MASLEIDOS

viernes, 16 de agosto de 2013

Desde adentro del rebaño




Me causa algo de gracia pero más espanto, quizás un poco de humor negro, ver cómo las actuales “fuerzas” políticas se estrellan contra la forma “política” del actual gobierno.  Todo esto, sin siquiera percibir (ni siquiera superficialmente)  la gravedad del daño en que nos sumieron. Entender la filosofía de este gobierno desde los parámetros normales políticos, es como tratar  explicar una pera con la misma forma en que veríamos teléfono.  Son dos cosas totalmente diferentes, de allí el eslogan de que “no son políticos comunes”, porque, lo más probable es que ni siquiera sean políticos.  La visión comercial supedita a la política, en consecuencia, son más comerciantes que políticos.  Hay que verlos como comerciantes, no como políticos, eso es una real pérdida de tiempo.  Es muy distinto ser un político y hacer “negocios”, que ser un negociante y hacer política.  El primer caso nos dará un mal político jugando a ser buen empresario.  El segundo nos dará un buen empresario, siendo un pésimo político.  El abuso de la prostituida palabra “institucionalidad”, es otro ejemplo patético de igualar una pera a un teléfono. Ellos no saben qué es eso, ni les interesa.  Hablémosle mejor en términos de dólares, compra y venta.


El problema de esta óptica es que el empresario (peor si es de la vieja escuela, de los modelos de toma de decisión centralizada) tiene una visión excesivamente personalizad de las cosas.  ¿Y por qué no, si es su negocio?  El problema aquí es que, el país no es de nadie, aunque nos pertenezca a todos los panameños.  Esa visión de “país para todos” no encaja en el esquema mental de un empresario que sigue el modelo de decisión centralizada.  Peor aún si intentas explicarle  la postura de “servir” a otros (como servidor público) al pueblo.  El empresario en su negocio, como dueño puede (debe) servirle a sus clientes, pero, no por eso deja de ser dueño.  Existe una confusión en la praxis de mando actual, que, siguiendo la óptica antes expuesta, no nos plantea como ciudadanos, sino como clientes y al gobierno no como servidores públicos sino como dueños.  Tal fue el riesgo que no evaluó el pueblo a la hora de “privatizar” veladamente su gobierno en las elecciones pasadas.  En consecuencia, más allá de toda la intencionalidad oscura que pueda o no existir detrás de estos “híbridos” del cambio, existe una mayor incapacidad neonata para el manejo de la cosa pública.


Los sistemas de gobierno anteriores, bordearon tantas veces el filo de lo políticamente incorrecto, que ya no importa la política para manejar a todos los ciudadanos de este país.  Mutaron de políticos a politiqueros, y ahora tenemos esto…un esquema de compra y venta institucionalizado, regándose por todo el país, como una porción de antimateria en crecimiento. ¿Qué pasará después? Es tan difícil de saberlo, siquiera de pronosticarlo, como tratar de estimar los resultados de un sistema degradado, con filtros de captura de dato invertidos (en lugar de garantizar la entrada de datos correctos, valida a favor de los incorrectos) cuyas variables de control han fallado y que está a punto de generar una condición de sobre saturación.  Lo que teníamos antes era muy parecido, pero apenas diferenciado con una delgada línea de humanidad que parece haber desaparecido en este gobierno, aún ofreciendo cien a los setenta, beca universal, mochilas y computadoras.


Ahora bien, si la vertiente fuera tan sólo capitalista, la confusión de ver al ciudadano como cliente, terminaría allí.  El problema empeora cuando hablamos del enfoque capitalista-salvaje.  Para el capitalista, el cliente es una persona de cuya necesidad puedo lucrar supliéndola.  Para el capitalista salvaje, la necesidad del cliente sólo es el anzuelo para la explotación (lucro) absoluta de su cliente.  Es decir,  el capitalista salvaje ve a sus clientes como productos, ya no como personas con necesidades.  Perder de vista las necesidades de una persona, es enterrar en el sub-conocimiento la calidad humana del ciudadano.  Léase, el humano se convierte en mero objeto de lucro.  En consecuencia, ¿Qué sería de nosotros con un gobierno capitalista-salvaje?  Como la piel de la oveja sobre el lobo infiltrado, el capitalista salvaje podría echarse encima el disfraz de un sistema político degradado por la corrupción, y…. comerse a las ovejas desde adentro del rebaño. 

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