación Pérez-Mulino y el supuesto golpe de estado?... Pienso que no podremos respondernos muchas de estas preguntas, sino apenas guiarnos a ciegas de lo que vaya ocurriendo.  Lo cierto es que los hechos nos presentan un país convulsionado, un gobierno en conflicto constante con el pueblo y profundas grietas internas.  Un presidente cada vez menos querido (según las encuestas) y un pueblo cada vez más alienado, golpeado, solo y desunido. En consecuencia es triste tener que aceptar que el destino de Panamá no está en manos de su pueblo, como debería ser con una actitud popular más activa. Hemos vivido históricamente esclavizados a un sistema de hambre, violencia, migajas, ignorancia, imposición, desunión, bochinche, traición, evasión, expectativas irreales, hipocresía e injusticia social y pésima distribución de riquezas que toda la vida hemos conocido como: Capitalismo.
De cuando la almohada se nos volvió de oro

“Los humedales de la bahía” es el nuevo escándalo, el bochorno de moda, el recién estrenado alboroto para un pueblo ansioso de sensacionalismo, crónica roja, letra amarilla, novela, bochinche, patio limoso y un gobierno hambriento de dinero.  Sí, un gobierno de etiqueta privada con hambre pueblerina y desesperación crónica por el dinero. ¿Qué demonios es un humedal? ¡Yo qué sé! pero suena bonito, el término hasta parece folclórico: “Los Humedales”.  Tengo que ser honesto, tuve que buscar un diccionario para saber a qué se refería, aunque por el contexto y la palabra “humedad” mi sentido común me dio previamente el significado de facto.  Según el diccionario de la Real Academia, humedales es…bla, bla, bla.  Yo sé que ustedes, como personas inteligentes y curiosas, si llegaran a pecar de ignorantes (como yo) bien pudieran buscar un diccionario o pegarse a la Web.  Prosigo, la cuestión es que la palabrita está en boga, como otras tantas de esas palabritas que brincan de la bocina de un televisor o radio, o de la boca de algún “pegao” o famoso, a la oreja pública y de allí hacen clic en la conciencia colectiva panameña (adormecida de tanto extranjerismo, y la apatía de pocos pelos que nos caracteriza socialmente hablando)

Y en fin, ¿Por qué estoy hablando de humedales, si hoy juega “la sele”??? (No con Cuba, como escribió el otro por allí)… ¡Ah! porque los humedales me tienen harto.  Sí, estoy harto de la doble moral panameña y de los que quieren violar a los humedales, y de los que no quieren que los violen para luego violarlos ellos, y de los que se oponen per se a su violación etc.  Lo cierto es que gran parte de este pueblo no tiene la menor conciencia, ni interés en proyectarse en ello.  Sólo llorarán y se quejarán después, cuando el agua les toque a la puerta.  Entonces entenderán para qué servían los dichosos humedales.  Casi me atrevería a decir que “el pueblo” sufrirá esto, pero en este país la mediocridad ha llegado a tales niveles, que el que hace la trastada (casi siempre el rico inversionista y favorecidos) termina afectándose a sí mismo también (y/o a los de su laya) en torpe rebote. Porque en un momento determinado lo que interesa es “la inversión”, y no piensan más allá.  Hoy en día existen áreas de alto perfil (y costo de vida) que son igualmente inundadas, lo único que por el momento no ha habido muertos (como sí los hubo en Prados del Este).  Imagino que cuando los haya, se tomarán todos los correctivos del mundo.  Sin embargo, para el resto de los ciudadanos los males han de durar hasta la eternidad.




La deforestación que nos está acabando no es la de los humedales, sino la de las humanidades.  Esa deforestación que recientemente ha reducido al panameño a un precio, y nuestra vida sociopolítica a publicidad engañosa y jingles pegajosos.  Esa farsa que nos está secando por dentro, ese engaño que confunde esencia con apariencia, solución con paliativo, baratillo con responsabilidad, y alma con dinero.  Esa erosión que ha convertido la cosa pública en pinches tratos comerciales, rodeados de escándalos de corrupción, falacias, represión, epidermis hipersensibles y egos hipertrofiados.  Esa “cosa” que estamos viviendo, que muchos conocen como “capitalismo salvaje”, con sus obras, imposiciones, persecuciones y tranques viscerales secan al ciudadano.  Como si cada uno de nosotros sólo tuviera valor al generar algún tipo de “ganancia” en cualquiera de sus formas, buenas o malas, transparentes o turbias.  Como si no tener esa enfermedad por el dinero, ese afán de podrirse en plata, fuera sinónimo de mediocridad, conformismo o derrotismo.  Así fuese comprando el sueño (algo naturalmente gratuito) a punta de calmantes, porque la almohada “se nos puso de oro” (bonita, pero demasiada dura para dormir).

