MASLEIDOS

jueves, 9 de agosto de 2012

Mediocridad en éxtasis





He escuchado a algunas personas “agradecerle” al gobierno por haber mantenido su palabra con la mini tragedia del hospital del niño.  “Agradecerle al gobierno por haber mantenido su palabra”… Digo, a qué nivel de ciudadanía y responsabilidad social está Panamá, que hay que agradecerle al gobierno  “mantener su palabra”.  Desde el Twitter, pasando por renuncias,  hasta sendas reglamentaciones de alto perfil, hemos visto a nuestras máximas autoridades contradecirse, recular, decir que no se dijo, asegurar que no se quiso decir, o que no se dijo “de esa forma”,  hacer lo que no se dijo, decir lo que no se hizo, y públicamente retractarse de no haberse retractado.  A tal punto y con semejante concurrencia, que ahora resulta que debemos agradecerles por “mantener su palabra”, que dicho sea de paso, ni siquiera la mantuvieron, sino que ya se especulaba que no la iba  a mantener,  y finalmente tuvieron que mantenerla bajo la presión popular.  El presidente dijo que en su gestión “se podía meter la pata, pero no la mano”. ¿Por qué?, porque quizás él pudo haber sabido, que no estaban totalmente preparados para lo que fueron elegidos.  En campaña nos vendieron la idea de que los arnulfistas eran necesarios “por su experiencia en el gobierno”.  Ahora yo creo que jamás fue su objetivo “dejarse asesorar”, por lo de “en mi gobierno se puede meter la pata, pero no la mano”.  El gobierno sabía el grado de improvisación y tozudez que nos esperaba, y jamás lo ocultaron. “Se puede meter la pata, pero no la mano”… ahora resulta que ni eso han podido cumplir, porque los escándalos no dejan de involucrarlos en uno u otro sentido: Metidas de pata y metidas de mano.  De cualquier forma, de tanto meter “la pata”, quién nos asegura que no se coló una que otra metida de mano ¿? … imagino que jamás lo sabremos. 




¿Pero por qué ellos dirían semejante cosa (meter la pata) sin que el pueblo reaccionara? Digo “reaccionara”, porque no es lógico que votemos por alguien que da por hecho la probabilidad de “meter la pata”.  Uno no espera improvisadores en el gobierno, ¿Pero cómo pudimos aceptarlo sin la menor resistencia?.  Tal vez no sólo fue el terror que le tuvimos a Balbina, también pudo habernos pesado la naturaleza del panameño común.  La mediocridad (cada vez más campante y sonante en nuestros linderos) da por hecho “el FALLO” como premisa básica en nuestra naturaleza panameña.  Yo siempre he dicho que “el error” es una etapa justa y necesaria en el proceso de aprendizaje.  Lo que no concibo es el padrinazgo, el comensalismo aquel de perdonarnos mutuamente los errores, sin mediar corrección alguna, como si estuviéramos predestinados a fallar y seguir fallando, condenados a conformarnos, a ser mediocres.  Y ese cáncer, cada vez más común en nuestra ciudadanía, justificó que el nuevo aparato de gobierno proclamara a toda boca que: “Se podía meter la pata, pero no la mano”.  Al final de cuentas, de tanto meter la pata, se puede terminar metiendo la mano.  O a la inversa, de tanto meter la mano, se termina metiendo la pata obsesivamente.  Me pregunto si el pueblo habrá entendido eso, para las próximas elecciones ¿?.  Es decir, no votar por alguien que “nos recuerde tanto a nuestra zona de confort (chabacanería, mediocridad escolar, comodidad, mañas, vicios, defectos y debilidades)”, sino por alguien que nos exija ser mejores.




La mediocridad nos lleva a metidas de pata recurrentes, a no mantener nuestra palabra, a la mentira, y a no ser sujetos de confianza.  Pero también nos lleva a hacer las cosas por la mitad, si es que emprendemos partida.  Todos los que en un momento determinado hemos sido docentes, sabemos que muchos alumnos tienden a dar su menor esfuerzo, y no pocas veces dejan todo a la mitad.  Conformándose con un tres, o la menor nota de pase.  Eso es algo que debería aprenderse de primera mano en el núcleo hogareño, pero dada la desintegración familiar, se lo pasamos a los maestros, profesores, y en última instancia a la vida misma.  La no exigencia causa mediocridad, y la mediocridad genera no exigencia.  Para el pueblo que no exige, su logro más alto sería un gobierno mediocre, sin palabra, torpe, que hace todo a la mitad.  Esta actitud gubernamental se ve desde la reparación de algunas calles (que empiezan, demoran, terminan y al rato vuelven a reparar porque quedaron mal) hasta el manejo de la cosa pública.  Por ejemplo, el metro es una obra grandiosa, pero más allá del ego presidencial, no es efectiva dentro del devenir panameño.  Para que los libros de historia digan: “El metro fue construido bajo la administración del presidente tal”, así como dijeron del ferrocarril, el canal, las pirámides, puente centenario, cinta costera etc.  Es muy bonito y todo, una maravilla, un orgullo, pero: ¿Resolverá esto el tranque en Panamá? ¿Hasta qué punto mejorará nuestra calidad de vida?. Curiosamente, todo en este gobierno es una tremenda duda, si cumplen o no cumplen, si renuncian o no renuncian, si hacen o no hacen.  No nos dan seguridad de nada, porque no son consistentes, ni coherentes.  Así mismo están los funcionarios del hospital del niño, ¿Ahora que tienen el terreno, cómo construirán el hospital?...  Supongo que el gobierno “ya hizo su mediocre mitad” donando el terreno (¿Habrá que aplaudirlos y felicitarlos por ello también?).  Total, ellos no pueden “hacerlo todo”…apenas seguir metiendo la pata.

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