Esa expresión: “es como quitarle
el pan a un niño”… me deja pensando.
Denota un acto de crueldad, pero mucho peor aún si hablamos de nuestro
PAN, plan de ayuda nacional. Aquí se
menciona mucho el asunto del delito, de robar, de malbaratar pero no escucho a
nadie mencionar el trasfondo moral del asunto.
Tal parece que, como sociedad nos hubiéramos olvidado de ese pequeño
detalle, el pan de nuestros niños. Será que hemos llegado a semejante grado de
insensibilidad, que sólo nos importa el alcance del delito, no así su calidad. Peor aún, cómo la otrora ministra de
educación, nada menos que educación, encargada de la noble labor nacional de
educar a todos los niños del país, se desentiende de su vinculación con lo que
ocurrió, y de una manera tan insulsa y despreocupada. Aunque coopere con las investigaciones, eso
está mal. Mal por mujer, mal por
ministra, mal por persona. Y eso que era
“religiosa”, y una de las figuras más “potables” de aquel gobierno.
Yo pienso que nos estamos
olvidando de lo más importante del crimen, por el pompo y las cantidades. Porque eso fue un crimen social. El lugar perfecto para esconder fechorías,
según lo que dice la prensa del país.
Donde nadie iba a sospechar, pero… ¿Por qué jugar con la ayuda nacional?
¿Por qué comprar equipos de espionaje con dinero tan noble y sensitivo? ¿Por
qué no lo hicieron con otra cosa? Habrá que ser muy caradura, insensible y
tremendamente irresponsable, además de muy maleante para jugar con algo
así. Y mucho peor aún, después de sacar
a la luz tanta porquería, hay gente que todavía los defiende diciendo “pero es
que todos los gobiernos lo hacen, todos roban”
Ese consuelo no debemos permitírnoslo como sociedad, porque deja mucho
que decir de nuestra calidad humana, primero porque si otro coge droga yo también
lo hago, como si fuéramos adolescentes coaccionados por la presión de grupo. Todos los delitos no son iguales, y lo que
hicieron con el PAN fue un delito cruel. O será que porque el pueblo del jarabe
intoxicado, del bus quemado, el pueblo de este país no sale como es debido y
parece no tener amor propio, ni dignidad, será que por ser este pueblo tan
manso y pendejo, tenían que robarnos el dinero de nuestra ayuda nacional. Dinero de emergencia, dinero de socorro.
Yo no sé qué le está pasando al
panameño, que nos hemos vuelto tan poco importa, tan indolentes tan desalmados
e inhumanos para con nosotros mismos.
Algo feo nos está pasando socialmente, cuando todavía hay gente defendiendo
a estos ladrones, o peor aún justificándolos. Si yo agarrara a cualquiera de
esos “defensores” y les preguntara, primero ¿Usted le robaría el pan a alguien?,
segundo ¿Usted le robaría el pan a un niño?, tercero ¿Usted le robaría el pan a
un niño, aún teniendo fortuna propia, poca o mucha?, cuarto ¿Usted le robaría,
aún teniendo dinero, el pan a un niño necesitado?...muchas de esas personas, e
inclusive de los mismos que robaron dirían que no enfáticamente. Muchas de las personas que podrían estar
leyendo este artículo podrían decir que no.
¡Pero lo permitieron! Y si ahora
sabiendo que lo hicieron, miramos para otro lado, o evadimos la profundidad del
daño social, o ni siquiera protestamos, es como si nos hiciéramos cómplices
suyos por omisión automáticamente.
El gobierno pasado compró la
conciencia de mucha gente, quizás por eso vemos la falta hacia el sentido
monetario y no hacia el que le corresponde, el daño moral. Sin embargo, me parece que más bien es por
pereza, desgano o desinterés, aquí la gente no reacciona. ¿Dónde está la vergüenza
de este pueblo? O será que como votaron por Varela, allí terminó su labor ciudadana. No, no podemos permitir eso, hay que entender
bien y sin boberías ni chiste, lo que nos hicieron. Hay que acuerpar un poco el dolor (y no sólo “la
vida ajena”) de los demás, siendo solidarios, tan siquiera expresándonos como
sociedad, dejando la pasividad y el chiste a un lado. En
cualquier lugar del mundo, lo que está ocurriendo hubiera provocado una explosión
social inmediata. Aquí no, aquí nos
limitamos a gravitar, a estancarnos en un estado vegetativo, a la espera de que
alguien venga a resolvernos el mandado, y luego apedrearle por “insuficiente”. Después, cuando nada pase, no nos preguntemos
por qué en Panamá nada pasa, porque nosotros mismos lo permitimos. Porque así como ser humilde no significa ser
pobre, términos que se confunden mucho en Panamá, ser tolerante no significa ser cobarde.
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