MASLEIDOS

lunes, 7 de enero de 2013

De piñatas rotas, mieles agrias y desencanto



¡Ambos civilistas!...El ministro debería entender la posición de la Dra. Gloria Moreno, porque él vivió algo similar con el otrora director de la policía,  Gustavo Pérez.  Cuando renunció irrevocablemente, y luego reconsideró.  No sé si la doctora reconsidere, no lo creo.  De cualquier forma, me uno al conglomerado que no ha querido desestimar sus palabras al abandonar el cargo.  ¿Por qué? Tal vez por aquel viejo adagio de que cuando el río suena….  Desde el inicio de esta administración se han escuchado ecos, réplicas, voces de alerta, que además de mucho ruido, han generado demasiada suspicacia.  Luego, no quisiera yo pecar de ingenuo, como en el cuento del lobo y las ovejas.  Peor aún con tantos recuerdos incordios, que nos evoca este gobierno.  Por mencionar el más reciente, aquel desfile policial en fiestas patrias, que me recordó a la operación “Zape al Intruso” de las fuerzas de defensa.  Entre tanto y tanto, surge la pregunta si remilitarizar a la policía ayudaría a contrarrestar el tráfico de drogas, cuidarnos de los maleantes, o reprimir mejor al pueblo…  Dicho sea de paso, hasta el estamento de protección civil estrenó uniforme nuevo, a mi parecer, también castrense.

Pero así como la Dra. Gloria, otros tantos han saltado del barco del cambio.  Por mencionar algunos prominentes, un vicepresidente, un alcalde y un ministro muy allegado.  E inclusive se ha dicho que la ministra Lucy ha tenido alguna especie de “desacuerdos” con Mulino, posibles renuncias etc.  Yo no sé si Lucy fue civilista o no, más la recuerdo como periodista carismática y mediadora.  Sin embargo…  ¿Cómo cambia la gente, no?.  Como cuando Varela era el peor adversario político de Martinelli, y luego se le unió en alianza, y luego volvió a adversarle. ¿Qué les pasa a nuestras figuras públicas, políticos y gobernantes?  Un día dicen y hacen una cosa, al otro día dicen y hacen otra.  Todo lo cual,  me recuerda  lo mucho que sonó el término “loco” en las pasadas votaciones.  La conducta de nuestros personajes políticos y autoridades no es coherente.  Y de igual forma traen a Panamá.  El tranque no se aguanta, la ciudad toda enredada, basura sin recoger, manantiales de aguas negras, confrontación, circo y violencia por otro lado, política de patio limoso, el costo de la vida y la canasta básica por las nubes. En términos generales, nuestra “calidad de vida” ha desmejorado notablemente; aún cuando en campaña se nos prometió exactamente  lo contrario.


Existe un refrán que dice: “Así le paga el diablo, a quien bien le sirve”. Pero hay otro peor: “Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”.   ¿A dónde quedó nuestra experiencia social en veinte años de nueva democracia, y veinte de dictadura militar?.  Si el pueblo fuera un poco más despierto y proactivo, los proyectos de ley no tendrían que ser abortados en doloroso trance, como el de Colón, Chiriquí, Panamá y Bocas del Toro.  No considero sano que el país progrese (caso tal) sobre una plataforma tan convulsa, cambiante e inestable.  Por otro lado, está claro que la pésima distribución de riquezas tampoco se resuelve subsidiando al pobre con el martirio de la clase media, y entonces gritar a golpes de pecho que: “Se ha mejorado la calidad de vida del panameño”.  Eso no tiene sentido, por Dios, el estado no es una piñata y los ciudadanos tampoco somos niños.  De lo contrario, el más fiero acaparador de pastillas, gobernaría sobre el gran resto. ¿Y luego qué? ¿A llorar al cementerio porque nos arrebataron las golosinas?...  

Sin embargo, hablando de piñatas rotas, mieles agrias y desencantos, quién mejor que el pueblo panameño para atestiguar que cada cinco años se nos agria la miel.  Digo, es cierto que como humanos  tenemos derecho a equivocarnos.  Pero eso no implica que vivamos  tropezándonos con la misma piedra, por más que nos la disfracen.   El libre albedrío es un derecho que coexiste entre el buen pensar (decisiones correctas)  y la responsabilidad (sobre lo decidido).  Como quien diría,  que mentir es un acto de mutuo consentimiento, entre el mentiroso y el engañado. Si no hay mentiroso, no hay mentira.  Y si no hay quien la crea, tampoco habrá mentira.  De cualquier forma, la democracia no funciona sin la participación del pueblo, y nosotros, el pueblo panameño,  aún estamos a tiempo de evitar que la miel se nos agrie de nuevo.

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