Desde que yo vi al gobierno del cambio generar aquellos
desaciertos en el servicio diplomático, asumí que esto no iba bien. Me refiero
al cónsul que salió hablando del canal, en un programa de entretenimiento
norteamericano. Luego el otro que se
disfrazó de mujer, en una fiesta en Canarias.
Y más recientemente, el escándalo sexual en Filipinas. Siempre me he preguntado si en Panamá no
existen profesionales idóneos en el manejo de las relaciones exteriores. Lo digo por éste y los otros gobiernos de la
nueva democracia panameña. Hemos tenido
hasta comediantes, envueltos en nuestra diplomacia. Sin embargo, las relaciones exteriores y la
imagen de un país no pueden tratarse como si fuera un chiste o un sindicato más
que reprimir. Entre tanto, pareciera que el ministro de relaciones exteriores
se preocupara más de la política interna, que de lo que nos ocurre
internacionalmente.
El gobierno del cambio se ha caracterizado desde sus inicios
por la confrontación. Confrontación con
los empresarios, los gremios, los indios, los medios, la sociedad civil. ¿Por
qué el nivel tan elevado de hostilidad?, no sé.
Pero he escuchado decir que “el gobierno es víctima de una campaña de
ataques masivos orquestada por la oposición y afines”. Una campaña tan, pero tan grande, que ha
tejido intrigas internacionales (Italia) en contra de nuestro gobierno. ¿Acaso
eso no suena a locos? ¿A paranoia? … Ahora bien, nosotros acá en Panamá es una
cosa, pero cómo nos vean en el exterior es otra muy distinta. Recientemente he escuchado decir que Varela
no debió viajar a Washington, porque nos da mala imagen internacional. Hasta lo han considerado “traición” a la
patria etc. ¿Y mientras tanto, cuál es
la imagen que nos da el gobierno en el extranjero?
Cómo olvidar el primer gran escándalo diplomático:“La salida
de Panamá del PARLACEN”. Evento que
curiosamente marcó el primer roce de Cambio Democrático con el Tribunal
Electoral. Luego, en la época en que estábamos tramitando con Francia la lista
de los paraísos fiscales, Panamá consiguió
que el gobierno francés emitiera una declaración conciliadora, amenazando con
la cancelación de un negocio millonario a una empresa francesa. Hace poco, con el escándalo Lavítola, el
ministro Mulino declaró que Panamá podría anular los contratos millonarios con
Finmeccanica. Qué decir de las medidas
de retorsión a empresas, instituciones y ciudadanos de Ecuador por mantenernos
en su lista de paraísos fiscales. Y ahora más recientemente tenemos esta
“diferencia diplomática” con el gobierno de Taiwán, admitida por el presidente
de la república. Considerando todas
estas “torceduras de brazos diplomáticos”, los cables filtrados por Wikileaks
de la ex embajadora norteamericana, lo mucho que nos “sonaron” en Italia con el
caso Lavítola y los escándalos de travestidos, relajados y abuso sexual, me preocupa seriamente nuestra imagen en el
extranjero.
Nuestro gobierno, en lo que se refiere a relaciones
exteriores, por un lado hace el ridículo con disfraces y chistes, y por otro
lado se comporta igual que a lo interno: Intimidando y Reprimiendo. A veces le funciona, otras veces no. ¿De cualquier forma, este sistema de “agresividad” y “torcedura de
brazo” es lo que debe ser? ¿Acaso esa es la forma correcta de llevar las
relaciones internacionales de un país?.
Creo que parte de la disociación que viven las autoridades en Panamá,
que aún no saben si están gobernando o politiqueando, que aún no distinguen
entre el patio de su empresa y la cosa pública, todo dentro de un marco esquizofrénico (ellos dicen que vamos bien,
nosotros sentimos que estamos mal) paranoico (todo el mundo contra el
gobierno), de agresión y represión reiterativa,
lo están exteriorizando internacionalmente.
Es conveniente corregir esta forma de operar, antes de que
la comunidad internacional reaccione tal y como ha reaccionado la comunidad
nacional, guardando proporciones, dado que, viniendo del resto del mundo jamás
podríamos esperar cierres de calle o huelgas, sino cosas mucho peores cómo los
bloqueos económicos (nada favorable, considerando la crisis económica
internacional). Y esto lo debería
entender un estadista (no un boxeador), o cuando menos su grupo de asesores (no
los esparrings). Si bien es cierto que
el gobierno ha tenido choques con los medios de comunicación, los empresarios,
los gremios, los indios, la sociedad civil etc., como nación no nos resulta
viable tener un historial de “roces inespecíficos” con Centro América, Estados
Unidos, Ecuador, Francia, Italia, Filipinas y ahora Taiwán. ¿O acaso será que se trata de establecer una
forma de gobierno a patadas y puñetazos?.
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