MASLEIDOS

lunes, 14 de julio de 2014

Extranjeros redefiniendo al panameño

 
A los panameños nos invitaron a una celebración, pero por no llevar la vestimenta adecuada  nos cerraron la puerta en la cara.  Tratar de predicar sobre lo mismo, sería llover sobre mojado.  Pero nuestros vecinos sí fueron al mundial, e hicieron excelentes representaciones.  Sobre todo Costa Rica, que sin tanta fanfarria, como equipo y sin “superestrellas”, se le cuadró dignamente a Holanda. Quisiera decir lo mismo de Colombia, pero lo que le hicieron a Neymar, quebrándole con saña una vértebra, desluce todo el esfuerzo del equipo y su goleador.  Tal vez para neutralizar al contrario, o cuando menos eliminar competencia con lo del mayor goleador y James.  Que dicho sea de paso, aún no entiendo por qué pronuncian en español un nombre de habla inglesa…  Pero bueno, sabrán los colombianos, o sabrá él mismo (James)  A mí me preocupan más  los panameños, que de la noche a la mañana empezaron a llamarle de esa forma, cuando en Panamá a los “James”  los pronunciamos en inglés. Panameños que apostaban al triunfo de Colombia con insultos, confrontaciones y apasionamientos ridículos, como si ofendieran más que los mismos colombianos.

Panamá, como crisol de razas y todo lo demás, recibe mucha influencia internacional.  Siempre ha sido así, pero ahora más,  con esta “colombo-domini-venezolanización”  que nos impuso el gobierno pasado con su política de puertas abiertas. Como he dicho antes, el ballenato y la bachata han reemplazado a nuestro típico.  Colombia y Venezuela (a través de sus novelas vacuas, vulgares y violentas) nos están re-culturizando.  Si tuviéramos un organismo de estudio demográfico serio, podríamos evaluar qué hemos ganado aceptándolos.  Definitivamente, hay buenos inmigrantes, que aportan dinero y muchas cosas buenas al país.  Definitivamente, por razones humanitarias hay que ayudarlos.  Sin embargo, habría que ver qué y cuánto han aportado ellos al país, sobre todo por los que vienen diciendo que “el progreso de Panamá se debe a los extranjeros”, olvidando que ellos se mudaron a Panamá precisamente por su progreso.  En consecuencia, el progreso panameño existía antes de que llegaran.  Pero como siempre he dicho: “La ingratitud sufre de muy mala memoria”  En la mayoría de los crímenes  más innovadores, crueles y salvajes reportados, casi siempre destacan extranjeros. Y para colmos vienen de imprudentes, chabacanos y groseros, exigiendo a voz en cuello, como si fueran dueños del país.

El carácter consumista de los panameños, nos hace imitar muchas cosas.  La persona que consume en exceso, muchas veces lo hace sólo por “no quedarse atrás”, porque vio o escuchó a otro.  Muchas de sus adquisiciones no reflejan necesidades reales ni cambios positivos en sus vidas, sino superfluos. Y por imitación se endeudan, dejan a un lado lo propio y nos satanizamos entre nosotros mismos, sobrevalorando lo ajeno, sugestionados e intimidados por todo lo extranjero. La persona que imita mucho, lo hace por síndrome de aceptación y rechazo, porque no tiene valor ni carácter propio.  Presta más atención a su relación con los demás (lo que le dan o recibe económica, física, mental o emocionalmente) que a su relación consigo mismo.  Si escalamos el modelo, las personas hacen pueblos, gobiernos y forman estados. Los estados  de pobre producción interna, que todo lo compran o importan del extranjero, obedecen a (y generan) pueblos sin identidad e imitadores, fácilmente asimilables por estados más grandes. 

Mi mayor recomendación al nuevo presidente, que dice tener sangre campesina en sus venas,  es que regule la inmigración, y  anteponga el agro y la producción nacional a las importaciones. En lugar de seguir globalizando, repatríe y genere más industria nacional. Deje de apuntar a las IFIS, y voltee su mirada al pueblo.  Retome pronto los valores nacionales, antes que los extranjeros redefinan  lo que significa ser panameño.  Y como decía Arnulfo: “Panamá para los panameños”.

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