
“…conócete a ti mismo y conocerás al universo y a los dioses…”,
es parte de la inscripción en la entrada del templo de Delfos en Grecia.
Una de las máximas iniciáticas preferidas por
mi persona; la otra es “como es arriba es abajo”.
El oráculo de Delfos (Grecia)
era un lugar sagrado levantado en honor a
Apolo, donde habitaban una (unas) mujer (mujeres) encargada de vincular a los
griegos con sus dioses y su destino mediante la adivinación.
El hombre siempre ha tenido ese problema,
creo que es algo que viene con el pensamiento: La adivinación.
Yo creo que la compulsión adivinatoria es una
desproporción anómala del alcance del razonamiento, empuja al hombre (y a la
mujer) a jugárselas de adivino.
Tal vez
por la inquietud de la mente, tal vez por el temor a lo desconocido o la obsesión involuntaria hacia la muerte propia, el hombre jamás ha sido conforme para con Dios, su
destino, ley de vida o como quiéranle llamar.
En todo caso ha preferido creer en la suerte, las artes adivinatorias
etc. Pero si tomáramos tiempo en conocernos a nosotros mismos, la irremediable
consecuencia sería vivir conforme a la vida misma y en armonía con la creación.
Yo
no creo en la adivinación, yo creo en el autoconocimiento.
La adivinación y los juegos de azar están tan
ligados como la tristeza y el dolor.
Muchos
panameños son jugadores casi “de naturaleza”.
Gracias a Dios, no somos todos.
Desde
luego que no es un problema exclusivo del panameño, es un problema humano.
Pero a mí me interesa Panamá, nuestra
cultura, nuestra forma de vida en estos momentos tan fuertemente golpeada.
Hay un no sé qué de control y dominio, al
poder manejar el futuro a complacencia.
Obtener algo “gratis”, no merecido, sin el
esfuerzo debido nos da la falsa sensación de que “algo” o “alguien” superior
están de nuestro lado.
Diría yo, sin
ánimo de jugar al sicólogo, que gran parte de la satisfacción del azar es mero
ego humano, “estar por encima de las posibilidades naturales promedio”.
Por eso es que tantas personas caen
reiteradas veces en estafas de todo tipo, todas basadas en dinero fácil u
oportunidades inmerecidas.
Por querer obtener
una ganancia inmerecida, terminamos perdiendo parte (cuando no todo) de lo que nos
ha costado tener.
La seducción
adivinatoria puede llegar a ser tan fuerte en algunas personas, como la propia
seducción sexual.
El asunto de querer
controlar nuestro destino nace de la propia inconsciencia personal, mientras
más inconsciente es el individuo de sí mismo, más necesita controlar lo que le
rodea, y más lo enredará el destino.

Yo no creo en las encuestas, pero, como escuché por allí: “El
panameño juega a ganador”.
Me costó un
poco entender toda la sicología social detrás de esto.
Y en este gobierno, la fiereza caníbal con la
que abordan el tema, aunque se esmeren en aparentar lo contrario.
Es decir, por un lado puede que exista una
necesidad visceral, aunque encubierta,
por parte del gobierno en que las encuestas le
“impriman un oráculo a favor”.
Ya decía
antes, por la necesidad de control (que también siente la oposición). Dicho sea de paso, el pueblo panameño ha cedido su destino social y político a
dos fuerzas completamente inconscientes de sí mismas (gobierno y oposición) eso sí que es triste.
Pero también está el hecho de que “el
panameño juega a ganador”, ese aspecto oscuro de nuestra naturaleza, de “adaptarnos”
a la suerte adivinatoria.
Ya fuera con
un baño “Dominador”, “Yo puedo más que tú”, “Siete poderes” o el voto cada
cinco años.
Esto queda demostrado de la
siguiente forma. Yo le digo a la gente “la próxima vez fíjense bien por quién
votan", y muchos me han respondido:
“¿Acaso
iba a votar por Balbina?”…
Luego, ¿Qué
con la tercera opción?...
Teníamos una
opción que quizás pudo haber representado
todas las cosas malas del pasado militar, otro
que supimos bueno (digamos, de los mejores de la nueva democracia).
Pero preferimos votar por uno al que le
decían “loco”, que no conocíamos, pero constituía la opción por la que “todos
iban a votar”.
El panameño jugó a
ganador, sin pensar en la incertidumbre para con los cinco años restantes.
No se podía desperdiciar el voto, había que “votar
a ganador”.
Sin embargo, desperdiciamos
la mejor opción.
Que después muriera…eso es otro asunto. Lo cierto es que la mejor carta, con
credenciales de éxito comprobado, la tiramos a la basura por un desconocido que al final
encabezó todas las intenciones de voto.
El panameño juega a ganador.
En
consecuencia, todo este coqueteo de las encuestas,
que más bien parecen narrar una carrera
hípica (dicho sea de paso, hablando de juegos de azar) está tan entrañablemente
adentro de todos los panameños, que, por qué no decirlo, también constituye una tremenda fuente de lucro.
Sin ánimo de ofender, casi igual a la
gran cantidad de brujos, botánicos, médicos alternativos, videntes, metafísicos
o esotéricos (en el concepto comercializado)
que atiborran los medios amarillistas
locales, vendiendo barato el concepto ocultista.

Supongo que en las próximas elecciones tendré que ver al
recinto de votación como a una especie de templo moderno.
Y como dicen que Dios está en todas partes,
supongo que habré de invocarlo para que guíe
mi intención de voto. No sin antes someterme a una profunda contrición que
tal vez me tome meses o años, no sé.
Tal
vez vote en blanco.
Total, el voto en
blanco es una intención que vengo evolucionando desde las pasadas elecciones.
¿Por qué?, digo, si no me gustan las opciones, por qué
encasillarme en una sola, o grupo de ellas
(plancha o no plancha).
Eso es muy similar a aquella persona que va a un almacén y compra “algo” para no salir con “las manos vacías”.
O el que va a una fiesta y tiene que bailar, porque está en una fiesta. Esa
actitud, definitivamente también es “jugar a ganador”, hacer lo que todos hacen. De cualquier forma, mía
o nuestra, que Dios nos libre de seguir participando de tanta miseria panameña (de sus futuros opresores y del
pueblo siempre oprimido) durante la tragedia electoral que pasamos cada cinco años.