
La renuncia de Benedicto se vio bruscamente opacada por la muerte de Chávez. Ahora surge este nuevo acontecimiento y el mundo tiene algo más de qué hablar…sino de asteroides, meteoritos y apocalipsis. Fíjense ustedes, si el espectáculo es tan bueno, entre papas que van y papas que vienen, que aún no nos han evidenciado lo que estremece realmente a la iglesia. Porque el público no desea ver lo que es, sino lo que quiere que sea. Entendiendo que a mucha gente no le interesa que le mientan, sino cómo le mientan. Lo que “es” reside exclusivamente en la realidad del actor, lo que “se quiere que sea” reside exclusivamente en los personajes de cada obra. Una cosa es la obra, otra la realidad. Vivimos en un mundo que se ha acostumbrado a ver “la realidad simulada”, como los citado Reality Show. Una realidad “lite”, “non fat”, “baja en calorías” que nos conmueve sin afectarnos (El pobre Benedicto, viejito cansado, papa emérito, bla, bla, bla) Como aquellos especiales televisados en los que se explota la miseria humana, masificando la misericordia de aquellos que sólo se conmueven detrás de la pantalla electrónica.
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