Me causa algo de gracia pero más espanto, quizás un poco de
humor negro, ver cómo las actuales “fuerzas” políticas se estrellan contra la
forma “política” del actual gobierno. Todo
esto, sin siquiera percibir (ni siquiera superficialmente) la gravedad del daño en que nos sumieron. Entender
la filosofía de este gobierno desde los parámetros normales políticos, es como
tratar explicar una pera con la misma
forma en que veríamos teléfono. Son dos
cosas totalmente diferentes, de allí el eslogan de que “no son políticos
comunes”, porque, lo más probable es que ni siquiera sean políticos. La visión comercial supedita a la política,
en consecuencia, son más comerciantes que políticos. Hay que verlos como comerciantes, no como
políticos, eso es una real pérdida de tiempo.
Es muy distinto ser un político y hacer “negocios”, que ser un
negociante y hacer política. El primer
caso nos dará un mal político jugando a ser buen empresario. El segundo nos dará un buen empresario,
siendo un pésimo político. El abuso de
la prostituida palabra “institucionalidad”, es otro ejemplo patético de igualar
una pera a un teléfono. Ellos no saben qué es eso, ni les interesa. Hablémosle mejor en términos de dólares,
compra y venta.
El problema de esta óptica es que el empresario (peor si es
de la vieja escuela, de los modelos de toma de decisión centralizada) tiene una
visión excesivamente personalizad de las cosas.
¿Y por qué no, si es su negocio?
El problema aquí es que, el país no es de nadie, aunque nos pertenezca a
todos los panameños. Esa visión de “país
para todos” no encaja en el esquema mental de un empresario que sigue el modelo
de decisión centralizada. Peor aún si
intentas explicarle la postura de
“servir” a otros (como servidor público) al pueblo. El empresario en su negocio, como dueño puede
(debe) servirle a sus clientes, pero, no por eso deja de ser dueño. Existe una confusión en la praxis de mando
actual, que, siguiendo la óptica antes expuesta, no nos plantea como
ciudadanos, sino como clientes y al gobierno no como servidores públicos sino
como dueños. Tal fue el riesgo que no
evaluó el pueblo a la hora de “privatizar” veladamente su gobierno en las
elecciones pasadas. En consecuencia, más
allá de toda la intencionalidad oscura que pueda o no existir detrás de estos
“híbridos” del cambio, existe una mayor incapacidad neonata para el manejo de
la cosa pública.
Los sistemas de gobierno anteriores, bordearon tantas veces
el filo de lo políticamente incorrecto, que ya no importa la política para
manejar a todos los ciudadanos de este país.
Mutaron de políticos a politiqueros, y ahora tenemos esto…un esquema de
compra y venta institucionalizado, regándose por todo el país, como una porción
de antimateria en crecimiento. ¿Qué pasará después? Es tan difícil de saberlo,
siquiera de pronosticarlo, como tratar de estimar los resultados de un sistema
degradado, con filtros de captura de dato invertidos (en lugar de garantizar la
entrada de datos correctos, valida a favor de los incorrectos) cuyas variables
de control han fallado y que está a punto de generar una condición de sobre saturación. Lo que teníamos antes era muy parecido, pero
apenas diferenciado con una delgada línea de humanidad que parece haber
desaparecido en este gobierno, aún ofreciendo cien a los setenta, beca
universal, mochilas y computadoras.
Ahora bien, si la vertiente fuera tan sólo capitalista, la
confusión de ver al ciudadano como cliente, terminaría allí. El problema empeora cuando hablamos del enfoque
capitalista-salvaje. Para el
capitalista, el cliente es una persona de cuya necesidad puedo lucrar
supliéndola. Para el capitalista
salvaje, la necesidad del cliente sólo es el anzuelo para la explotación (lucro)
absoluta de su cliente. Es decir, el capitalista salvaje ve a sus clientes como
productos, ya no como personas con necesidades.
Perder de vista las necesidades de una persona, es enterrar en el
sub-conocimiento la calidad humana del ciudadano. Léase, el humano se convierte en mero objeto
de lucro. En consecuencia, ¿Qué sería de
nosotros con un gobierno capitalista-salvaje?
Como la piel de la oveja sobre el lobo infiltrado, el capitalista
salvaje podría echarse encima el disfraz de un sistema político degradado por
la corrupción, y…. comerse a las ovejas desde adentro del rebaño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario