Dicen que las molestias pasan y
las obras quedan, sin embargo, ¿Valdrá la pena este progreso?...todos los días
me pregunto lo mismo. Tras que el
servicio en Panamá dejaba mucho que desear, ahora es peor. Los empleados en las gasolineras,
restaurantes, clínicas andan malhumorados, con sueño, impacientes. Esto se ha agravado en cosa de años, bajo la
excusa del bendito progreso. El fenómeno
pasa al mismo tiempo de los pacientes pasajeros de autobús, a los conductores
citadinos, a la masa laboral panameña en general. La falta de sueño, el muy agravado
estancamiento vehicular, las calles
destruidas, el agua empozada, la basura regada, los conflictos, los escándalos
de corrupción. Todo junto, parece
cualquier cosa menos progreso. No sé en
qué mundo viven nuestras autoridades y sus aduladores, pero, la degradación de
la calidad de vida en Panamá es evidente.
Peor aún, si en cada esquina vemos a un extranjero compitiendo casi en
igualdad de condiciones, con el maltratado y pobre nacional.
Sumado a esto “la política de
barrio”, el precario nivel humano de quienes nos dirigen, ¿Podríamos llamar a
esto progreso, crecimiento? ¿Qué hay detrás de las obras?...una sociedad que
sufre en silencio, algunos engañados, otros por conveniencia y otros muy
conscientes. Algunos hacen, otros dicen,
muchos más piensan y la realidad que vivimos no cambia. Cuando vemos cómo los ajusticiados caen en
nuestras calles, mientras las personas encargadas de protegernos y mantener el
orden nacional sólo reprimen y espían.
En medio del problema de la basura, después de haber invertido tantos
millones en la recolección, ahora nos dicen que van a unir el cobro de recolección
al de la luz. ¿Pero cómo?, si bien es
cierto los morosos deben pagar, también deben pagar todos aquellos que han
malbaratado millones en tan mala administración. La solución para todo es
acorralar, acusar, culpar al pueblo, mientras los escándalos de corrupción
brotan de aquí para allá. El desgreño de
la salud pública cobra muertos gratis, de todas las edades, y no hay justicia.
¿Qué decir de la enorme deuda que
nos están dejando? Cada panameño que
nace viene con un precio inflado a cuestas,
como si la gente de este país valiera por el pedazo de deuda que lo
joroba encima. El trato que se le da a
la gente en Panamá durante estos últimos años no ha sido humano, sino exclusivamente
material. Como si fuéramos productos en
un anaquel. Sin importar por encima de cuántos tiene que pasar este
crecimiento, a cuántas familias haya que aplastar; importa la obra, no el
humano. ¿Y así debemos creer, que un
buen gobierno es el que construye sin importar las carencias, las necesidades
reales, la calidad de vida, el bien social? Mientras más agrandado se piensa al
progreso, más reducido se tiene al panameño.
Y lo estamos viendo, con el trato que nos dan, con la burla, falta de
respeto, compra y venta de conciencias.
Vivimos un ambiente insano,
gótico. Parece que “la locura” antes proclamada
en campaña, es nuestra peor epidemia, destape visceral que corrompe todo lo que
toca. Hay fastidio, estrés colectivo,
intolerancia, todo lo necesario para que nuestra sociedad llegue a un punto de
quiebre forzado. Nos arrastran a bordear
los peligrosos límites de nuestra cordura. De qué sirven las obras, las
inversiones, el crecimiento en un país sin sanidad social, que ha empeñado el
bienestar económico de sus nacionales por un par de construcciones. Habría que preguntarse entonces, si ha valido
tanto sufrimiento o si acaso vale más el progreso, que la gente.
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