MASLEIDOS

viernes, 9 de noviembre de 2012

La más pura esencia de la mediocridad panameña


La educación pública en Panamá, otro ente satanizado por todos los gobiernos… ¿Pero qué hay de cierto tras el odio que le tiene el pueblo a los maestros huelguistas?  Dicho de otra forma, un pueblo que no espera más de la educación, que un tiempo-espacio para que otro les cuide a sus hijos “porque ellos trabajan demasiado” (o fiestean demasiado).  Para ser honesto, y no quiero decir que todos seamos así, mis previas y muy sinceras disculpas a quienes puedan ofenderse, pero en la educación panameña hay demasiada hipocresía involucrada, de los docentes, de los padres de familia y  autoridades. ¿Qué padre está verdaderamente al tanto de lo que estudian sus hijos?, tal vez muy pocos.  Peor aún, los que nos confiamos al pagarles “una escuela privada” a nuestros hijos, como si eso fuera garantía de: 1-Forjar de la mejor forma al chiquillo 2-Educar de la mejor forma al chiquillo 3-Cuidar de la mejor forma al chiquillo 4-Entretener de la mejor forma al chiquillo 5-Amar de la mejor forma al chiquillo.  ¡Santo milagro!, muchos panameños no quieren maestros, sino niñeros de alto perfil.  Cualquier cosa menos afrontar la responsabilidad en la educación y formación de nuestros hijos, independientemente  a la escuela en que los metamos (pública o privada).  Peor aún, si hay maestros mediocres (de preferencia huelguistas) sobre los cuales achacarles nuestros fallos formativos como padres.  Sólo habría que ver la disciplina, que ni los disciplinamos, ni dejamos que nos lo disciplinen los maestros, porque somos padres para consentir, regalar y relajear con nuestros hijos. Siempre con la excusa perfecta del proveedor incansable, que no tiene tiempo de calidad, ni de cantidad para sus hijos.  Porque en el fondo no quiere, y le cuesta aceptar que ser padre también implica dejarnos importunar por la intranquilidad, irritabilidad,  tozudez, y desobediencia de nuestros hijos (por y para lo cual, obviamente, necesitamos compartirles tiempo).  Luego, ¿Quién paga el plato roto?...lo primero que tengamos a mano: Los maestros.



Pero qué decir de aquellos maestros y profesores (públicos o privados) que bajo el amparo de las leyes protectoras de menores, sólo se dedican a embutir el cerebro a sus educandos, sin ejercer  la disciplina como factor formativo, sino  como antesala a la expulsión (el camino más fácil).  Aquellos maestros que no exigen, ni explotan la creatividad intelectual de los alumnos, apenas suscritos a un temario arcaico que no acepta variabilidad, ni diversidad de criterios.  Aquellos maestros y profesores que cuentan los minutos para que termine la hora (igual o más que sus propios alumnos), llegue el fin de semana o el día de pago.  Que no incentivan el diálogo, la discusión, la confrontación racional, los foros, las tertulias, la libertad y diversidad de opinión.  ¿Luego, cómo exigirles a los estudiantes que dejen de aspirar únicamente al pase, o a un pueblo que exija sus derechos y participe activamente de la democracia, cómo exigir la excelencia ciudadana cuando toda la vida nos han forjado como mediocres?  ¿Para qué crear estudiantes, si no forjamos humanos primero, para qué hacer profesionales si no creamos ciudadanos primero?.  Sin embargo,  hay un punto  insoslayable, tan eterno como los piojos en nuestra educación: La mala paga.  En Panamá, dada la pésima distribución de riquezas, la escala salarial no es muy buena.  A medida que pasa el tiempo (por ser Panamá un país de alto consumo y poca producción) las profesiones tradicionales se van estancando salarialmente, y las nuevas  (de preferencia tecnológicas-económicas) las van reemplazando.  Antes, ser docente era tremendo orgullo y estaba muy bien remunerado.  En nuestros tiempos, y bajo este gobierno peor, los maestros disputan su nivel salarial con las hormiguitas (que recogen basura en la calle) ahora que se les va a aumentar a quinientos dólares.  También lo disputan con taxistas, choferes de metro bus, operadores de callcenter, mensajeros y policías.


