MASLEIDOS

jueves, 13 de junio de 2013

Dosificando el veneno social del cambio



Así como trajeron a MiBus (del Metro Bus) una compañía extranjera para que maneje todo el transporte del país, quitándoles el negocio a comerciantes nacionales, sin importar el sufrimiento y todo el malestar que nos han traído.  Lo mismo hacen con el resto del país, arrancándolo de las manos de todos. Pero de forma tan elaborada, que el panameño “de a pie” no lo percibe.  El asunto está en manipular las proporciones, hasta que un día amanezcamos descubriendo por fin que vivimos en un país inmanejable, por lo económicamente  desproporcionado.  Y el cuento es tan bueno, que muchos extranjeros han empezado a migrar para vivir “el sueño panameño”.  Sería interesante conocer cuántos inmigrantes llegan, por cada turista que nos visita.  Así podríamos saber, si nuestra proyección internacional funciona correctamente.
No podemos pagar con efectivo el autobús.  Únicamente utilizando aquella tarjeta  cuyo funcionamiento, dicho sea de paso,  ha ocasionado iguales o mayores problemas a los del servicio en sí.  Muy pronto en los corredores sólo se viajará mediante tarjeta.  Si bien tenemos una moneda habilitada para circular en todo el país, ¿Por qué en los corredores y el Metro Bus no se puede pagar con ella?  Es como si nuestra moneda nacional, sólo sirviera en ciertos lugares, caso tal no deberíamos llamarle “nacional”. ¿O será que debemos cambiar algunas leyes, para que Panamá se adapte al nuevo esquema del cambio?  Porque la filosofía de este gobierno no es adaptarse al estado, sino que el estado se adapte al gobierno.
Pesamos el pan al pagarlo.  Supuestamente, a un pan menos pesado, un costo menos elevado. A mi parecer, el pan sigue pesando lo mismo pero más caro.  ¿Dónde podría estar la ganancia del consumidor? Tal vez al comprar más pan, el precio total sea levemente menor a cuando lo compramos por unidad. Pero el panameño no compra en cantidad, sino lo que le permita la quincena.  Algo bastante similar ha ocurrido pasándonos de libras a kilos.  La libra era una cantidad más pequeña y manejable.  Cosa que no ocurre con el kilo, 2.204 libras.  Ahora el panameño tiene que acostumbrarse a trabajar con grandes cantidades, o aprender a pedir en fracciones de kilos.  De cualquier forma terminamos pagando más.
Con el cambio de galones a litros, vamos de una cantidad mayor a otra menor.  En un galón hay 3.785 litros.  Cada vez que compramos gasolina, parece que le echáramos más cantidad de unidades.  Es correcto, echamos más unidades, pero unidades más pequeñas. ¿En qué nos afecta esto? Que ahora los aumentos se darán en función de cantidades “menores”, creándonos la falsa sensación de que el aumento es poco.   Si uno tiene mucho dinero, le resulta más barato manejar grandes cantidades de cada cosa que compra.  Pero si no, las cantidades pequeñas son mucho más adaptables a nuestra economía. Luego, considerando la pésima distribución de riquezas panameñas, y que la mayor parte de nuestra población se maneja con pequeñas cantidades de efectivo, concluyo que trabajar en grandes cantidades a mediano o largo plazo termina mal afectándonos. 
Como quien induce mucho veneno en pequeñas dosis, adicionando todos los demás incrementos de precios en nuestra economía (electricidad, combustible, impuestos) para evitar reacciones nos deslumbran con todo este falso progreso, jamás equitativo, que nunca será nuestro.  Como el galgo correteando la liebre de cartón, o el insecto sintiendo el creciente calor de la llama que lo atrae y calcina.  Así nos traen, sufriendo engañados.  Sin embargo, el voto sigue siendo nuestro. ¡Que Dios salve a Panamá!... o lo que dejen de ella.

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