MASLEIDOS

martes, 5 de marzo de 2013

¿La valentía ajena, o la cobardía propia?


La política panameña está cayendo en un tremendo absurdo.  Los políticos no respetan al pueblo (con o sin pacto electoral) Los gobernantes no respetan al pueblo, a cada rato explotan escándalos de corrupción por doquier, como si estuviéramos dentro de una hoya de pop-corn con aceite muy caliente y maíz aún más sensible.  Tal parece que a nadie, y con eso me refiero al pueblo en general, a los cientos de miles de panameños humildes y honrados de este país, todo parece importare un bledo. ¿Y así queremos aspirar a una “cosa” mejor en las próximas elecciones?  Digo, habría que ser muy cínico, socialmente hipócrita o ingenuo, si todos queremos que “las cosas cambien” sin ir más allá de la comodidad de nuestras oficinas, el anonimato de nuestras casas o la dulzura del propio juega vivo (digo propio, porque tal parece que el que nos joroba es únicamente el ajeno)  Deprime ver la actualidad social de nuestro país, y aterroriza aún más, mucho más el futuro que le estamos “empollando” a las futuras generaciones.  Y digo empollando porque sólo hacemos eso, después de sufrir la ardua parida de tremendo huevo cada cinco años, este pueblo sólo se sienta encima a calentarlo, y a ver qué sale luego…



¿Cuáles son nuestras mejores opciones? La mal llamada oposición, una comparsa de maleantes, igual o peores a lo que ellos mismos critican.  Que inclusive, tienen vínculos comerciales con las personas que critican y adversan diaria y públicamente.  Esta oposición hipócrita, con cola de paja, techo de vidrio y tremendo pasado oscuro,  ¿Esta es nuestra mejor opción para el 2014?  El peor enemigo de nuestra oposición no son los auditores que les manda el gobierno, para ver qué tan corruptos andan.  El peor enemigo de nuestra oposición son ellos mismos. ¿Qué no tenemos mejores opciones?  Pues no, no es así.  No tener mejores opciones, es muy diferente a no querer verlas.  Porque nos hemos acostumbrado a ser guiados por ese tipo de gente, o peor aún, a ser abusados… por ellos.  Pero eso es muy diferente a no tener opciones, porque Panamá está llena de buena gente, gente inteligente, honesta  y capaz.  Pero no queremos verla, porque siempre vamos por el que más escándalo hace, el más perequero, bravucón,  chabacano o  payaso.  Dicho sea de paso, inclusive así ocurre en nuestras conversaciones, al que no habla gritado o golpeado, al que muestra modales, no se le presta atención (sin importar que tenga o no la razón).


Siempre lo he dicho, somos una sociedad de rofeo.  De “malos” que aguantan como hombres, “callaos”…  Porque quejarse es una cosa de mujeres,  o de hombres débiles y aquí todos somos hombres.   Yo digo que ser hombre no tiene nada que ver con ser pendejo, cobarde o mudo.  O peor aún, ser hombre no tiene nada que ver con ser esclavo.  Entendiendo por esclavitud, la  sumisión perpetua y absoluta, voluntaria o impuesta,  a cualquier manifestación opresiva (intelectual, física o emocional)  e independientemente  al color de la piel, poder adquisitivo, credo, nivel social, sexo, o creencia política.  Ayer vi una película, recreación de aquellas del antiguo oeste. Los esclavos negros, curiosamente,  eran los más dóciles (excluyendo a los mandingos luchadores) en un mundo de violencia tremenda.  Y cuando surgía de pronto una violencia aún mayor a la que los esclavizaba, para liberarlos, al quedar libres los esclavos no se atrevían a salir de sus jaulas.  


Yo había oído eso de los pájaros.  Que de tanto estar encerrados, después de cierto tiempo con la jaula abierta, el pájaro no escapaba hasta chocar casi accidentalmente con la salida.  Pero jamás pensé eso de los humanos.  Porque supuestamente, lo que diferencia a un humano de cualquier animal es su inteligencia y espíritu.  El problema es que, cuando uno es esclavo (de lo que sea) la inteligencia y el espíritu se supeditan al miedo precisamente.  No sé si se han dado cuenta, aún siendo una sociedad de rofeo, aquí no reina la valentía, sino el miedo.  En la mayoría de los casos no gana, no nos gana el más valiente, sino el que más miedo mete (no gana la valentía ajena, sino la cobardía propia)  Vivimos del miedo, no del pensamiento ni del espíritu. En consecuencia, nos animalizamos cada vez más, y los abusos van a ser cada vez mayores.  En proporcional aumento de la insensibilidad, indolencia y cobardía social. Y mientras más violento y estúpido se vuelva el agresor, más estúpido y sumiso se volverá el agredido.  No sé si lo ven como yo, pero estamos en el camino de la imbecilidad rumbo a la auto extinción. Mientras el hombre continúe enterrando su espíritu bajo una mente descontrolada (tiránica)  y un cuerpo débil (concupiscente) mientras el hombre no se libere a sí mismo de sí mismo primero (no que venga  una religión o religioso a liberarle) siempre será esclavo de sí mismo, y en consecuencia natural, de cualquier otro individuo. 


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