MASLEIDOS

domingo, 3 de junio de 2012

Sin embargo, el miedo pudo más

Yo fui a votar con una “minoría cerebral” a favor del “Cambio” y otra mayoría en contra. Me aterraba la idea de que Balbina ganara, y Varela vendió de la peor forma (rindiéndose en el último round) mi intención de votar “sano” en las pasadas elecciones. Como votante me sentí desamparado, por no decir: Acorralado. Fue terrible. Después del anuncio de la alianza, después de haberlos visto, oído y leído sacarse las tripas e insultarse en público, esa alianza fue como una secuencia de escupitajos al rostro, deletreándome la palabra: Traición. En consecuencia, decidí no votar por nadie. Pero una muy pequeña parte de mi cerebro entró en pánico ante la posibilidad de que ganara Balbina, y voté en contra de mi mayoría cerebral, en contra de mí mismo. Así fue cómo se hizo “la magia negra”, el vudú en mi cerebro. Por el terror. Habitualmente no tomo decisiones sin pleno consentimiento cerebral, sin embargo, el miedo pudo más. ¿Qué me decía el resto de la materia gris? Pues, que no me engañara, que ninguno servía, que la alianza no funcionaría, que iba a ser malo (aunque jamás imaginé qué tanto) que no creyera el cuento, el show de los raspados, el bus, la chicha. Y fui a votar, ¡Y resultó esto!... Ahora entiendo cómo a veces uno hace cosas en un par de minutos, que duran años de sufrimiento. Cosas que si acaso se piensan, se piensan con la minoría cerebral.


Claro está, el resto de mí presentía que había elegido mal. Inclusive, intelectualmente hablando me escudé en el hecho de que “no había de otra”. Quise creer que Varela haría peso, por todo ese asunto de la inexperiencia del “cambio” y la experiencia del panameñismo. Quise creer que la alianza sería buena, deseché las ideas del empresario “dueño” acostumbrado a mandar autocráticamente en su negocio. Imaginé a un hombre magnánimo, seguro de sí mismo y capaz de mediar en beneficio de Panamá. Llegué a creer que, finalmente, un gobierno de corte empresarial sería bueno para oxigenar la modorra institucional, la burocracia y el estancamiento en que habíamos quedado después de la última administración. Ahora entiendo que cuando uno sabe que actuó mal, casi por reflejo intenta engañarse a uno mismo…y así traté de hacerlo. Pero la cadena de acontecimientos me ayudaría a no seguir fantaseando. Vino el asunto de las camisas del presidente. Entonces todo empezó a olerme mal. Luego vino el aumento del ITBMS, los escándalos del cuerpo diplomático, los cuchillos del MIDES, la ruptura de la alianza, Juan Hombrón, los radares, el alza indiscriminada de la comida-gasolina, los tranques infernales, el supuesto golpe de estado, el caso Lavítola y todo un rosario (por no decir intestino) de “misterios dolorosos” hasta nuestros días.


Todo se ha degradado tanto en este país, que lo que antes me aterraba, hoy ha empezado a merodear con ínfulas de factibilidad en mi cabeza. Lo que antes me aterró, ahora cobra el beneficio de la duda, y pensar así sí que es terrible. ¿Que un terror pasado, sea mejor que nuestro presente?...da escalofríos, pero aún mucho más bochorno. La pregunta que me incomoda, culpa y avergüenza es: ¿Habría sido mejor con Balbina?. Eso en lo personal me deprime, no tanto por ella, obvio, sino por lo que representa no tener más opciones. ¿Retroceder en el tiempo dos años, buscando lo malquerido de entonces, como lo mejor de ahora?, significa que en dos años hemos empeorado. Significa que el tiempo transcurrió para mal. He de suponer que las obras sociales y de infraestructura pudieran hacer la diferencia, pero… ¿De qué sirve embellecer a un país invivible? ¿De qué me sirve el metro si no puedo pagar la comida? ¿De qué me sirve soterrar los cables, si no tengo agua, y cuando llega sabe a tierra? ¿Los radares sirven para evitar que roben en mi casa?. Las protestas en este país se han vuelto más crudas, ya cobran muertos. La gente protesta por agua, por comida, por salario, por vida (los envenenados del CSS). ¿Acaso eso es más bonito que el metro, o la ampliación de la Domingo Diaz? ¿Por qué nos suben los impuestos y a los casinos y a las areneras se los bajan?. Eso no tiene sentido. Pero, menos sentido tiene, que no tengamos futuro porque nuestro pasado se lo tragó.



¿Qué vendrá después? Si analizamos la secuencia de presidentes en democracia, hemos ido decreciendo en expectativas, esperanzas y optimismo. ¿Por qué? Porque cada uno se esmera en decepcionar más al pueblo. En consecuencia, siguiendo la relación lineal casi no me atrevo a imaginar ¿Qué clase de gobierno tendremos mañana? ¿Uno aún más informal, escandaloso, insensible y conflictivo que el actual?. No me agrada retar al destino especulando de esa forma, pero me preocupa aún mucho más especular sobre “lo que pudo haber sido”. Urge que empecemos a proyectarnos como pueblo, como sociedad, a ser más unidos, más solidarios y menos “pacieros”, más inteligentes y menos vivos, que generemos nuestras opciones, que participemos más, de lo contrario, viviremos sobreviviendo de “lo menos peor”, o de lo que nos deje el miedo.


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