MASLEIDOS

sábado, 2 de junio de 2012

¿Progreso para qué? ¿Progreso para quién?

No existe nada peor que sentirse ciudadano de tercera categoría, en el mismo país que te vio nacer… ¡Viva Panamá! (Entiéndase por primera categoría a los ricos nacionales o extranjeros. Segunda categoría, los extranjeros. Tercera categoría, el resto de nosotros)

Panamá, Panamá mía y nuestra…desde el panameño común, simple ciudadano que se cree más “vivo” tirando basura en la calle, pasando por el político rufián que saquea tus arcas, hasta todos aquellos gobernantes que te han prostituido. Me viste nacer hace menos de cuarenta años, pero jamás me hablaste de lo que implicaba tenerte de madre, ni de mis otros hermanos, los buenos, lo no tan buenos y aquellos tan malos hijos tuyos, hermanos míos de cualquier forma (aunque yo así, jamás lo hubiera querido). Porque hay que tener tripa y más que un buen par de cojones, para observar lo que han hecho de ti, con toda esta estúpida excusa del progreso. ¿Progreso para qué? ¿Progreso para quién?



Me tienen cansado con eso del “progreso”, como si tal cosa diera pie a lavarnos los pies con tus valores, los míos y los de ellos. Si tan siquiera el progreso fuera para mí, pero no es así. Sigo viendo al seguro social igual o peor, los sistemas de salud pública igual o peor, la educación sigue igual o peor, la seguridad pública sigue igual o peor, el ornato sigue igual o peor. Jamás ha sido así, el progreso (a sus anchas, ni a sus medias) jamás han sido para mí, ni para el gran resto de los ciudadanos, hermanos panameños divididos. Para nosotros sólo ha habido migajas, las migajas que disparan fuera del plato, las harturas de aquellos infelices dilapidadores. Vísceras tuyas, que salpican de aquí para allá, mientras te succionan la vida, Panamá. Progreso para otros, para ellos, para los suyos, como es y como siempre ha sido en este país, centro del mundo y paraíso de los maleantes.


De qué me sirve un metro, si aún no controlan las muertes de la bacteria aquella. Para qué una torre financiera, si levantamos decapitados de las casas de ocasión y continúan cayendo inocentes en nuestros barrios. De qué sirve un metro en una ciudad ahogada en tranques vehiculares, una supuesta metrópoli que pasa fines de semana sin agua por periodos ya casi regulares, una ciudad “bonita” sólo para quien puede sufragar su lado bonito, y fea para todos los demás. De qué sirven arreglos navideños, en una ciudad cruelmente desigual. ¿Para qué buses nuevos, con los mismos choferes? ¿Para qué quitar los viejos, si todavía no se tiene la cantidad necesaria de nuevos? ¿Por qué cubrir las calles de asfalto, y luego volver a hacerlo? ¿O acaso al mosquito del dengue, le interesa viajar en aire acondicionado? De qué me sirven los nuevos rascacielos, si la basura se acumula en la calle, y las aguas negras brotan como manantiales hediondos en plena ciudad. De qué nos sirve el tercer puente sobre el mar, o la tercera fase de la cinta costera, si las aceras están rotas, no hay veredas, y cada cual construye lo que le da la gana, donde le da la gana y por lo que le dé la gana. De qué me sirven los nuevos aeropuertos internacionales si sube la gasolina, los alimentos, todo menos los salarios a nivel general, y aquí no hay autoridad que frene esto. Para qué quiero progreso, si pasan por encima del pueblo a cada rato, pisoteándolo. Ese progreso tal vez sólo favorezca a los inversionistas “ocultos” en tantos escándalos de tierra, pero, no así al pueblo. Así que no me hablen de progreso, mejor háblenme de humanidad.

Luego tenemos el asunto de “la regulación” interna del país, las impresoras fiscales, etc. Tal vez haya demasiada evasión de impuesto, es bueno que se busquen los mecanismos para recaudar efectivamente, sin embargo ¿A dónde va esa plata? ¿Quién se queda ese dinero? ¿El pueblo? ¿Cuándo nos presentan el beneficio económico y los resultados en obra, servicio o especie de habernos subido los impuestos? ¿Cuándo nos presentarán el beneficio de las impresoras fiscales? ¿Quién ha salido dando el frente de los resultados de la transformación curricular? Queremos hechos, porque con sus palabras mentirosas, sólo nos escupen al rostro.


Y cuando surge la protesta más natural, o el simple comentario de insatisfacción, brinca la cruda represión, directa o indirectamente. ¿Pero qué ven nuestras autoridades? Que la bacteria KPC se transmite por no lavarse las manos, que las muertes en la CSS no deben ser comentadas a voz pública. Que el aumento de la violencia cotidiana es un mero asunto de percepción. Que la proliferación del dengue se debe casi exclusivamente a la desidia del ciudadano. Que la ciudad hospitalaria curará gran parte de las deficiencias en la salud pública. Que la reforma curricular ayuda a solucionar el peor problema de la educación: La educación en sí (sin contar la reparación de escuelas paupérrimas, falta de docentes etc.). Que los maestros tienen la culpa de que el sistema de educación pública no funcione, que los doctores tienen la culpa de que el sistema de salud pública no funcione. Que “la actitud del panameño”, tiene la culpa de que la seguridad nacional no sea óptima. Que todo el que se queja o denuncia, lo hace por razones políticas, o porque es socialista o primo de Satanás.

Entre tanto, suben los impuestos, y amenazan al contribuyente con multas accesorias, al mini y micro empresario lo acorralan, legislan leyes impopulares de dudosa procedencia (de pronto salen, y el pueblo desconoce quién, por qué o para qué las proponen). Pero por otro lado, brincan escándalos de posible nepotismo, posible tráfico de influencia, corrupción en varios puntos de las más altas esferas, involucrando a gentes del gobierno o allegados. Luego, improvisan soluciones de “bolsillo” o de caja menuda, informales, que reducen al panameño a “formar filas” para recibir como si fueran limosnas, todo aquello a lo que tiene derecho por dignidad, naturaleza y simple ciudadanía. Subsidios, Jumbo ferias y agua repartida en carros cisternas. ¿Acaso esos remedios pueden considerarse soluciones serias, permanentes y escalables?

Yo no sé si ustedes lo vean como yo, pero, esto es UN DESORDEN, con represión. Aquí no hay autoridad, sólo imposición y mamotretos tapando la incapacidad, o tantos escándalos. Si el país está en bonanza, pues ¿Dónde la esconden? Por otra parte, ¿Acaso podremos mantener tanto crecimiento, en medio de tanto DESORDEN? El país ha crecido producto del lineamiento de estado que siguieron los anteriores gobiernos (recuperando todo el progreso, que nos negó el estancamiento de la dictadura militar durante veinte años). Pero ahora, que dichos lineamientos han sido y están siendo cambiados por quién sabe qué… ¿Seguiremos creciendo? Dicho de otra forma, ¿Hasta cuándo podremos seguir montados en esta inercia de crecimiento, sin que se nos acabe el impulso y se genere el efecto contráctil contrario?



Lo que más me preocupa de este citado “progreso” es el hecho de que generalmente, el pueblo no ve la bonanza, pero sí le toca cargar el peso de ella. Es decir, es muy probable que el precio de nuestra apatía, conformidad e indiferencia para con la realidad nacional, termine cobrándonos en vida, la supervivencia en un país tremendamente insufrible. Invivible para el profesional serio, para la persona decente, para el individuo con principios, para el ser que jamás se manifestó cuando debió hacerlo.

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