MASLEIDOS

viernes, 16 de agosto de 2013

La realidad, algo muy distinto




¿Alguna vez ha tratado de ver una película cuadro a cuadro, con mucho tiempo entre cuadro y cuadro?  Pienso que eso ocurre con las encuestas, entre encuesta y encuesta (cuadro y cuadro) se pierde mucha información concluyente o predictiva, por más que se diga lo contrario.  Hay tantos factores interviniendo al mismo tiempo en cada encuesta, que casi es imposible poder concluir algo definitivo bajo la óptica de unas cuantas variables.  Imagino que por eso les llaman fotografías (radiografías) del momento político.  Para apreciar la validez de una encuesta, habría que contemplar valores como el objetivo, metodología,  muestreo, momento de realización etc.  Sin embargo, últimamente se ha vuelto una estrategia más de mercado, que de instrucción.  Yo diría que a niveles crónicos patológicos.  Me cuesta mucho creer que un candidato recién aparecido de la manga de “alguien”, como quien saca un conejo del sombrero de algún mago, esté al mismo nivel de candidatos que llevan toda una vida corriendo en la política.  Peor aún, después de un marcado ausentismo en la vida pública panameña.  O que el pueblo favorece en opinión al gobierno, después de tanto y  cómo nos ha tratado (peor transporte, más impuestos, costo y pésima calidad de la vida)  No sólo habría que ser bruto, sino también masoquista, o masivamente bruto, o masivamente masoquista.  

Afecta la cultura del panameño corriente, de apostar a ganador.  La necesidad de percibir el azar,  es algo fundamental en la existencia ciudadana, inclusive más allá del placer, muy determinante en la “insoportable levedad del ser panameño”.  Si no adoleciéramos de aquella tendencia a mezclar la suerte con todo lo demás, las encuestas pudieran entenderse como instrumento útil.  La poderosa alternativa de culpar “a la suerte” de nuestras propias decisiones, hace que el individuo la necesite visceral e inconscientemente en su vida.  Así en lugar de reconocer  “me equivoqué”, sólo se quejaría diciendo  “tuve mala suerte”.  De equivocarse, a tener mala suerte, hay mucha responsabilidad de diferencia.  Resaltando figuras de alienación entre tanto y tanto, maniobras de compensación, negación etc.  Incluyendo también el asunto de “la esperanza” y demás abstractos que rodean al éxito en los juegos de azar.  Aunque analizándolo en frío, ver nuestro futuro político en términos de suerte, es aterrador y escalofriante.  Quizás aún más allá de la propia inconsciencia colectiva en que estamos sumidos, apiñándonos como masa, a la cómoda espera de un líder que se sacrifique por nosotros, una medicina que no amargue, un remedio santo, algo más de la... suerte.


¿Le damos o no importancia a las encuestas?  Yo diría, independientemente a la intencionalidad de las mismas,  que como “afiche político”, propaganda o demás, tienen mucho valor.  Pero como objeto realmente predictivo, o siquiera aproximativo, no tanto así.  Prefiero antes creer en la teoría del caos y los sistemas dinámicos, que en el sortilegio de algunas encuestas.  “El panameño apuesta a ganador”, escucho a muchos decir por allí, como si nuestra política fuera una carrera de caballos, pelea de gallos, el producto de un tinglado, o peor aún, la balota que se extrae del ánfora.  Tampoco voy a profundizar las tripas de la eficiencia o ineficiencia, de encuestar o no encuestar.  Pero pongamos de manifiesto  la obsesión ridículamente compulsiva, de pavonearlas cuando favorecen, y satanizarlas cuando no. Actitudes por lo extremistas patéticas, que todos sabemos son acción y reacción mediática.  Mi partido político es una marca, el candidato su último modelo, y ambos deben encabezar el rating a como dé lugar.  Otra cosa, muy distinta,  es la realidad de todos los panameños.


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