MASLEIDOS

viernes, 11 de enero de 2013

¿Realmente importa que viva o muera un líder?

Fuera de lo lamentable de toda pérdida humana,  y más hacia la trascendencia socio-política del evento en sí, ¿Realmente importa que viva o muera un líder?.  No tanto porque el líder, en sus supuestas cualidades “extra normales” trascienda la ideología en sí, sino que la ideología (y mucha gente tras ella) toma al líder de títere, maniobrándolo por su propio ego.  Siempre me ha parecido extraño que Fidel no se mantenga al frente del gobierno cubano. Sin querer empoderarlo, personalidades de esa naturaleza no se “rinden” así porque sí. No porque sean fuertes o sobrenaturales, ni nada por el estilo, sino porque son patológicas, adictivas y crónicas. Por algún entuerto del destino, estos individuos quedan dotados de ciertas oportunidades… y después nadie los puede bajar del poder. Dicho sea de paso, cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. Me dirán fantasioso, pero a mi parecer Fidel dejó el mando hace buen rato… y no precisamente a su hermano Raúl. Digo, ¿Quién ha dicho que los americanos son los únicos que pueden hacer efectos especiales, y llevarlos a la palestra mundial así por así?. Y no hablo del viaje a la luna (que muchos consideran uno de los primeros Hoax del mundo) sino más recientemente a la caída del vuelo 93 del 911 (que se “estrelló” en Pennsylvania) o peor aún, la muerte de Bin Laden.



Quien conoce de dictadores y demás personajes de alto perfil, llámese Hussein, Gaddafi, Obama o Trujillo, conoce de los famosos señuelos. Acaso ya todos olvidamos que durante la transmisión de la llegada de Noriega, se engañó al país entero siguiéndole el rastro a un supuesto señuelo, mientras el ex hombre fuerte de Panamá llegaba sano y salvo por otro lugar. Los señuelos son personas que simulan ser otras, con meros fines de distracción y protección. Como los dobles de una película, son parecidos a los actores principales y los suplen en las escenas más peligrosas. Un actor que simule ser Fidel, haría pensar a todos que el líder aún vive, pero jamás podría dirigir el estado (dado que tampoco se trataría de Ronald Reagan). De allí que lo mantengan, no al frente, sino a un costado del poder. ¿Para qué?, para que la revolución no muera con el revolucionario. ¿Por qué?, porque para que una revolución se mantenga, no es preciso un revolucionario, sino única y exclusivamente un pueblo sometido o proclive a someterse. El revolucionario es perfectamente intercambiable, por un objeto inclusive (cuadro, retrato, monumento etc.). ¿Por qué?, porque el hombre en su naturaleza, está mental, física, emocional y hasta espiritualmente capacitado para seguir ideales, íconos, arquetipos, cuestiones inexistentes, ideologías, doctrinas, fantasmas. Y eso lo saben, precisamente los revolucionarios.


¿Tiene sentido seguir a un fantasma?...depende, si lo que se busca es continuidad. Reitero, cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia.  Si detrás del difunto hay demasiados vivos que dependen del “ideal”. Si no, que lo digan las dos fuerzas políticas más grandes del estado panameño: PRD y Arnulfismo, quienes técnicamente, casi no dejan descansar en paz a sus líderes difuntos.  Y virtualmente los exhuman en cada campaña electoral. ¿Por qué?, porque para que “la revolución siga”, no se necesita al revolucionario, repito, apenas un esquema de sometimiento (voluntario o involuntario) intelectual, emocional o físico, y algo de conocimiento en manejo de masas. Mucho se ha dicho que nosotros los panameños vivimos del pasado y somos renuentes al cambio (reitero, cualquier parecido con la realidad es absoluta y mera coincidencia) que nos desenvolvemos en un mundo de direcciones basadas en sitios que hace mucho tiempo dejaron de existir. ¿Por qué extrañarnos de que el resto humano, siga un perfil similar? ¿Acaso los panameños somos extraterrestres? No!!!. Y pongo un ejemplo. El billete de un dólar norteamericano dice: “IN GOD WE TRUST”, lo que en buen panameño significa: En Dios confiamos. ¿Y quién no confía en Dios, excluyendo a los ateos más recalcitrantes?. ¿Habría que ver a Dios para confiar en Él?...pues ¡No!. En la misma mecánica psico-emocional, fluctúa este asunto de creer en líderes ya fallecidos.



¿Pero por qué no simplemente aceptar: Ya falleció? ¿Por qué inventarse la enorme complejidad, de tener un señuelo en background 24X7?. Para figurar una transición gradual, que garantice la continuidad revolucionaria, o el nuevo sucesor. Dependiendo de la calidad de espectáculo presentada, el hombre optará por creer, no creer, o si acaso qué tanto creer (considerando el acto de engañar, como de mutuo consentimiento). Y aunque de facto venimos al mundo condicionados a “creer”, al degradarse la calidad de vida, se nos hace cada vez más difícil hacerlo. Pese a nuestra naturaleza crédula, ya no luchamos tan fácilmente por un ideal, por una ideología, por una causa noble.  El hombre contemporáneo se ha acostumbrado a vivir su realidad, y a sentirla a través de una televisión, de actuaciones, o de quién sabe qué, antes que aceptarla “tal cual” sobre su propia carne. El rotundo éxito de los Reality Show, constituye un clásico ejemplo de la amplia capacidad alienante, del hombre moderno para con los medios de comunicación.  De no ser así (por los medios de comunicación) debido a sus terribles gestiones,   algunos gobiernos ni siquiera se atreverían a soñar en continuidad. Insisto, cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. De cualquier forma, cuando la realidad se nos vuelve tan cruda, jamás cae mal un señuelo, un actor, una imagen que eventualmente refuerce nuestra fe.  O dicho de otra forma, cualquier cosa que mantenga viva la revolución, ideología o credo. ¿Por qué?, porque así hemos sido diseñados, y socialmente somos reforzados, inclusive desde la infancia. Así que, finalmente cabría preguntarse: ¿Realmente importa que viva o muera el líder?... o es apenas morbo mediático, en el fondo muy similar al de la crónica roja.

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