¿Estamos verdaderamente conscientes de la importancia que se le da a la educación de nuestros hijos? ¿Luego, cómo exigir excelencia educativa, o peor aún, cómo imponer una transformación curricular?... eso es ser demasiado hipócrita (acudientes y autoridades educativas). Sin embargo,  ello no justifica la mediocridad, por más que se martirice a “la vocación”.  La salida más digna sería buscar otra profesión.  Y así está ocurriendo y ocurrirá, hasta que se privatice completamente el sector educativo, o “alguien” (llámese pueblo o gobierno) reaccione.  A mí me parece que nuestras autoridades desean reemplazar la educación por el entrenamiento, so pretexto de la “bendita modernidad”,  dado el énfasis de esta administración por el uso de las computadoras y el inglés.  Caso tal, no habrá más químicos, matemáticos, físicos, ni biólogos.  Y en algún lapso de tiempo-espacio, saldrían arquitectos, ingenieros y médicos panameños, educados por otros arquitectos, ingenieros y médicos.  Y así hasta la obsolescencia, o colapso total del sistema educativo nacional.  A no ser que, nuestro flameante gobierno, decida también importar la educación (dada la tendencia a importarlo todo)…  o terminemos (todos) viviendo como comerciantes ignorantes y embrutecidos. De cualquier forma, nada  justifica la mediocridad palpable en algunos docentes que “luchan por luchar”, “cobran por cobrar”, “faltan por faltar”, “enseñan por enseñar”  y viven de huelga en huelga.  Los cuales dan la excusa perfecta a padres de familia recostados, y a los pésimos gobiernos,  de satanizar a nuestro sistema educativo, otrora orgullo nacional.




De cualquier forma, ¿Si en este país hay plata para subirle el salario a los comisionados y subcomisionados de la policía, por qué mantener a los docentes mal pagados?...Allí entra, pues, la  hipocresía del gran ente “insuficiente”, por no decir, inepto o mediocre  de nuestro gobierno (éste, los anteriores, y posiblemente los que seguirán implantando la más pura esencia de la mediocridad, en nuestros jóvenes).  El lado que no ven (o no quieren ver) los cómodos padres de familia,  recostados a nuestro pobrísimo sistema educativo (hipocresía retroalimentando hipocresía)  es precisamente el monstruo que se oculta tras la mediocridad docente: Nuestro gobierno nacional.  Que en esta administración se ha vuelto tan histriónico-mediático, como político y absurdamente “obtuso”.  Nos venden la idea propagandística de una transformación curricular, que no repara escuelas, ni muros…  Una transformación curricular que a la fecha no ha dado serios resultados.  Una administración que además de promover la mediocridad en su más pura esencia (por acción y omisión de nuestras mismas autoridades, docentes y acudientes) refuerza el paternalismo a las más tempranas edades, mediante becas que NO promueven  la excelencia, y mochilas o computadoras que aportan quién sabe qué, o a quién...  Pero, ¿Qué hay de supervisar verdaderamente la calidad de enseñanza, y depurar las malas fichas del sistema docente? ¿Qué hay de la responsabilidad ineludible, ante el deterioro de la educación en sí, y los centros educativos? ¿Qué hay de los sueldos tan pobres que ofrece?.  No, la transformación curricular yo no sé a quién esté transformando, ni qué haya logrado, ni cuántos “concursos” haya promovido, pero nada de eso (igual que el resto del gobierno) parece haber sido substancial, ni positivo siquiera.  La calidad de la enseñanza se ha deteriorado progresivamente en todos los gobiernos, y esto lo digo como profesor universitario que fui, pero más aún como alumno que recuerdo haber sido.   Como sea, diremos entonces que “todo es preferible” a luchar larga y visceralmente  por revertir un mal tan longevo.  Imagino pues, que la solución más fácil y práctica sería  ofrendar nuestro futuro social  (la educación y formación de nuestros jóvenes)  a esta maligna trinidad, que nos consume en la eterna hipocresía de padres, maestros y gobiernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario