MASLEIDOS

viernes, 11 de enero de 2013

Amores colectivos y desengaños masivos.


El humano se basa mucho en figuras de mando con naturaleza centralizada.  Lo cual, a lo largo de la historia, nos ha hecho susceptibles a  caudillos, líderes, cabecillas, y, tiranos finalmente.  El poder corrompe, dicen unos, desenmascara, dicen otros. Es como si existiera un breve, pero complicado proceso de enamoramiento y posterior divorcio, entre los pueblos y sus líderes.  En nuestro caso, el amor dura cinco años.  En el caso de los americanos, el amor suele durar dos periodos electorales consecutivos.  En el de los cubanos quién sabe cuánto (como aquellos matrimonios viejos, en los que una parte somete y anula completamente a la otra, quedando más costumbre y dependencia que cualquier otro sentimiento) ¿Cuándo aprenderemos a ser menos amorosos y más racionales, política y socialmente hablando?



Como siempre he dicho, que el comportamiento político se basa en el social y el social en el individual.    La emotividad nos vuelve estúpidos, pero hay estupideces, y ¡estupideces!…unas duran cinco minutos de bobería, otras toda una vida, otras un periodo electoral, otras varias generaciones.  La incertidumbre que vive los pueblos, con la existencia o inexistencia de alguien “que los gobierne”, me llama mucho la atención como ingeniero.  No hay estructura que funcione mejor que la de núcleos independientes, distribuyendo cargas, pesos y fuerza aplicada.  Pero, nuestros países optan al final de la historia, por ser esencialmente centralistas.  Lo hemos visto en Panamá, de hecho lo vivimos en el último Viernes negro panameño, cuando un sindicato se tomó las calles del país, hubo saqueos  y nadie hizo nada hasta que el presidente diera instrucciones.  Los modelos centralizados son poco eficientes, poco escalables y casi siempre deben su fuerza de cohesión al dogmatismo impartido alrededor de la figura central (mucha leyenda, poca realidad). A nivel social podemos ver este modelo, casi con la misma frecuencia en que lo vemos a nivel político.  Cada vez que una madre sale solicitando ayuda, porque algo le pasó a su marido y ella no puede “sostener sola la casa”, cada vez que una mujer (u hombre) sale quejándose de ser “padre y madre”.  Observamos un modelo centralista y dependiente, patriarcal o matriarcal.  Acaso lo ideal no sería que las cargas se distribuyeran proporcionalmente sobre cada miembro de la familia (incluyendo a los hijos) de modo que todos se sintieran parte integral del todo familiar.


La dependencia y centralización es algo que practicamos desde el seno de nuestros hogares.  Luego, a nivel social y político, jamás podríamos salir de dicho esquema.  En esencia, la descentralización de los poderes en los tres órganos: Ejecutivo, Judicial y Legislativo, buscaba evitar la concentración de los poderes sobre el órgano ejecutivo.  Inoculándonos de dictaduras o tiranías.  Lo curioso es que, en nuestros gobiernos, todos los gobiernos pos-dictadura, no han hecho más que intentar centralizar el poder en el Ejecutivo, sometiendo de una u otra forma a los otros poderes.  Seguimos apelando como ciudadanos, a un modelo de pensamiento lineal y no pocas veces impositivo, de visión circunscrita, pobre, dependiente y altamente vulnerable.  Apenas sostenible a mediano o largo plazo, por imposición y violencia.  Sería muy conveniente a nivel individual y social, que aprendiéramos a pensar en paralelo, y a llevar diferentes hilos racionales, ordenadamente dentro de nuestras cabezas.  Los modelos conductuales centralizados, en eficiencia son inversamente proporcionales al crecimiento del conglomerado en sí (a medida que el grupo crece, se vuelven más ineficientes) porque obedecen a formas de pensamientos lineales, restrictivas y restringidas.  Cuando el alcance del modelo se vuelve insuficiente (proporcionalmente al tamaño que vaya adquiriendo el grupo) por la gran cantidad de fuerza cohesiva que debe irradiar del centro nuclear (gobierno) hacia al extremo del objeto (el refuerzo) surgen los refuerzos (remaches). Para soportar físicamente, el peso de semejante estructura monolítica.  Entiéndase, imposición física, emocional o racional, al fin y al cabo violenta en cualquier plano manifiesto.  Nace la intolerancia y ocurren los desencantos, a nivel personal, social y político.



Mal que bien, los hogares, los pueblos se acostumbran a vivir dependientes del núcleo, violento, impositivo e inestable (llámese padre, madre o gobierno) para luego entrar en caos ante su súbita ausencia. ¿Es esto correcto? ¿Acaso no sería mejor elaborar un sistema político-social auto sostenible, retro alimentable y escalable, que pudiera regenerarse a sí mismo, operativo aún sin varios de sus núcleos?...Primero, tendríamos que cambiar nuestra estructura intelectual, y volvernos racionalmente menos mezquinos.  Si continuamos “creciendo” bajo un control centralizado y racionalmente lineal, el mismo crecimiento se convertirá en nuestro peor enemigo.  Recordando obviamente que, la pésima distribución de las riquezas en Panamá, es un típico ejemplo de modelo centralizado, de pensamiento lineal y restrictivo.  Para crecer proporcional e integralmente, individual, social y políticamente, requerimos de una sociedad que  piense en paralelo, y reconozca el libre albedrío  a cuesta de su propia responsabilidad existencial-individual.  Que cada ciudadano acepte ser el líder o tirano de su propia existencia, como parte integral de nuestra sociedad.

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