MASLEIDOS

martes, 5 de marzo de 2013

Complicidad político-ciudadana



Yo crecí en tiempos de la dictadura militar.  Cuando sus personajes más grotescos, eran los legisladores que acuerpaban al gobierno.  Entonces vi al ahora ex-embajador de Panamá en la OEA, protagonizar vergonzosas situaciones a lo interno del parlamento.  Luchando por la democracia.  En aquel tiempo reinaba la maleantería en el país.  Casi pudiéramos decir que entonces se puso de moda ser maleante, ser gorila (porque dar golpes pagaba bien…)  La bota militar trajo la institucionalización de la chusma, del lumpen.  Cuarenta años atrás los modales, las buenas costumbres, el respeto y otras muchas cosas se perdieron con el modelo que implantaron ellos (fuerza bruta, descerebrada y abyecta)  Es decir, tomarse a la fuerza algo que no era suyo, y repartirlo como si fuera piñata bajo la pírrica excusa del “revanchismo social”.  Y triunfó, aunque por la fuerza, la maleantería.  De allí en adelante muchas generaciones han adoptado este patrón vivencial como “natural” en nosotros.  Me refiero al famoso juega vivo, los vivos pendejos, la imposición etc.  Con esto no digo que no hubiera maleantes antes de los militares, ni corruptos, ni juega vivo.  Sino que a partir del militarismo lo vimos como una “gracia” (cuando antes daba vergüenza) interiorizándolo en nuestra conducta, reitero, bajo la patética excusa del “revanchismo social”.  Y con esta filosofía, muchos legisladores compraron votos repartiendo colchones, bloques, zinc, comida.  Muy posiblemente utilizando las arcas del estado.



De cualquier forma pregunto: ¿Cuánta agua ha corrido bajo el río?...para que sigamos navegando en la misma barca.  ¡Da tristeza!  Los maleantes siempre han existido, pero de allí a que la maleantería se halla instaurado en la conciencia colectiva del panameño, es aún mucho más triste.  La cosa pública se repartía desde antes de los militares, a un menor grupo de gente.  Al abrir el alcance de “los beneficiados”,  repartiéndola a mucha más gente, los militares enquistaron en nuestro comportamiento social   “el derecho a tomar y repartir lo que no es mío”. ¿Cuántas generaciones han pasado justificando, racionalizando esta forma de pensamiento?  Cada “lucha” que se da en este país, sobre cualquier cosa por la cual no hayamos trabajado, es simplemente eso.  Apropiarse de lo ajeno, so pretexto social.  Como lo hace el invasor de tierra, así mismo lo hace el invasor político, y así mismo piensan los que los reeligen: “Tomar lo que no me pertenece, porque yo también tengo derecho”.  Me apena mucho como ciudadano, que aún sigamos viendo a estos legisladores del militarismo, reencarnados en varios diputados actuales.  Con la misma chabacanería, la misma maleantería y el mismo pretexto social, aprovecharse de la miseria ciudadana, negociar amoralmente con el pueblo, vendernos lo más barato posible, como si fuéramos mercancía de supermercado. Pareciera que la actitud demostrada en el saqueo del 89, afloró del subconsciente colectivo de entonces (y de ahora) haciendo al que no saqueador, sí un buen cómplice.



¿En dónde quedó eso de ser pobre pero honrado?  Ya no importa ser honrado, sino dejar de ser pobre (así fuere a cuesta de la propia honradez)  La cruzada civilista nos decía “acepten todo lo que les den, pero voten en contra”.  Hoy tristemente, seguimos bajo el mismo esquema ¿Qué carajo hemos aprendido entonces?  Si seguimos votando por un jamón, un pedazo de zinc, bloques etc.  ¿Seguimos aceptando las migajas de lo que en realidad es nuestro, del estado?  ¿Qué ha ocurrido con el panameño de entonces hacia acá?  Deberíamos entender, que aceptar lo que no nos hemos ganado con el esfuerzo (aunque sea público) es también robar.  Y tanta pantomima de que “lo merecemos porque es nuestro”  no es más que la racionalización del delito.  ¿Podemos merecernos a nivel individual, lo que nos pertenece a todos a nivel social?  Si fuera una distribución justa, equitativa y en base al esfuerzo común, pues sí.  De a dedo, jamás.  Pero como lo han hecho los políticos y gran parte del pueblo panameño, sólo cabe una palabra: complicidad.  Complicidad en el delito.  Corrupción.  Será que en lugar de evolucionar, hemos entrado a un proceso de involución social.  Lo vemos a diario cuando alguien nos tira el auto (porque se cree dueño de la vía pública) o viola una señalización “porque todos lo hacen”. Lo vemos al tirar basura en la calle.  Lo vemos en la intolerancia individual hacia la diversidad del ser.  Lo vemos al no considerar a los demás ciudadanos, porque creemos que el país es nuestro.  Sí, desde entonces hasta ahora hemos repudiado a los dictadores.  Sin embargo, cómo nos gusta  sentirnos “pequeños  tiranos de la vida” frente al resto ciudadano... Odiamos la corrupción, cuando no nos favorece.  Es tanta la hipocresía social en nuestro país, que nos mantiene divididos. Y de esa división, precisamente, se nutren los parásitos políticos.


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