MASLEIDOS

sábado, 2 de junio de 2012

Crónica de una muerte subsidiada


Cuando Jesucristo vino a la tierra, no se la pasó multiplicando los peces y los panes. Porque el hijo de Dios no vino al mundo mortal, para resolverle todos los problemas al humano, sino para resolver el mayor de sus problemas: La miseria espiritual (no la material). Bien dice el proverbio, que: “Si un hombre tiene hambre, no le des un pescado, enséñale a pescar”. ¿Qué ocurre si vivimos dándole todo, a todo el mundo?. Pues, creamos un gran grupo de vagos, dependientes. Esclavos de su propia pereza mental y física. Por otra parte, dice la Biblia que: “El que no trabaje, que no coma” (segunda carta a los Tesalonicenses 3:10). Sin embargo, quien es esclavo de su propia pereza, termina siendo esclavo de algún otro. Y así como existen personas a quienes les gusta ser esclavos, también existen personas a quienes les gusta tener esclavos (por no decir dependientes en plenas facultades físicas, emocionales y mentales). En cualquier caso, se desarrolla un comensalismo de muy bajo nivel entre el mantenido (o los mantenidos) y quien los mantiene. De cualquier forma, sabiéndolo o no, ambos terminarán siendo víctimas de su propia miseria espiritual.



La misión de un buen gobierno es fortalecer la economía interna y externa de un país, no así subsidiar a sus ciudadanos. Si viviéramos en un país con justicia social, igualdad de derechos, y distribución equitativa de riquezas, no necesitaríamos los subsidios. Sin embargo, los gobiernos mediocres los otorgan como escapes repentinos a crisis en desarrollo. El panameño lleva mucho tiempo y varios gobiernos, experimentando el asunto de los subsidios. Hasta cierto punto, nos hemos acostumbrado a aceptarlo como un paliativo a la ineficiencia, ineficacia y mediocridad de quienes han gobernado, debatidos entre la corrupción y la incapacidad. Alguien podrá pensar: “Para que se la roben finalmente, mejor que me den algo”… Este tipo de razonamiento, no es más que la otra parte del círculo mediocre en que vive sumida nuestra sociedad. No se generan fuentes de trabajo sólidas, dignas y proporcionales al nivel de vida, sino que “se subsidia” al pueblo. Esta figura hace obvia tanto la pobre gestión de quien gobierna, como la vil dependencia de quienes son gobernados.

La libre afluencia de emprendedores internacionales a suelo patrio, la migración en masa de extranjeros con fuerte poder adquisitivo a nuestros predios, dispara el nivel de vida. Dificultándonos económicamente desde la adquisición de personal doméstico, pasando por la obtención de vehículos o residencias, hasta matricular a nuestros hijos en buenas escuelas. Es decir, todos estos nuevos extranjeros, emprendedores, que han venido a disputarse nuestro mercado, definitivamente, contrastan con un pueblo apático y subsidiado. La agresividad de los emprendedores, contra la pasividad de los nacionales, junto al encarecimiento de la vida y una forma muy deficiente (a ensayo y error) de administrar la cosa pública…pues, no pinta un buen panorama para el panameño común. Dicho de otra forma, si no prestamos atención a lo que viene ocurriendo, y echamos a un lado la desidia, indolencia, evasión, egoísmo y pereza para con nosotros mismos, nos van a coger de esclavos en nuestra propia casa, en nuestro propio país.



Ahora bien, a quien no le importe esto, siempre y cuando le mantengan el subsidio… es bueno que considere que tal vez los nuevos amos no sean mejores que los actuales (de hecho, es muy probable que resulte lo contrario). Lo cual incluye, desde luego, mantener o no la política de subsidiarnos ante cualquier crisis.

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