
Hoy todo se compra y vende. Se ha reducido al individuo, ya ni siquiera a cuánto dinero tiene, sino al calado de sus deudas. Ser un profesional en nuestros tiempos se menosprecia, como antes se menospreciaba a las sirvientas que llamábamos peyorativamente “empleadas”. El profesional de la empresa pública ha sido satanizado como rebuscón y botella. El profesional de la empresa privada es un empleado cualquiera, despectivamente “asalariado” (sinónimo de vago dependiente) No se valora lo que hace, ni el que paga para que lo hagan, ni quien lo hace. El apremio del dinero, la necesidad de comer, los lujos ficticios que la publicidad y el mercadeo disfrazan de necesidades, nos ahogan en un nudo existencial que no da ganas de hacer nada para que dure, nada importante, nada que rete al tiempo, nada especial. La vocación fue reemplazada por un tajo de dinero en la mano, como el pedazo de carne en la boca de un perro. No porque uno quiera, no porque el ser humano se haya depreciado, sino porque socialmente hemos permitido que nos secuestren los valores por tres reales, porque hemos permitido que nos suban abruptamente el costo de vida.

Tener educación y cultura en este país va haciendo sinónimo de estupidez u homosexualismo. Como si ser bruto, impulsivo, explosivo, boqui suelto, descocado, grosero y vulgar fuera un logro o tremenda gracia. Porque la vulgaridad ha reemplazado a la cultura, la corrupción a la vocación, el dinero al amor propio, la ignorancia al conocimiento y el silencio a nuestros derechos. Nos perfilan para que todos seamos empresarios, como si serlo fuera tan fácil. Porque muchos de los actuales “pudientes empresarios” capitalistas salvajes, recibieron un imperio ya realizado, y algunos quién sabe de dónde. El sueño panameño no es llegar y montar un negocio desde cero, con pírrica ayuda gubernamental, para que luego una enorme cadena, o te robe la idea o te borre utilizando las propias leyes del país. El sueño panameño no es llegar limpios y hacernos millonarios… sudando la gota gorda, a punta de sacrificio. No. Hay que presupuestar las coimas, extorsiones, sobornos etc. Tienes que trabajar una vida completa, para que un político finalmente se enamore de tu éxito y haga que tu negocio termine valiendo nada.
No, no, gracias, déjenme con mi orgullo y dignidad de asalariado profesional. De artista verdadero, tal vez si tuviera tal suerte. Antes que hacerme rico metiéndole la mano en el bolsillo a la gente pobre, para entonces llamarme “inversionista”. Porque en algún momento, el hambre en que nos están sumiendo hará despertar a este pueblo, y entonces voltearemos la vista al pasado, tratando de recoger lo que dejamos caer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario