MASLEIDOS

viernes, 16 de agosto de 2013

¿Bordeando la cordura social?




Dicen que las molestias pasan y las obras quedan, sin embargo, ¿Valdrá la pena este progreso?...todos los días me pregunto lo mismo.  Tras que el servicio en Panamá dejaba mucho que desear, ahora es peor.  Los empleados en las gasolineras, restaurantes, clínicas andan malhumorados, con sueño, impacientes.  Esto se ha agravado en cosa de años, bajo la excusa del bendito progreso.  El fenómeno pasa al mismo tiempo de los pacientes pasajeros de autobús, a los conductores citadinos, a la masa laboral panameña en general.  La falta de sueño, el muy agravado estancamiento  vehicular, las calles destruidas, el agua empozada, la basura regada, los conflictos, los escándalos de corrupción.  Todo junto, parece cualquier cosa menos progreso.  No sé en qué mundo viven nuestras autoridades y sus aduladores, pero, la degradación de la calidad de vida en Panamá es evidente.  Peor aún, si en cada esquina vemos a un extranjero compitiendo casi en igualdad de condiciones, con el maltratado y pobre nacional.


Sumado a esto “la política de barrio”, el precario nivel humano de quienes nos dirigen, ¿Podríamos llamar a esto progreso, crecimiento? ¿Qué hay detrás de las obras?...una sociedad que sufre en silencio, algunos engañados, otros por conveniencia y otros muy conscientes.  Algunos hacen, otros dicen, muchos más piensan y la realidad que vivimos no cambia.  Cuando vemos cómo los ajusticiados caen en nuestras calles, mientras las personas encargadas de protegernos y mantener el orden nacional sólo reprimen y espían.  En medio del problema de la basura, después de haber invertido tantos millones en la recolección, ahora nos dicen que van a unir el cobro de recolección al de la luz.  ¿Pero cómo?, si bien es cierto los morosos deben pagar, también deben pagar todos aquellos que han malbaratado millones en tan mala administración. La solución para todo es acorralar, acusar, culpar al pueblo, mientras los escándalos de corrupción brotan de aquí para allá.  El desgreño de la salud pública cobra muertos gratis, de todas las edades, y no hay justicia.





¿Qué decir de la enorme deuda que nos están dejando?  Cada panameño que nace viene con un precio inflado a cuestas,  como si la gente de este país valiera por el pedazo de deuda que lo joroba encima.  El trato que se le da a la gente en Panamá durante estos últimos años no ha sido humano, sino exclusivamente material.  Como si fuéramos productos en un anaquel.  Sin importar  por encima de cuántos tiene que pasar este crecimiento, a cuántas familias haya que aplastar; importa la obra, no el humano.  ¿Y así debemos creer, que un buen gobierno es el que construye sin importar las carencias, las necesidades reales, la calidad de vida, el bien social? Mientras más agrandado se piensa al progreso, más reducido se tiene al panameño.  Y lo estamos viendo, con el trato que nos dan, con la burla, falta de respeto, compra y venta de conciencias. 


Vivimos un ambiente insano, gótico.  Parece que “la locura” antes proclamada en campaña, es nuestra peor epidemia, destape visceral que corrompe todo lo que toca.  Hay fastidio, estrés colectivo, intolerancia, todo lo necesario para que nuestra sociedad llegue a un punto de quiebre forzado.  Nos arrastran a bordear los peligrosos límites de nuestra cordura. De qué sirven las obras, las inversiones, el crecimiento en un país sin sanidad social, que ha empeñado el bienestar económico de sus nacionales por un par de construcciones.  Habría que preguntarse entonces, si ha valido tanto sufrimiento o si acaso vale más el progreso, que la gente.

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