Esa absurda proyección de un mega país, lleno de mega obras, mega proyectos, mega inversiones, con mega problemas de agua, mega problemas de basura, mega problemas de inseguridad, mega problemas de corrupción, mega problemas de salud, mega problemas de educación, mega problemas de cultura, mega problema de valores, mega inflación.  Un país tan enredado como sus gobernantes, en constante conflicto, tranques y escándalos, terriblemente encarecido y proyecciones sicóticas e irreales.  Lleno de promesas mal cumplidas a favor de algunos, y en contra de varios, porque al final lo único que cuenta es “La inversión”, o mejor dicho “El tamaño de la deuda”.  La deuda económica y la deuda moral.

Un consejo
A mí me recibió una universidad bastante golpeada después de la invasión, la tecnológica en 1990.  Aunque mi grupo de clases era en Tocumen, recuerdo que frecuenté salones en la sede con el techo destruido.  Me contaban que los estudiantes de la tecnológica  tuvieron un papel muy importante en la gesta civilista, para la democracia.  Pero cuando yo llegué la política estaba pasando o había pasado.  Como luego me dediqué a “sobrevivir” académicamente (confieso que la casa de estudios era sumamente difícil) jamás supe qué llevó al tecnológico a ser lo que es ahora, y todavía no lo sé.  Sólo puedo decir que tuvo rectores excelentes y un fundador extraordinario.  Muchos estudiantes guardarán sus propios recuerdos de la tecnológica, yo tengo los míos.  Ahora, de que hicieron algo bien…mucha gente tuvo que hacer muchas cosas buenas hasta ser lo que son hoy.  Entre ellos, pues, sacar la política de las venas académicas.



Cuando fui profesor de la Universidad Nacional, orgullosamente lo digo, vi estudiantes de extracto popular superando limitaciones económicas y personales de alto calado para obtener una licenciatura en la principal casa de estudios de Panamá.  Espíritu de lucha y superación muy similar al que experimenté como estudiante de la tecnológica.  Dos universidades públicas, dos orgullos nacionales, una más vieja que la otra, y una que encontró la forma de curarse a sí misma quizás con la autogestión.   Cuando fui profesor de universidades privadas, igual constaté el espíritu de superación.  Gente cansada de trabajar, luchando por una titulación.  No pocos de ellos con familias constituidas y responsabilidades mayores, asumiendo  un gasto considerable para sacar su título.  Todos ellos estudiando, estudiando en cualquiera de sus formas, luchando, insistiendo.  No haciendo política.

Pero ocurre algo, los estudiantes tienen derecho a manifestarse, más aún en un pueblo tan dócil y conformista como el nuestro.  Dije manifestarse, no dije linchar.  En una sociedad en la que se sataniza a todo el inconforme, estigmatizando de comunista a cualquiera que se oponga, o de “negativo” a quien se pregunte un poco más allá de lo evidente, los mecanismos de protesta son perfectamente válidos.  Dije protesta, no linchamiento.  Sobre todo para con un gobierno sordo e impositivo, de corte dictatorial.  ¿Por qué atacar, casi linchando a un camarógrafo?.  La simple provocación (caso tal) no justifica el desenfreno aprovechado, en desventaja y cobarde.  ¿Acaso no han entendido que al hacerlo, se colocan del lado adverso de la abalanza y actúan como quienes critican?  Como si pactaran de forma tácita, en su naturaleza,  con quienes adversan, y eso los desluce aún más.  Se rumora de estudiantes cuya profesión es nunca dejar de serlo.  Sujetos que pasan de carrera en carrera, inmortalizados en el cáncer politiquero.  Se rumora que son “comunistas” (como si serlo fuera un pecado).  A mí nada de eso me consta, sólo la evidencia gráfica televisada que los señala como tales, aunque tal vez puedan no serlo.  Yo no afirmo nada, ni señalo a nadie. 



Mi recomendación, de forma muy independiente a todo lo que se diga o pueda decir,  e independiente a todo lo que pueda ser, resultar o efectivamente resulte, es bastante sencilla y está dirigida para quienes puedan haber perdido la luz a la mitad del camino: “No le hagan el juego al poder, siendo como ellos…brutales”.  Aquellos momentos de dulce juventud y fuertes ideales, muchas hormonas, cerebros en compromiso académico de algún tipo.  Panamá necesita menos políticos, más profesionales inteligentes y personas, personas mejor formadas.  Este país no necesita más antimotines, ni CODEPADIS, ni batalloneros de la dignidad.  Porque a veces, jóvenes,  la vida cotidiana es más difícil de resolver, que resolver al mundo mismo.